Matrix, origins (3). Gimme a prop, a like, a heart! –or the fable of the Digital Junkies

Mi contacto más cercano con los Digital Junkies es en Blip.fm. Cuando les doy props (los me gusta de Blip) a determinados DJs, en menos de un minuto ya tengo props de ellos de vuelta. Sé que desafortunadamente no son porque en realidad hayan disfrutado de mi último set, sino en agradecimiento por haber aumentado su cuenta de props. Lo preocupante de esto es que la reacción es inmediata sin importar si es mañana, tarde o noche.

Comenté un caso particular con una DJ cercana que vive en la misma ciudad que uno de los DJs adicto a los props. Me contó que hacía unos meses había charlado con él y reconoció que tenía dos severos problemas de adicción: alcohol y props, una mezcla singular de nueva y vieja tecnología. Su primer intento de cura había sido eliminar su cuenta de DJ, para reaparecer semanas después con una nueva ­–y su hábito intacto. Cada tanto reincide en esta terapia, me ha sido imposible seguir las 40 cuentas o más que ha creado durante este tiempo.

Lo que más me sorprende es que sigue haciendo sets de diez temas (el mayor número de props que un DJ puede dar a otro; a diferencia de Facebook o Twitter, que tienen infinitos me gusta y corazones) de muy buena calidad. A la adicción a los props, la DJ cercana encontró otro patrón nocivo: examina múltiples estaciones para ver quien le ha dado props a quien. Es de esperar que este comportamiento lo reproduzca en otras redes sociales.

Creí que lo habíamos perdido definitivamente cuando desapareció durante seis meses. La DJ me contó que en un acto desesperado se inscribió a un retiro de meditación Vipassana, bien exigente y estricto. Al parecer el efecto le duró un semestre: volvió a reincidir.

En mi candidez utópica decidí darle un prop después de escuchar cada canción. Al cabo de una semana me escribió diciéndome que era su mejor escucha, alguien que realmente sabía apreciar cada blip como una joya. Ningún asomo de autocrítica con su forma de dar props a la topa tolondra –o quizás no me queda más que aceptar que mis sets no están a la altura de los suyos…

Esta mañana pienso que él representa los dos lados de la moneda: la cara es el esmero en sus sets, una satisfacción placentera que he sentido luego de algunos que me parece que han quedado particularmente bellos; la cruz, su adicción a la aprobación, al prop, me gusta o los corazoncitos. No sé si esta percepción sea válida para comprender por qué muchos otros DJs han dejado sus estaciones. También es probable que la falta de ese alimento digital los haya llevado a pensar que es mejor seguir cultivando su gusto y su pasión de manera solitaria.

D. me compartió este video que, según él, explica cómo el exceso de oferta estimula el consumo. Me sonó tan conocido su diagnóstico que me hizo preguntar si se abrirá un nuevo frente de guerra contra la infoxicación: