El alfiler y la burbuja

Máquina de escribir

Esta mañana, mientras me bañaba, el champú produjo una enorme pompa de jabón, una burbuja de unos 7 centímetros de radio. Me recordó ese humor bogotano con el cual los habitantes de la calle bautizaron las camionetas 4 x 4: burbujas.
Me asaltó entonces otro momento filosófico: siendo autos tan fuertes, ¿necesitaría un martillo para destruir una burbuja? En tiempos de la modernidad líquida un alfiler debería de ser suficiente y esto fue lo que sucedió en Bogotá reciéntemente: dos alfilerazos bastaron para estallar un par de burbujas que flotaban sobre la ciudad. Nietzsche estaría maravillado ante tan sutil eficacia.
El primero, que ser millonario y de clase alta no garantiza la sanidad mental (parece que mucha gente así lo creía); el segundo, que un doctorado no convierte a su portador en humanista, que leer mucho no garantiza discusiones pedagógicas o elaboradas. Los bogomelos (y sus aspirantes) siguen desplazándose en la seguridad de sus burbujas 4 x 4 de matrícula millonaria cuando basta un pequeño alfiler de la realidad para disolverlas, cuánta fragilidad.
La mía estalló en mis manos, sin necesidad de alfiler, y con ella pasó el ataque filosófico.