Lana Wachowski, autora del Quijote

Me sorprendió bastante encontrarme con una recreación del síndrome de Don Quijote en la última película de The Matrix, Resurrections, eso sí, narrada en clave del mundo digital. En esta versión, Thomas Anderson (Alonso Quijano) adquiere el síndrome no por la lectura de novelas de caballería sino por su entrega a los videojuegos. Tiene a su propia Dulcinea (Trinity) y quizás el giro más divertido sea el de Sancho Panza convertido en psicoanalista, un giro quizás inspirado en el cuento corto de Kafka La verdad sobre Sancho Panza: Alonso Quijano descubre que ha sido Sancho quien se ha inventado toda la trama de su vida.

Los primeros 15 minutos son magníficos en la escenificación del síndrome, juegan bastante bien con la confusión entre el mundo real y el imaginario (que según el síndrome puede llegar a ser más real que el primero). Hay una justificación sarcástica sobre por qué hacer esta nueva versión (Warner Bros puede hacerla sin las hermanas Wachowski si quiere) y finalmente no hay más remedio que tomarse la pastilla roja después de tanto tiempo tomando la azul. (Sigue leyendo »»)

En el lugar equivocado

La paz. Ese anhelo prolongado de los colombianos por vivir en paz. Pero, ¿qué es la paz? ¿la ausencia de conflicto? ¿vivir conformes con la realidad? Algo así entendió Belisario Betancur, que fue el primer presidente que llegó al cargo con la bandera de la paz, con la idea de cesar los conflictos armados, llevar a cabo reformas sociales y políticas que abrieran el espectro político a las fuerzas armadas de izquierda. En el período entre su elección y su nombramiento, Betancur viajó a Grecia con la intención casi mística de conectarse con los antiguos filósofos griegos y afinar sus ideas sobre la polis que quería para Colombia.

Cuenta Álvaro Mutis que un día García Márquez lo sorprendió con un viaje con todo incluido por Turquía para complacer su deseo de conocer Constantinopla. Mientras disfrutaban de la tarde en el Bósforo, García Márquez le preguntó: «¿Y entonces, cómo le parece?». Mutis le agradeció la invitación, pero le dijo que lo que él quería en verdad era caminar por la Constantinopla de antes de su caída en mano de los turcos el 29 de mayo de 1453. Como los griegos, Mutis se negaba a llamarla Estambul y recordaba con precisión la fecha de su pérdida a manos de los otomanos. Para él era muy claro que el presente no tenía nada que ver con ese pasado que revisitaba con frecuencia. Para Betancur, en cambio, ese choque con la realidad griega no fue evidente: regresó con una idea de la democracia que la realidad colombiana no demoró en destrozar.

Si Belisario abrió la puerta para que se constituyera la Unión Patriótica, las fuerzas de siempre no dudaron en empezar a asesinar a miembros del nuevo partido. Por mi edad entonces no podría haber votado por Jaime Pardo Leal, pero me parecía una maravilla que existiera esa opción política inédita en la historia del país y que hablaba de justicia social. Si Belisario seguía trabajando por la paz, la desaparición forzada seguía fortaleciéndose como práctica para destruir al enemigo comunista, en esa combinación peculiar del Estado de todas las formas de lucha. Ahora que las Farc están en la transición a la vida política no armada, podríamos ver que germinaron las semillas cultivadas por Betancur, pues dejó el diseño para lograr ese paso. (Sigue leyendo »»)

¡Me voy de casa! (O como desmontar una utopía)

A los 5 años proclamé mi grito de independencia: «¡Me voy de la casa!». Tomé todo lo que necesitaba para emprender mi viaje: empaqué en una bolsa algunos juguetes y en otra unas galletas para comer durante el camino. Al salir de la casa no sabía si ir a la izquierda o a la derecha. Me puse a jugar para dilatar la decisión y al cabo de una hora tuve que comerme mi orgullo y regresar derrotado a mi cuarto, tragándome la humillación final de mi madre: «¿No que te ibas?». «Por lo menos me abrió la puerta», fue lo que pensé, invadido por ese optimismo que no me deja. Quizás de esta experiencia nació mi interés por la utopía y el pensamiento utópico: sin tener un horizonte al cual ir no hay forma de salir del hogar, de tomar las riendas de la vida propia, de ser-en-el-mundo.

La simpatía por don Quijote se hace evidente, como también por todos aquellos tocados por el síndrome de Don Quijote, como Carles Puigdemont. Décadas soñando con una Cataluña independiente y, una vez llegado el momento, se encuentra en la misma posición de ese niño con ínfulas independentistas prematuras, sin saber si ir a la izquierda o a la derecha, atrás o adelante. La gran diferencia es que tiene cientos de miles de seguidores. Recuerda también la escena de Forrest Gump, cuando decide empezar a correr y se le une un ejército de personas que creen ver en él a alguien con una misión y un sentido.

El esfuerzo independentista de Puigdemont se enfrenta ahora al escenario de la gran puerta del Castillo europeo cerrada para él y sus seguidores. Apenas cuenta con el respaldo de Nicolás Maduro, ese gran líder político, y cierto guiño de Vladimir Putin, listo a monetizar el doble rasero de la UE con Kosovo y con Cataluña. Y, ahora, ¿a dónde quieres ir, Puigdemont? ¿A dónde puedes ir en realidad? (Sigue leyendo »»)

El beso del podemita

Hace unos meses, un amigo español entregado totalmente a la causa de Podemos me regaló el libro Ganar o morir. Lecciones políticas en “Juego de tronos”, que trae en la portada a Pablo Iglesias sentado de manera distendida en el trono de hierro. Como juvenil autor de un libro sobre Crónica de una muerte anunciada, reconocí de inmediato el entusiasmo desbordante por la materia de estudio, pero con un matiz o perspectiva diferentes: en Crónica no hay propiamente un héroe al cual seguir, sino un narrador que nos confronta con la responsabilidad colectiva frente a la muerte de un inocente.

En este análisis de Juego de tronos eché de menos a un Miguel de Cervantes que contribuyera con un artículo satírico sobre la saga. El libro es testimonio de un síndrome de don Quijote colectivo llevado a extremos insospechados: Podemos es hoy la tercera fuerza política en España y esta semana tuvo en sus manos la oportunidad de negociar el destino del país.

Una variante de don Quijote que a Cervantes nunca se le ocurrió (porque evidentemente sería caer en lo que criticaba): ¿qué tal que su Quijote hubiese triunfado? Series como House of Cards se nutren de esta variante: llevar a los Underwood a la cima para que luego los guionistas se deleiten con toda clase de torturas con tal de hacerles pasar varias temporadas en el fango.

Personalmente no encontré nada novedoso en términos de ciencia política en el análisis que hacen en el libro Ganar o morir. Al contrario, me dejó el sinsabor de ver cómo todos estos científicos sociales creían haber encontrado el grial del análisis político y, más preocupante aún, de la acción política en la realidad. De hecho tengo problemas con la preposición para decir que se trata de un libro de Juego de tronos para dummies, Juego de tronos por dummies o la versión 2.0 de Desde el jardín.

El amigo que me regaló el libro me dijo: “todo lo que creías saber sobre el poder jamás será igual”. Quizás ese era el efecto que Iglesias y su equipo de autores buscaban, más que alguna novedad politológica: conectarse con la masa de seguidores de la serie para mostrarles cómo se puede leer la situación española a través de ella y qué lugar puede ocupar cada uno en la épica. En esa clave debe leerse el regalo de la serie al rey Felipe por parte de Iglesias: «Venimos por vuestro trono. Preparaos, majestad». Así pues, un ejército de quijotes quizás sin ningún Sancho Panza ha emprendido su camino por senderos que Cervantes jamás llegó a imaginar. Sigue siendo sorprendente cómo en pleno siglo XXI no comprendemos del todo el alcance y significado de la novela de Cervantes. Salvo quizás Albert Rivera con un dardo preciso que le envió ayer a Pablo Iglesias: “la épica de ustedes es de laboratorio”.

El espectáculo que dio Pablo Iglesias en las dos sesiones de investidura fue lamentable. Dentro de esa óptica guiada por el análisis de la obra de R. R. Martin, Iglesias clama un par de tronos (la vicepresidencia y algunos ministerios) que coronen la alianza de los grupos de izquierda, lejos de las fuerzas del mal (PP y Ciudadanos). A pesar de que el Psoe ha sido claro que no hará alianzas con grupos que avalen el separatismo catalán, Podemos insiste en que sí hay mayoría de izquierda: falso, con la línea roja del Psoe las matemáticas no dan. (Sigue leyendo »»)

Del síndrome de don Quijote: Clarice Starling

1.

17 años después y aún no deja de sorprenderme: el registro minucioso de los homicidios en Amsterdam. Sé que en la primera semana de 2016 Het Parool publicará el mapa con los homicidios de 2015 en Amsterdam, con una breve descripción de cada uno de ellos. Sigue el eco de esa alarma que tuvo el gabinete de Schelto Patijn en 1999 cuando el índice se elevó a 65 homicidios en la ciudad: Inaceptable, fue la palabra categórica con la cual se lanzó a actuar en contra de esa cifra. Aún no cumplen el objetivo de llevar el índice a cero, la cifra mágica para decirles a sus ciudadanos que pueden caminar por la calle seguros de que no serán asesinados.

El índice de la barbaridad en Bogotá (y por extensión en Colombia) es que esta tasa de homicidios no alarma a nadie. Es aterradora, sí, pero nadie señala a algún responsable, nadie le exige al alcalde que haga algo porque los ciudadanos están acostumbrados a esa realidad. A 27 de julio de 2015, el índice de muertes violentas durante el primer semestre del año en Bogotá fue de 647. Algo así como las muertes violentas en Amsterdam durante los últimos 30 años (de pronto hasta 40).

Recién llegado a Holanda también me preguntaron: “¿Cómo se acostumbra uno a vivir con tanta corrupción?”. “Es parte del día a día”, fue mi débil respuesta. Es una pregunta muy buena que sigo tratando de responder aún. Se ha incrementado el número de estudios sobre la percepción del miedo y la inseguridad en Bogotá, cosa que tiene toda la lógica del mundo porque es una realidad que al salir a la calle puede haber una violación, robo o asesinato: las cifras están ahí. ¿Cómo se acostumbra uno a vivir con tantos homicidios en la ciudad? (Sigue leyendo »»)