Karaoke

1.

La primera vez que fui a un karaoke no sabía de qué se trataba. Nos invitó una amiga, M, que había ido un par de veces y nos decía que no podíamos perdérnoslo. Nos pasaron una especie de menú con canciones y una hoja donde anotar nuestra selección. Había varios temas de salsa dura. Pensaba que íbamos a cantar todos, o que había un cantante principal al que acompañaríamos. Escogí varios temas de Lavoe, M me dijo que le parecía buenísima mi selección, le pregunté que si podía agregar más canciones y me respondió que todas las que quisiera. En total escogí 15 canciones. «Con 15 canciones imposible que no te dejen cantar al menos una», dijo M entusiasmada. «¿Que no me dejen cantar al menos una?», pregunté desorientado. «Claro, no sabía que te gustaba cantar tanto, en especial Héctor que es tan difícil de interpretar», me comentó. Ahí intuí cómo funciona el karaoke.

Me levanté de la mesa y le dije que se me habían pasado un par de temas, que iba a ver si podía agregarlos. Fue lo mismo que le dije al maestro de ceremonias, que si me permitía agregar un par de canciones más. Me dio mi hoja y discretamente me fui a tirarla a la basura en el baño.

Por el podio pasaron varios cantantes aficionados y siendo consciente de mis habilidades agradecí muchísimo ese engaño para no subir a hacer un ridículo olímpico. «¡No puedo creer que no te hayan dejado cantar ni una sola canción!», dijo M cuando salíamos del local. «Ya ves, ojalá la próxima tenga más suerte» y nos despedimos.

2.

Leí en las noticias de tecnología que se ha creado un programa de inteligencia artificial capaz de aislar los instrumentos (incluida la voz) de una canción, lo que antes solo era posible desde el estudio o con equalizadores muy sofisticados.

3.

A mi inconsciente no le pasó desapercibida la noticia tampoco. Esta semana soñé que volvía al bar de karaoke, esta vez para interpretar Lejos de ti, de Ángel Luis Canales. Quedé sorprendidísimo cuando mi inconsciente logró hacer sonar la Orquesta Sabor completa sin la voz de Canales para lograr el efecto karaoke. Apenas escuché los metales me quedé estupefacto. Me salté por completo el coro inicial Lalelolai lalelolé porque no daba crédito a la calidad del sonido, como si tuviera a la orquesta a mis espaldas. Respiré profundo, tomé con firmeza el micrófono listo para empezar a cantar Yo nací en Puerto Rico y el director paró el sueño justo cuando iba a entonar.

Fue como una demostración de que él también es capaz de hacer lo mismo que el programa de IA, pero que no me regalaría el milagro de suplantar a Ángel Canales, ya sería forzar mucho la máquina. Cosa que ya despierto comprendo muy bien. Así que como tercera o cuarta vez en esta Bitácora Utópica, el himno de los viajeros migrantes: