Hace muchos años, por allá en una galaxia lejana, cuando la automatización apenas despuntaba en el siglo XX, una familia de amigos de la casa (una madre divorciada y su hijo menor), muy aficionados a vivir en el cutting edge de la tecnología, trajeron de un viaje por los EUA un contestador automático, de los primeros que llegaban al país (ya les conté, estoy hablando de una galaxia lejana).
Cuando llamamos a preguntarles cómo les había ido de viaje, nos encontramos con la novedad del contestador. Primero llamó mi mamá, que nos compartió la noticia, luego mi hermana y yo para escuchar el aparato. Le dije a mi hermana que podríamos simular un contestador automático para divertirnos un rato. Creamos el mensaje y nos sentamos a esperar la primera llamada.
Ring, ring. Oh sorpresa, era la madre cutting edge que acabábamos de llamar. Con la mayor seriedad posible recité el mensaje: “Este es el 2 48 78 60. En el momento no nos encontramos disponibles. Por favor deje su mensaje después del tono. Biiiiiiip”. Ante la cara de incredulidad de mi mamá y hermana, la amiga dejaba su mensaje: “Hola, éramos nosotros devolviéndoles la llamada. Pensábamos que éramos de los primeros con contestador en Colombia, pero parece que ustedes se nos adelantaron. Felicitaciones, llámennos apenas puedan”. Colgó y no parábamos de reírnos. Mi mamá en ese momento era una niña juguetona más con nosotros.
Seguíamos a carcajada batida cuando volvió a sonar el teléfono. “¡Seriedad! Vamos a repetirlo otra vez”, dije como un comandante que organizaba a la tropa extendiendo los brazos. Mi hermana: “Bueno pero es mi turno”. Levantó el teléfono y repitió el mensaje. Ahora era el hijo cutting edge: “Ututui, felicitaciones por el contestador nuevo, se oye muy bien”, dijo con cierto tono de amargura. Alcanzamos a escuchar el comentario de la madre cutting edge: “Pero cuando yo llamé escuché la voz de Danielito”. El hijo cutting edge: “Chévere que además tienen random recording, nosotros casi lo compramos también. ¡Llámennos!” y colgó algo decepcionado. Volvimos a esparcirnos por el piso muertos de la risa. “¿Oyó? Random recording”, le comentaba a mi hermana y vuelta a reírnos.
Mi mamá recobró su estado de adulta: “Bueno, pónganse serios que voy a llamarlos. Me toca decirles que les estábamos tomando del pelo o no van a poder dormir pensando que alguien se les adelantó con lo del contestador”. Llamó y como todos esos aguafiestas que siempre quieren arruinar los trucos de los magos reveló nuestro secreto. Escuchamos cómo exhalaban de alivio al confirmar que seguían siendo la familia cutting edge of technology de nuestra querida Colombia: «Qué graciosos, caímos redondos, aunque la grabación sí se oía muy bien como para ser real».
Todavía cuando suena el teléfono y no reconozco el número o quiero tomar del pelo a quien llama repito el acto del contestador automático. Si el mensaje es una invitación a algo chévere le digo que estaba tomando del pelo y hablamos, sino espero a que graben el mensaje y llamo después de terminar lo que estaba haciendo. Es ideal también contra las llamadas de telemercadeo, en especial cuando les hago «biiip» y corto la llamada después de 10 segundos. Pero no hay que abusar de él. Los que me conocen terminan diciendo: “Danielito, ¿me contesta por favor?”.