Oda a la alegría. Tríptico.

1.

Este año se cumplieron doscientos años del estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven. Su Himno a la alegría se adoptó como el himno de la Unión Europea en 1985. Mi padre es un gran aficionado a la música de Beethoven, nos introdujo de niños a sus obras más conocidas. Siempre tiene algo de regreso a la infancia escucharlo.

2.

Recuerdo el cumpleaños de una amiga neerlandesa en la que empezamos a bailar salsa. Yo estaba feliz, en trance salsero con una sonrisa, y súbitamente una de sus hermanas empezó a moverse alrededor mío haciendo muecas, como diciéndome que mi sonrisa era falsa. Mi amiga la llamó a un lado y vi cómo le explicaba que esa alegría con la música era muy común en los latinos, así disfrutan su música. De regreso a casa pensé que qué tristeza que exista tanta gente que no conoce esa alegría profunda que regala la salsa, toda una oda a la alegría. De nuevo volví a sentirme afortunado por haber nacido colombiano.

3.

Navegando por Youtube me encontré el corto que se ha constituido en el Himno a la alegría de Utópica, con el perdón del maestro Beethoven. Sobran las explicaciones para los salseros. Para mis lectores europeos que desconocen la alegría profunda de la salsa, observen por favor la delicia con la que la mujer baila sobre su bicicleta. La energía que transmite solo es posible por la emoción de la música, en este caso sobre todo por el sentimiento amoroso de imaginar que se baila con el ser amado. Pasarán generaciones antes de que un compatriota neerlandés pueda bailar así en su bicicleta.

El temazo completo de Gunda Merced, ¡de pie salseros utópicos, suena el Himno a la alegría!

La metamorfosis de Venezuela

Los estudios utópicos están estrechamente relacionados con la metamorfosis, con el cambio, con ese proceso de transitar del punto A al B al cual ya no se llega igual. Los cronistas utópicos registramos ese camino que, como bien sabemos, puede terminar en Z o cualquier otro destino. Tomemos el caso de Venezuela, ¿hacia dónde va?

Recuerdo el perfil que hizo García Márquez para la rescatada revista Cambio por allá en 1999, el párrafo final es inolvidable:

El avión aterrizó en Caracas a las tres de la mañana. Vi por la ventanilla la ciénaga de luces de aquella ciudad inolvidable donde viví tres años cruciales de Venezuela que lo fueron también para mi vida. El presidente se despidió con su abrazo caribe y una invitación implícita: “Nos vemos aquí el 2 de febrero”. Mientras se alejaba entre sus escoltas de militares condecorados y amigos de la primera hora, me estremeció la inspiración de que había viajado y conversado a gusto con dos hombres opuestos. Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más.

Es una maravilla no solo el ojo futurista de GGM, también esa sutiliza para dejar un aviso a navegantes. La historia venezolana ha disipado con creces cuál de los dos hombres opuestos se impuso en Venezuela. Y llegó Maduro, pero desviemos la mirada por unos instantes a Chile.

El país austral vivió el proceso inverso de Venezuela: la llegada de una dictadura de extrema derecha. La diferencia fundamental es que el chavismo se apropió del Estado a través de las urnas, esto hace que su tasa de homicidios sea sensiblemente más baja que la dictadura de Pinochet. De la transición de la dictadura de Pinochet a la actual democracia, los chilenos sacaron unas lecciones importantes que la oposición venezolana ha escuchado atentamente. La principal: llevar el registro de las actas de votación. Los venezolanos copiaron este control con gran éxito: hoy es posible consultar el 81.7% de las actas de votación y el resultado es categórico: Edmundo González recibió el 67% de los votos, Maduro, el 30%. Con suerte esta semana se conocerá la auditoría que el Tribunal Supremo de Justicia hará sobre las actas de votación. La conclusión es de prever. Ese pronunciamiento será suficiente para que Maduro afirme que no tiene que mostrarle las actas a nadie. El fraude quedará consolidado.

Por la experiencia de Cuba y Nicaragua, sometidos a gran presión internacional contra sus regímenes, sabemos que el alcance de esta es importante pero no definitivo para lograr su caída. Venezuela no será la excepción. No solo por no dejar el poder sino por prevenir que se conozca toda la corrupción del sistema y sea inevitable el juicio por malversación a toda la cúpula chavista/madurista. En términos reales el único que puede cambiar el rumbo de Venezuela y hacer valer las urnas es el ejército nacional. Pero si es cierto lo que denuncia la oposición, el nivel de corrupción en sus filas por la mermelada de Maduro es alto. Sin duda, un actor a seguir. (Sigue leyendo »»)

Una postal de viaje

Anoche soñé que visitaba a Borges por casualidad. Me encontraba en Buenos Aires con mi amigo Yasushi Yoshida: «Acompáñame a entregar este trabajo, no tomará más de media hora y después podemos ir a la exhibición de Tadao Ando en la Galería de Torres». Yasushi llevaba varios meses ilustrando un libro de viajes por el mundo. Con su portafolio negro gigante en la mano pensé que iba a presentar la entrega final. «La clienta es María Kodama, muy amable pero un pelín desconfiada», dijo mientras timbraba. Me dejó con los ojos abiertos, pues esto significaba que con suerte me encontraría con Borges. «Sí, casi siempre está él, aunque ahora viajan tanto que el milagro es encontrarlos en la ciudad —dijo Yasushi como leyéndome el pensamiento—. Pero no te quedes ahí paralizado, sube y me acompañas o no podrás saludarlo».

Kodama nos estaba esperando en la puerta. Yasushi nos presentó y luego siguieron al estudio. Me dijo: «Pasá a saludar a Borges que está solo en la sala». Me sorprendió su acento argentino, incluso me pareció que el japonés que hablaba con Yasushi tenía cierto dejo porteño. Fui a la sala. Ahí estaba él.

—Maestro —lo saludé.

—¿Cuál maestro está en la sala? —preguntó como respuesta. Me hizo sonreír.

—En esta sala sólo hay un maestro y es usted, Borges.

—Ese acento… ¿es usted colombiano?

—Como Javier Otálora, solo que de Bogotá—. A pesar del guiño sabía que no caería en la vanidad de preguntarme si había leído sus libros—. Sabe, como usted dijo alguna vez, esta es una feliz coincidencia. Esta mañana tuve un recuerdo de infancia y justo pensé que a Borges le gustaría escucharlo.

—Bueno, parece entonces usted un mensajero. Cuénteme. (Sigue leyendo »»)

Por un Estado laico en Israel y Palestina

Esta crónica utópica nace de la experiencia desgarradora del ataque inhumano de Hamás en Israel. Ver a jóvenes que festejaban acribillados sin compasión es brutal. Como también lo será la respuesta que los extremistas le exigen a Israel. Parece que solo se sentirán satisfechos con la desaparición de la franja de Gaza.

Hoy mi ser utópico se levanta pensando sobre la convivencia que han logrado judíos y musulmanes en todos los países de Occidente. En Ámsterdam tengo amigos judíos y musulmanes, hemos compartido todos sin problema tardes de sol. Cada uno respeta sus creencias y nunca son motivo de charla o discusión. ¿Por qué lo ha logrado Occidente y no Israel y Palestina?

Desde 1974 la ONU ha insistido en la solución de los dos Estados para resolver el conflicto. Si la experiencia occidental en la que conviven judíos y musulmanes sin atacarse mutuamente nos dice algo es que otra solución posible es crear un Estado laico en Israel/Palestina que se preocupe por el bienestar, convivencia y prosperidad de todos sus habitantes, sin distinción de la religión que practiquen, donde el principal problema sea encontrar un nuevo nombre que refleje su nueva realidad. (Sigue leyendo »»)

Isidro Ferrer

Mi querida amiga H. me envió una fotografía del libro de Galeano que está leyendo ahora, Los sueños de Helena, y yo quedé embelesado por las ilustraciones de Isidro Ferrer, que nunca había visto antes. H. se compadeció de mí y me envió una copia del libro de regalo.

Antes de empezar a leer el texto disfruté al máximo las ilustraciones. Me parecían obras de arte en sí mismas, incluso vi en Ferrer a un excelente alumno de Tàpies, hacía ya un tiempo que una obra de arte no me excitaba tanto. Pasé a leer los sueños de Helena, la compañera de Galeano, y quedé un poco desinflado con la escueta línea que le dedica Galeano a las ilustraciones de Ferrer:

Las obras de Isidro los acompañan, de la mejor manera.

(Sigue leyendo »»)