Cuando Gary Kasparov perdió con Deeper Blue (la versión actualizada de Deep Blue) en 1997 acusó a IBM de haber hecho trampa: afirmó que programaron el supercomputador para jugar contra él. Hoy la mayoría de supercomputadores están basados en procesadores Intel y AMD (x86-64), es decir, casi al alcance de cualquier pyme y son el motor de los estudios de big data ahora.
Después del mundial de fútbol en Brasil pasado, donde las empresas dedicadas al big data hicieron una fiesta, el nuevo técnico de Barcelona se propuso emplear la misma defensa de Gasparov contra Deep blue: la impredictibilidad, presentar semana tras semana una alineación sobre la cual no hay datos suficientes para prever su comportamiento en la cancha. Ya no juega solo contra el oponente, lo hace también contra su Deepest Blue.
Hoy un técnico recibe en el intermedio un diagrama con el estilo de juego de su oponente en la primera parte y sabe cómo ajustarse mejor para jugar la segunda. Hoy más que nunca escuchamos a los entrenadores haciendo análisis de la primera y la segunda parte. Y hoy más que nunca se puede ver la diferencia entre equipos ricos y pobres, entre los que pueden pagar el análisis en tiempo real del juego de la primera parte para planear en 10 minutos la segunda. No sorprende a nadie entonces el récord de goleadas de los dos grandes esta temporada en la liga española.
A pesar de que este software ya estaba disponible en la era de Pep Guardiola ante el Barça, el técnico catalán le apostó a crear un equipo imbatible. Casi que fue una apuesta al código abierto: así es como jugamos, ¿quién se le mide a ganarnos? Hasta que apareció Mourinho y convenció a Florentino Pérez de que él sabía cómo derrotar al Barça. Y lo hizo con su fórmula inédita de jugar al fútbol sin pelota.
La debilidad del truco de Luis Enrique está en que ya el juego de la primera parte de su alineación impredecible genera suficiente información para la segunda parte (para el equipo que lo puede pagar, generalmente uno de Liga de Campeones). Solo puede cambiar máximo tres jugadores, lo cual no genera suficiente salt & pepper para hacer impredecible su equipo en la segunda parte. Razón tuvo Messi cuando se enfrentó con él para pedirle regularidad en la alineación. Concentrarse en conducir el Ferrari antes que en confundir a sus rivales.
Messi está librando su propio duelo individual con Deepest Blue. Gracias a este, la ecuación que dio origen a la obra de Peter Handke (y la posterior película de Wim Wenders), El miedo del portero ante el penalti, en el que el portero protagonista analiza los momentos de angustia que se viven en ese momento, me lanzo a la izquierda, a la derecha, espero a que dispare, prácticamente la discusión existencial entre dos samuráis a punto de desenfundar la katana, se ha invertido hasta llegar al miedo del delantero frente al penalti.
En condiciones normales, el portero lleva todas las de perder. Un penalti bien cobrado es prácticamente inatajable. El problema para el delantero es el patrón que genera después de cobrar cierto número de penaltis hasta volverse predecible. Messi lleva una racha regular en esta temporada 2014-2015 (ha fallado el 50% de sus cobros):
No hay que tener un Deepest Blue para ver que las probabilidades de que Messi lance el penalti a la izquierda del portero son muy altas y que ese experimento fallido al palo derecho le puede estar pasando factura. Ahora, yo soy de los que cree que Messi es D10S, entonces no puedo menos que incluir un video en el que se ve su habilidad cobrando penaltis para no dar pie a creer que la cosa es tan fácil:
Y después de ver este otro video, quizás puede comprenderse por qué Messi le cedió un penalti a Neymar:
Este domingo el mundo futbolístico se paraliza de nuevo para ver otra edición de El clásico. Barcelona va con todas las de ganar, Messi está en su nivel D10S, pero si hay un penalti a favor del Barça el momento de tensión será mayúsculo: estaremos ante el miedo del mejor jugador del planeta frente al penalti. ¡Fuerza Leo, tú puedes!
Si hay algo más reprochable al big data que crearle esta inseguridad al mejor jugador del mundo es que jamás veremos a Messi cobrando un penalti a lo Panenka: todos los porteros le están apostando a seguir la trayectoria del balón, inclinándose a la izquierda por supuesto. Nada fácil el reto de Messi.
Disfrutemos de la poesía de un Panenka en las botas de Pirlo: