El secreto de los incas

Los cronistas utópicos sabemos que por definición la utopía no significa que sea algo imposible. Muchas veces es la falta de compromiso y perseverancia de quienes quisieran alcanzarla la que la hace ver como tal. Y, en el peor de los casos, está la mala fe de quienes se lanzan a construirla. En efecto, la connotación negativa que tiene la utopía hoy en día se le debe en gran parte a los políticos (y, en menor medida, a los académicos). Con su increíble agudeza, García Márquez desnudó el fenómeno al darle un reality check a un presidente colombiano: "Eso que dijiste fueron promesas de campaña, ahora estás en el poder y tienes que hacer lo que toca hacer, así sea lo contrario de lo que prometiste". Dale al pueblo lo que quiere oír y luego haces lo que te dé la gana.Este video de Mariano Rajoy no tiene pérdida, con todo el dolor y solidaridad con los españoles, las víctimas más recientes de las promesas de campaña. Cabe anotar que su airada protesta se debió al alza del IVA del 16% al 18%. Cómo se justificará a sí mismo el alza al 21% de su gobierno es un enigma:

De paseo por Cuzco escuché a un guía explicarles la diferencia en la construcción entre las iglesias españolas y los templos incas a unos turistas:

Los españoles en su afán de evangelización construían sus iglesias sobre los templos incas. A pesar de los años, los siglos, los milenios, los templos incas se preservan intactos, mientras que las iglesias españolas no sobreviven el paso del tiempo sin costosas restauraciones. Para decirlo en una frase, la diferencia en la duración de ambas construcciones está en que los templos fueron construidos por incas, y las iglesias, por inca-paces.

¿Es una utopía hacer construcciones que perduren durante siglos?  El secreto de los incas para hacer construcciones perdurables sigue siendo un misterio. Sin embargo, con sus templos los incas nos demuestran que hay utopías realizables, siempre y cuando no caigan en manos de incapaces. Al pragmatismo descifrado y hasta estimulado por García Márquez debería ponérsele un fin, recuperar el valor de la palabra y de la promesa como compromiso.

¿Utópico? Vuelvo a citar el caso holandés: todos los programas de los partidos políticos deben ser aprobados por la Oficina de Estadística, que debe avalar su viabilidad para no caer en falsas promesas o proyectos irrealizables. Los partidos políticos se controlan entre ellos: en el momento en que se empiecen a romper las promesas de campaña, se cae el gobierno (coaliciones incluidas). Es la terapia de choque que necesitan políticos inca-paces como Mariano Rajoy, a ver si se toman finalmente la política (y su palabra) en serio.