Me sorprendió bastante encontrarme con una recreación del síndrome de Don Quijote en la última película de The Matrix, Resurrections, eso sí, narrada en clave del mundo digital. En esta versión, Thomas Anderson (Alonso Quijano) adquiere el síndrome no por la lectura de novelas de caballería sino por su entrega a los videojuegos. Tiene a su propia Dulcinea (Trinity) y quizás el giro más divertido sea el de Sancho Panza convertido en psicoanalista, un giro quizás inspirado en el cuento corto de Kafka La verdad sobre Sancho Panza: Alonso Quijano descubre que ha sido Sancho quien se ha inventado toda la trama de su vida.
Los primeros 15 minutos son magníficos en la escenificación del síndrome, juegan bastante bien con la confusión entre el mundo real y el imaginario (que según el síndrome puede llegar a ser más real que el primero). Hay una justificación sarcástica sobre por qué hacer esta nueva versión (Warner Bros puede hacerla sin las hermanas Wachowski si quiere) y finalmente no hay más remedio que tomarse la pastilla roja después de tanto tiempo tomando la azul.
Me hizo recordar también a un compañero de universidad que ya estaba llevado por el síndrome sin que ninguno de nosotros se hubiera dado cuenta. Nos decía enigmático: «Este mundo que llamas la realidad no es tal, es una ficción, despierta», con una invitación a acompañarlo al suyo, el real. En Nueva York encontré más casos similares, llegué a sentir agotamiento de escucharlos aunque por otra parte me daba cuenta de que estaba viendo casos del síndrome bastante originales en tiempo real. Es sin duda una relación compleja la que podemos llevar los humanos con la realidad.
¡Alerta spoiler! En este párrafo hablo de un detalle central de la película, el lector utópico que no la haya visto puede saltar al siguiente sin problema y volver a este después de verla. Es una cuestión técnica, de arquitectura narrativa. Me pareció que la segunda parte de la saga se dañó cuando Neo salió volando. Había mutado en Superman y con esto rompía la conexión que los espectadores teníamos con él. En esta nueva parte de la saga me hizo sonreír ver que este hecho había sido un motivo de discusión entre los creadores y sentí un gran alivio cuando lo dejaron sembrado en la tierra (vale la te mayúscula) y aquello del héroe volador desaparecía. Pero no: alguno de los autores sintió que volar era el don superior de la imaginación y era la conclusión lógica de la libertad total que alcanzaría Neo, así que vuelve a volar y con él mi frustración por ese (en mi opinión) error narrativo en la historia.
Pensé también en todas estas generaciones que empiezan a vivir más en el mundo virtual de las redes (¿atalayas?) sociales. Podría incluso crear una nueva teoría conspirativa: la covid es un invento para atrapar más gente en las atalayas sociales, para encerrarlos en sus casas y que no puedan desconectarse del mundo virtual.
Un detalle especial: La hermosa recreación visual de Morpheus es un poema digital inspirado en el movimiento de las bandadas de estorninos que quienes salen a caminar por las montañas o las playas pueden disfrutar, si bien hay que admitir que se ven movimientos similares cuando algún acontecimiento incendia las redes.
Lana Wachowski es una digna sucesora digital de Pierre Menard; es, también, autora del Quijote.