Duende. Orígenes del minotauro, 2.

Regresé a la cabaña con los últimos rayos del atardecer. No llevaba conmigo el kit para andar en bicicleta de noche y esto me inquietaba un poco, a pesar de que no había mucho tráfico. Fue una motivación extra para apurar el paso. Salté de inmediato a la ducha, luego descansé en la cama un rato. Empezó a emocionarme la idea de ir al toque flamenco más tarde.

Programé el navegador y me fui camino a Roquetas de Mar, al tablao flamenco La Soleá. Ese nombre que lo hermana con el parkway de La Soledad tan querido y ese canto compuesto por Hugo Gonzáles e inmortalizado por Maelo:

Y que un momento inesperado de la vida
yo de nuevo experimenté
Mari Belén, la soledad.

Ese bien tan escaso en la sociedad hiperconectada de hoy en día. Me gusta viajar solo y acompañado por Andalucía. Cuando le pregunté a un gitano por qué la soleá se experimentaba como un desgarro, me dijo que la soleá venía de una cantaora que se llamaba Soledad y así se expresaba, no por falta de compañía, “porque la Soleá siempre tocaba mu’bié acompañá, los mejores guitarristas la acompañaron toa su vida”.

No había mucha gente en el tablao, probablemente el partido de la Supercopa se había llevado a los clientes, pero como diría un amigo, quedábamos la línea dura, firme, de los amantes del flamenco.

No vi a Iris hasta que salió detrás de los músicos tomándoles fotos a distancia. Estaba vestida de negro, con unos pantalones muy ligeros y una camisa ombliguera. Era aparente que no llevaba ropa interior. No sabía cómo era su vida en Suiza pero podía imaginarme que le gustaba esta libertad al vestir que una noche calurosa regala.

Nos trajeron unas tapas que disfrutamos mucho (sin par los champiñones al ajillo y el chorizo ahumado). Le pregunté que desde cuándo fotografiaba flamencos. Me dijo que desde que se había separado de su esposo hacía cinco años:

–Un profesor universitario que perdió su carácter y ya no pude mirarlo con respeto.

–¿Y reencontraste ese carácter en los flamencos?

–Ese fue el camino, sí. Pero no creas que lo digo por resentimiento. Además de profesor era crítico literario. El poemario de una amiga lo destrozó sin consideración alguna por unas razones absurdas basadas en no sé qué críticas literarias posmodernas. Luego resultó que cuando se acercaba la publicación de su primera novela se convirtió en el crítico literario más melifluo que puedas imaginarte. Olvidó su rigurosidad de antaño y ahora todo le parecía “un buen planteamiento”, “una estructura original que funciona bien”, una cantidad de apreciaciones leves con la esperanza de que nadie fuera a ser tan crítico como él con su primera novela.

–Una debilidad bastante humana, me parece.

–Lo que te digo, una falta de carácter total. El colmo fue cuando le volví a preguntar su opinión sobre el poemario de mi amiga bajo la luz de su transformación y ahora le parecía una pequeña joya que no había sido apreciada lo suficiente. Se me fue al piso. Esta misma amiga me invitó a pasear por los Pueblos Blancos. No conocía nada del flamenco y caí fascinada por él. Carácter y autenticidad puros. Me siento muy afortunada porque he logrado capturar muchos de estos momentos.

–Has visto el duende entonces.

–Muchas veces, visto y vivido.

En este punto Iris empezó a parecerme atractiva, tuve la corazonada de que el duende podría aparecer esta noche.

–Es lo más mágico del flamenco, sin duda. A mí me fascina esa capacidad de emocionar que tiene.

–Un flamenco te dirá que no hay buena o mala música, solo la música que emociona y la que no.

–Me gusta ese criterio, creo que es válido para otros contextos de la vida.

–En la fotografía lo tengo muy claro: una buena foto es la que emociona.

En ese momento empezó la presentación del sexteto donde Toni era el cajonero. Anunciaron que escucharíamos algo que ellos llamaban flamenco exploración.

–Prepárate –me dijo Iris–, el trompetista y el flautista son tremendos.

–Tengo curiosidad por el cello, solo una vez en Lucca por casualidad lo escuché en un toque flamenco.

La primera parte fue impresionante y es una pena que no la haya grabado. Toni se acercó a saludarme, le pregunté por el compositor de los temas del grupo y me dijo que el setenta por ciento había sido improvisado: “Obras del duende”. Me dio una palmada en la espalda y se fue con los otros músicos.

–¿Cómo te ha ido con las andaluzas? –preguntó Iris.

–La verdad no he tenido mucha experiencia con ellas. Tengo una muy buena amiga granadina, poeta como tu amiga, con la que viví una experiencia inolvidable.

–¿Te la empotraste por una semana?

–Jaja, no, no de ese tipo. Nos conocimos en un taller literario y escribimos un relato de Propp en un fin de semana. Sin mentirte, nos reímos sin parar durante catorce horas seguidas. Temimos que tendríamos que llamar una ambulancia porque más de una vez nos quedamos sin aire de tanto reír. Me dolió el estómago durante una semana.

–Pueden ser muy intensas, la verdad.

–No me le quedé atrás, te digo, y fue todo un descubrimiento de la vida en Andalucía, una introducción a su forma de sentir y ver el mundo. Una semana después nos propusimos escribir un relato erótico juntos.

–Alto voltaje.

–Bastante. Y también descubrí cosas que no sabía de la sexualidad en Andalucía.

–¿Cómo cuáles?

–A ver, déjame recordar. Decidimos escribir el cuento en seis partes, la voz femenina intercalada con la masculina. En la tercera parte describí el momento del orgasmo entre los protagonistas y usé la expresión: “Vengámonos juntos”. Ella me preguntó que si quería decir venguémonos juntos y, en ese caso, de qué querían vengarse. Le respondí que no, que los colombianos decimos venirse como los españoles dicen correrse. La verdad no recordaba haber leído la expresión corrámonos juntos y entendí que le pareciera hasta chistosa a mi amiga. Cómo se refieren ustedes al orgasmo simultáneo, le pregunté a mi amiga.

–Yo tampoco lo sé, ¿qué te dijo?

–Guardó un silencio profundo. A los diez minutos me preguntó: "¿Es eso posible, tener un orgasmo simultáneo?".

–Pues yo tengo que preguntarte lo mismo, ¿es eso posible?

Ahora fui yo el que guardó un silencio prolongado, de nuevo.

–No puedo hablar por todos los colombianos, obviamente, pero de mí puedo decirte que es lo que busco al hacer el amor, que todo el acto sea un orgasmo simultáneo.

–¿Quieres decir que el orgasmo simultáneo es una metáfora para el sexo?

–No exactamente pero me suena bien. Para mí es una experiencia real: te vienes cuando sientes que la mujer está alcanzando el orgasmo, ni un segundo antes ni uno después.

–¿Tú puedes sentir cuándo una mujer está teniendo un orgasmo?

Ante esa pregunta pensé que para Iris el naturismo era una forma integral. Me recordó a mi amiga Lully y sus reflexiones al desnudo.

–La verdad es que sí y no me parece un don sobrenatural, la verdad.

–Tienes que mostrarme eso.

En ese momento Toni invitó a Iris a bailar al tablao y jamás me imaginé que bailara tan bien, sobre todo con tanta expresividad. El cuerpo parecía que le iba a estallar de tanta fuerza. En un momento entreabrió los ojos y me lanzó una mirada provocadora. Me desafiaba. Luego recorrió su cuerpo con los ojos. No sé bailar flamenco y no pude aceptar su invite. Al menos no a través del baile. Como en las metamorfosis de Ovidio empezaba a convertirme en minotauro. Sentía la expansión del pecho, cómo el torso y la cara se cubrían de vello negro tupido, mi boca y nariz se estiraban. Ya no respiraba, ahora resoplaba.

Al ver mi transformación Iris cerró su baile, se bajó del tablao y me provocó a seguirla. Ella también empezaba a vivir una metamorfosis, sus pezones erectos parecían dos pitones. Resoplaba también: “No sé si nos vendremos juntos esta noche, pero sí quiero que me empotres hasta el amanecer” y me fui corriendo detrás de ella hacia el mar. Esa noche entendí lo que los andaluces llaman una ardua faena.

Disfrutemos: