¿Qué pasa con Woody Allen?

Hace un mes, en una noche de viernes o sábado, pensaba que qué rico sería ir al cine al aire libre a ver una película de Woody Allen. Ayer se hizo realidad ese día: fuimos a ver Irrational Man. Las apuestas ahora están divididas 50-50 sobre si será una buena película de Allen o no. En la escala de 1 a Midnight in Paris (o cualquiera de las excelentes de WA), Irrational Man merece un 1. A Joaquin Phoenix le asigna la difícil tarea de representar a un profesor de filosofía interesantísimo y carismático, un hombre por el que suspiran todas las mujeres de la facultad, que ha devenido en un escéptico depresivo. En las clases no se deja ver ningún rasgo de la genialidad del personaje, WA se encarga de mostrar la filosofía como el arte de la masturbación verbal y no pasa de ahí (tengo que recordar los textos de mi ratoncito plagiador ufanándose de su consagración al onanismo).

La cura que encuentra el personaje de la película no tiene credibilidad alguna: matar a una mala persona para hacer del mundo un lugar infinitesimalmente mejor. Por más que WA quiera mostrar la crisis performativa entre lo que piensa un posdoctor en filosofía con lo que hace, no convence la motivación o sentido que le da a su vida el personaje. Una pérdida de tiempo total. Me quedé frustrado de que me salté el postre en la cena para llegar a tiempo a la película.
Desde que WA empezó a cultivar su leyenda u objetivo de hacer una película por año el resultado es decepcionante. Sus últimas películas son flojas, borradores sin terminar que no alcanzan la excelencia y el placer al que nos ha llevado. Sería ideal que ensayara a hacer una excelente película cada 2 o 3 años. Su actual marca es una fórmula para la frustración.

Utopian Sniper (3)

Ha vuelto a despertarme la pesadilla de que soy un francotirador. No me recupero de esa escena de American Sniper en la que Kyle asesina al francotirador de la resistencia iraquí a 1.920 metros de distancia. Una belleza de disparo. Esto es lo que me despierta, el horror de ver lo bello en la precisión del francotirador al disparar a otra persona.

Mi inconsciente me trajo a la memoria a Wile E. Coyote y la felicidad cada vez que llegaba un paquete de los laboratorios Acme. Creo que gracias a él aún mantengo intacta la felicidad cuando me dan un regalo o llega algún paquete de una compra en línea. Wile E. Coyote fue la preparación para la ceremonia de graduación con De Quincey y su Del asesinato considerado como una de las bellas artes. Probablemente De Quincey compartiría que el disparo de Kyle entra en la clasificación.

Cuando Stockhausen propuso que los ataques del 11 de septiembre entraran también el mundo se le fue encima. Tuvo que repetir, de manera resumida, la introducción de De Quincey a su libro. Como director de orquesta, Stockhausen sabía de qué hablaba al ver ese crimen orquestado con cuatro aviones y esos dos grandes estruendos inolvidables al ojo y corazón humanos; casi igual que con el atentado de Atocha, cuando gracias a la impuntualidad, al error en el tiempo (whiplash!), Madrid se salvó de una desgracia aún mayor.

Stockhausen ya no vivió para alabar la desaparición del avión malayo. En la música de Arvo Pärt el silencio es fundamental, la raíz de la cual nace y a la cual vuelve. El avión malayo entra en los anales del asesinato considerado como una de las bellas artes como un gigante alado que desaparece sin dejar el más mínimo ruido, la más mínima huella, silencio total.

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Whiplash. La emoción y el duende.

Recuerdo mi temblor cuando asistí a un concierto de jazz del cuarteto de la pianista Leila Cobo en el Arias Pérez y sus músicos empezaron a sacar partituras. “Oh oh —exclamamos con mi pareja entonces—: ¿Jazz con partituras? ¿Adónde hemos llegado?”. Fue lo más memorable del concierto: las partituras. Whiplash me recordó ese concierto. También el de Pieter Wispelwey interpretando las Seis suites para cello de Bach sin partituras. Un amigo violonchelista que siguió el concierto por radio con partituras a la mano me dijo que apenas se había equivocado en 2 notas. En dos palabras: im presionante.

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Utopian Sniper (1)

Tres veces intentaron reclutarme las fuerzas del orden. La primera fue antes de graduarme como bachiller, cuando me salvé del servicio militar obligatorio gracias a que de los 11 que presentamos excusa médica, 10 habían pagado por la libreta militar; yo fui la ñapa.

La segunda vez fue cuando fui a una entrevista de trabajo en el extinto DAS.

La tercera fue en Holanda. La empresa para la que trabajaba entonces organizó una salida con los empleados a uno de los centros de instrucción de la policía neerlandesa. Todo muy sofisticado, como era de esperarse. La primera demostración fue en el simulador de casos delictivos. Una sala con un proyector enorme y dos grupos de sillas con capacidad para 50 personas. El instructor que nos asignaron nos explicó la dinámica del ejercicio: en la pantalla se proyectarían situaciones delictivas (hurtos, asaltos a mano armada, etc.); los participantes seleccionados tendrían un arma que dispara un rayo láser para interactuar con la escena.

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Enigmas

1.

Después de que se aprende a hacer el pesto en casa es imposible volver a comprarlo enlatado en un supermercado. La excepción es el que compro en una trattoria cerca de casa donde lo preparan exquisito. Me divierte jugar a tratar de desencriptar la receta del chef. Lo que más me llama la atención de su receta es que siempre sabe igual. Después de volverme cliente fiel en algunos restaurantes puedo detectar si cambian el chef. Noto esto sobre todo en los de comida colombiana. Hay una cadena de restaurantes italianos que me gusta mucho y nunca la misma pasta o pizza saben igual. Incluso varía el sabor según el día. Seguramente la trattoria sigue la receta al pie de la letra, siempre con los mismos ingredientes.

Me he aferrado a una receta particular, pero la práctica imposibilidad de comprar la misma albahaca o queso parmesano hacen que –contrario a la trattoria— el pesto que preparo siempre sabe diferente. A veces, muy a veces, creo que he logrado desencriptar la receta de la trattoria; sé que la clave final está en los ingredientes. Me pregunto sobre la logística de las grandes multinacionales de alimentos para lograr que sus productos conserven siempre el mismo sabor.

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