Hace algunos años, en la fiesta de cumpleaños de una amiga, empezamos a bailar. Yo estaba feliz con la música y bailaba con una sonrisa. A la hermana le pareció que mi sonrisa era impostada y, como buena holandesa, se lanzó a desenmascararme. Empezó a bailar a mi alrededor con una sonrisa simulada, como queriéndome dar un espejo de cómo me veía yo con ella. Mi amiga la llamó a un lado y vi cómo le explicaba que para los latinos esa conexión de felicidad con la música era real. Creo que incluso le comentó cómo para ella, la primera vez que me vio concentrado en un solo de piano de Markolino, se burló de mí diciendo que parecía que tenía un ataque de estreñimiento.
Le pregunté por la reacción de su hermana y me dijo que ella nunca había visto algo igual. Me pidió disculpas si me había incomodado pero le dije que para nada, que yo estaba en lo mío y que por el contrario lamentaba que ella no conociera ese intenso placer de gozo musical.
Recordé esta historia por el desprecio con el que D10S le gritaba a Yerry Mina bailá ahora, bailá ahora después de que fallara un penalti en la semifinal con Argentina. Como que a Luis Suárez también le cayó mal que Mina celebrara con baile un gol anotado. Parece que Messi no es mucho de fiesta o de baile (como sí lo es su esposa, fan declarada de la cumbia) y le cuesta comprender que para los colombianos el gol es una fiesta: el baile que se hace es expresión de esta, sin ningún ánimo de ofender al contrincante. De igual manera si el conjunto colombiano recibe un gol, el oponente está en todo su derecho de celebrar. Para irrespeto la lección de antideportividad que dio el portero de Argentina, con sus comentarios desobligantes antes de que cada jugador colombiano ejecutara su penalti. La reacción de Messi es todo un ejemplo de lost in translation, tal como le sucedió a la hermana de mi amiga cumpleañera: D10S también es humano, faltaría más.
Total que ahora Messi juega para el PSG y he descubierto que me he convertido en un aficionado líquido. Si bien fui acérrimo fan del Barça durante su etapa de gloria con el sextete y le hice fuerza aun en manos de la funesta administración de Bartomeu, ahora me veo siguiendo a Messi al PSG y perdiendo el interés por el Barça. Esta afición líquida me hace identificar también que en realidad mi afición es al buen fútbol y que en el fondo me da igual qué equipo o selección ganen. Me doy cuenta de que llevo muchos años ya haciéndole fuerza al que juegue mejor, gane o no.
En España la prensa deportiva se sorprendía de que existen colegas japoneses que siguen jugadores y no equipos cuando llegan a España para informar sobre lo que hace x jugador. Y cómo ellos ahora parecían iguales: lo decían a propósito del estreno de Messi en la liga francesa; el PSG-Reims ha sido la transmisión de un partido de la Ligue 1 más vista en España. Mi nueva afición líquida me anima a subirme sin pudor al tren de los periodistas deportivos japoneses: hay que seguir a aquellos que son magos con la pelota. D10S, el primero. Y a los equipos que saben jugar con ella, veremos cómo nos va con el PSG.