Microcosmos

Con el equipo de baloncesto de mi colegio nunca clasificamos a semifinales de los torneos de la Uncoli. Nuestro promedio de estatura era muy bajo comparado con el de los cuatro que siempre clasificaban. Viví el bachillerato acostumbrado a que a lo máximo que podíamos aspirar era al quinto lugar, pero igual siempre jugamos contra los grandes con la esperanza y el empeño de ganarles. El San Carlos jugaba con cuatro equipos y cuando el principal ya nos había aplastado, el entrenador empezaba a rotar a los otros tres, todos muy buenos. Jamás olvidaré el intercambio de miradas que sostuve con el entrenador del San Carlos cuando rotó al último equipo ante nosotros, con una diferencia de 50 puntos en el marcador. Quiero pensar que sintió un poco de vergüenza, pero igual nos apalearon sin clemencia.

Un equipo rompió la jerarquía generacional: el Nuevo Reino de Granada, que aceptó que dos jugadores sanandresanos buenísimos y altísimos jugaran con ellos. La combinación de ellos con mi amigo Mauricio Forero, armador, hizo un equipo que llegó a la final del torneo derrotando al hasta entonces todopoderoso San Carlos. Cuando fui a ver la final Nuevo Reino de Granada contra el Helvetia recibí una lección de colombianidad inolvidable. Los jugadores del San Carlos entraron minutos antes de que empezara el partido a la cancha a abrazar a los del Helvetia y a pedirles que ganaran para vengar su derrota. Les parecía sobre todo que fue antideportivo del NRG inscribir a dos sanandresanos solo para ganar en la Uncoli.

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La temperatura sube

Mexicanos apoyando a su selección en Amsterdam

Mexicanos apoyando a su selección en Ámsterdam

1. Cooling break

En el minuto 85 pensé que había llegado el fin de la Fiebre Naranja (Oranjekoorts en neerlandés). Sentí nostalgia por el ambiente festivo, por los últimos minutos del traje naranja del país, por la emoción de ver un partido de Holanda. Con un trallazo de Sneijder se acabó mi nostalgia. No me parecía injusta la eliminación del equipo en ese momento: Van Gaal había optado por un esquema defensivo renunciando a la seña de identidad más característica de los holandeses: el buen toque al ataque. Después del cooling break se lanzaron a la ofensiva y lograron dos goles en 6 minutos. Pero la Fiebre Naranja estuvo bastante cerca de un cooling break de cuatro años. Se desató la celebración y la temperatura aumentó varios grados. El siguiente partido será un placer por el enfrentamiento estratégico entre Van Gaal y Pinto.

2. Lost in Translation

Antes del partido, los mexicanos estaban exultantes diciendo que les gustaba el jugo de naranja e iban a exprimir a Holanda. Un juego de palabras divertido para provocar al oponente. Sin embargo, pocos holandeses lograron relacionar el gusto por el jugo de naranja de los mexicanos y su selección. En neerlandés naranja es sinaasappel, que no tiene nada que ver con el anaranjado (oranje). La selección adoptó ese color porque hace referencia al apellido de la familia real. Para mayor paradoja, muy pocos holandeses saben que a su selección se le conoce mundialmente como la Naranja Mecánica (Mechanische Sinaasappel en neerlandés). Como explicarles a los griegos qué significa el griego en el mundo occidental.

Dentro de ese espíritu KLM trinó una imagen divertida e inocente sobre la salida de los mexicanos de regreso a casa sin jugo de naranja. Pero, como Nicolette van Dam, desató la ira de muchos mexicanos que empezaron a insultar a su empresa. Aeroméxico valoró la oportunidad y respondió afablemente de la misma manera con el aviso de Arrivals, como si Unicef Colombia hubiese publicado fotos de Falcao y James haciendo sus trabajos de buena voluntad con niños en sus brazos: me imagino la cara de Nicolette al ver cómo trató a dos colegas embajadores de buena voluntad suyos.

3. Borges y el fútbol

Como cada cuatro años vuelve a circular la opinión de Borges sobre el fútbol, que en realidad es una diatriba contra la exacerbación del nacionalismo, lo que rodea al deporte. Hace años estaba de fiesta con un amigo y él se quedó sin dinero para ir al siguiente bar. Me pidió que lo acompañara al cajero automático. Miró el saldo de su cuenta y estaba en rojo por 800 florines. Sacó 25 y me dijo que su límite en el rojo era de dos mil florines. “Somos un país tan rico”, fue su conclusión, “podemos permitirnos que los estudiantes estén en rojo”. Me sorprendió que tuviera tal conciencia de la riqueza de su país y que la midiera de esta manera.

Para los holandeses esto no es más que fútbol, la identidad o autoestima de la nación no depende de su selección. En América Latina sabemos que la percepción es otra. ¿Qué hace el presidente de Uruguay defendiendo a Suárez, por ejemplo? La autoestima nacional holandesa está fundada, entre otras, en el derecho colectivo y real a la salud, la educación y la vivienda. El fútbol está para divertirse o para sorprenderse (con algo de ego) de que un país tan pequeño pueda derribar a los grandes o pueda llegar lejos. Si eliminan a la selección pues será una frustración pero nada para morir. De ahí la dificultad de entender cómo un simple chiste puede causar una tempestad en otros países. Siguiendo a Borges, no estaría mal que el nacionalismo se tomara un cooling break también: es fútbol, nada más.

Bailemos:

Estorninos colombianos: ¡al ataque de nuevo!

1.

Mi Manual de supervivencia para Bogotá tiene varias reglas. Por ejemplo tres de ellas:

  1. Si te van a robar con arma blanca, entrega todo lo que tienes: no llevas contigo nada que no podrás recuperar después;
  2. En caso de accidente, preocúpate primero por las víctimas si las hay y luego en reparar los daños. Si es tu culpa, empieza diciendo “No se preocupe, yo me hago responsable de todos los daños”.
  3. No aceptes los piques de los conductores de buses, ejecutivos y busetas: son más grandes y si te chocan dirán que tienen una familia con 12 hijos que depende de su salario mínimo, “no me denuncie por favor, mis hijos morirán de hambre”.

Son reglas o consejos para prepararse ante eventualidades desagradables o potencialmente traumáticas en la ciudad. Todavía en Ámsterdam, cuando me agacho para ponerle el candado a la bicicleta, pienso que ese es el momento del papayazo para que me la roben. Al viajar al extranjero, un colombiano debe estar preparado para otro tipo de experiencias desagradables. Como que le digan: “¿De Colombia? ¡Cocaína!”. Lo que los comentaristas australianos dijeron es una triste realidad: para muchas personas en el mundo, desafortunadamente es lo primero que asocian cuando escuchan el nombre de nuestro país.

En todo el tiempo que llevo viviendo en Ámsterdam nunca he tenido que pasar por esa experiencia desagradable. Pero sí en otras ciudades de Holanda. En un nuevo trabajo en Bolduque (‘s-Hertogenbosch en neerlandés), para darme la bienvenida en un ambiente relajado a mi jefe se le ocurrió decir a la hora del almuerzo: “Con que vienes de Colombia, Daniel, ¡ahora tendremos cocaína a buen precio!”, seguido por una risotada.

Con los años he ido trabajando, puliendo, perfilando mi Manual de supervivencia en Holanda. En una reacción extrema podría haber empezado una campaña de indignación y discriminación contra mi jefe. Pero sabía que a pesar de todo lo había hecho con buena intención. Mi respuesta fue: Sorry hoor, verkeerde Colombiaan. “Lo siento, colombiano equivocado”. Era mi forma de decirle que sí, hay muchos narcotraficantes en Colombia, pero no soy uno de ellos, como millones de colombianos tampoco. Parte del Manual de supervivencia incluye una cartilla pedagógica sobre cómo informar a las personas sobre la cadena de producción del narcotráfico, que a pesar de lo que se dice Colombia es el eslabón más débil y que los grandes carteles están en EUA y Europa.

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Víctimas de la belleza

Hay un paralelo interesante entre la Colombia de Maturana y la España del Bosque. Ambos crearon excelentes equipos que además son de grata recordación para los aficionados al fútbol. El tiki-taka español es una continuación del jogo bonito brasilero y del toque-toque de los colombianos.

García Márquez llegó a estar tan convencido de que Colombia ganaría el mundial 94 que apostó con un amigo un Ferrari a que Colombia sería campeón, “eso sí, solo si juega Valderrama”. Antes del mundial el Pibe estaba con la rodilla lesionada y día a día los medios seguían su evolución. Colombia vivió su propia Brasil 2014 en ese mundial: llegó como favorita después del magistral 5-0 a Argentina y fue eliminada en la fase de grupos. Fue víctima de su propio éxito, como España.

¿Esto qué significa? Los equipos alcanzan tal grado de excelencia que terminan por considerar inferiores a sus rivales. Dejan incluso de preparar los partidos, el famoso “partido a partido” del Cholo Simeone. En una anécdota posmundial, Luis Carlos Perea contaba que le preguntó al cuerpo técnico que si iban a ver algún video sobre Rumania. La respuesta de Maturana fue: “hombre, tengo unas imágenes, pero están grabadas desde muy lejos. Tranquilo, Luis Carlos, que todo está bajo control”. La clave la reveló el Tino Asprilla:

Nunca estudiamos el rival, no sabíamos cómo jugaba Rumania, no sabíamos cómo jugaba Estados Unidos, fuimos los últimos en llegar al mundial. Nos hospedamos en un hotel donde estaban todos los familiares, todos los periodistas. De la habitación al comedor era una fiesta. No descansamos casi, mientras los otros estaban calladitos, estudiando, sabiendo cómo jugábamos.

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Un gol en búsqueda de nombre

Antes de viajar a Grecia me preguntó mi sobrinita: "¿Quiénes son los griegos? ¿qué hacen?". Creo que fueron preguntas similares las que motivaron a Jostein Gaarder a escribir El mundo de Sofía. Dentro de mis limitaciones narrativas le respondí: “Imagínate que estás en una isla desconocida. De pronto viene corriendo hacia ti un animal que nunca has visto antes, un caballo, y no sabes su nombre. ¿Cómo lo llamarías?”. Me miró sorprendida y me respondió: “No sé”. “Pues esa fue la pregunta que respondieron los griegos: le dieron nombre a casi todo”. “¿A las personas también?”. “También. A una mujer que traía la gracia, la alegría y disfrutaba del baile la llamaron Efrosini. Tú también podrías llamarte Efrosini”, le dije y ella empezó a imaginar cómo sería su vida si se llamara como una de las Tres Gracias.

Con su gol Bryan Ruiz nos ha retraído a ese griego primigenio. Los ingleses llaman Hat-Trick cuando un jugador anota tres goles en un partido (triplete); Poker, cuatro. Pero ¿cómo llamar el gol de Bryan Ruiz? Lo que está haciendo Costa Rica marca todo un hito desconocido en la historia del fútbol: un equipo sin Copa del Mundo se impone en la fase de grupos a tres excampeones mundiales alineados con varios de los mejores jugadores del planeta. Con su gol Ruiz marcó la derrota de Italia, la eliminación de Inglaterra y pone en escena un duelo a muerte entre Italia y Uruguay, pues solo un excampeón podrá acompañar a los Ticos en la siguiente ronda. En el grupo de la muerte la guadaña la traía Costa Rica. Esta es toda una nueva dimensión del triplete. ¿Cómo se llama entonces el gol de Bryan Ruiz?