Hoy he de advertir a los lectores utópicos más sensibles que se abstengan de leer esta entrada: tratará sobre una de las más perversas teorías de la conspiración que existe, la de las banderas falsas.
En términos militares, una operación de bandera falsa consiste en llevar a cabo un ataque utilizando la bandera del enemigo o de otro país, entidad u organización que no son las propias. Hoy en día se conocen como “operaciones encubiertas llevadas a cabo por gobiernos, corporaciones y otras organizaciones, diseñadas para aparecer como si fueran llevadas a cabo por otras entidades”. El portal Collective Evolution publicó hace tres días la noticia de que el Profesor Emérito de la Universidad de Ottawa, Michel Chossudovsky, analizaba los hechos del pasado viernes 13 en París como el Septiembre 11 a la francesa. ¿Qué significa a la francesa en este caso?
Este portal sostiene mediante múltiples artículos la teoría conspirativa según la cual el derrumbe del WTC neoyorquino fue causado por una serie de explosiones controladas, la llamada Teoría de la demolición controlada del WTC. La finalidad de este atentado era dar vía libre a la guerra contra el terrorismo liderada por los EUA. En pocas palabras, que algún grupúsculo de la CIA decidió bajarse las Torres Gemelas con estos atentados en suelo propio bajo la bandera falsa de Al Qaeda para ganarse el apoyo del mundo occidental y lanzar la guerra contra el terrorismo en Oriente Medio y Afganistán.
Desde esta perspectiva, a la francesa significa que los atentados en París del viernes pasado fueron orquestados por algún organismo secreto francés bajo la bandera del Estado Islámico para justificar y fomentar la participación activa de Francia en Irak y Siria. Brutales ambas teorías, de ahí la advertencia al principio. Sorprende que aún no haya aparecido la siguiente versión en esta teoría de las banderas falsas: que algún grupúsculo del servicio secreto ruso fue el que derribó el avión lleno de turistas rusos hacia Egipto en octubre pasado bajo la bandera falsa del Isis, justificando así la intervención rusa en Irak y Siria también.
Para agregarle más sal al asunto (si cabe), se canceló el partido de fútbol entre España y Bélgica programado el lunes pasado en Bruselas. El motivo: que vieron al cerebro de los atentados de París por los alrededores del estadio donde se jugaría el encuentro. El asunto central aquí es que Bruselas es la sede tanto de la Comisión Europea como de la OTAN. (Recordemos que si aún no se ha formado un ejército europeo como tal es porque se dice que ya existe y es la OTAN). Y, según los servicios de inteligencia europeos, también es la sede principal de los terroristas islámicos en Europa; de hecho se cree que el “cerebro” de los atentados vivía en el barrio Molenbeek. ¿Qué nos dice entonces que Bruselas no esté capacitada para garantizar la seguridad en el estadio y haya optado por cancelar el partido?
Nada bueno se podía esperar de la invasión de Irak basada en la gran mentira de las armas de destrucción masiva. Salvo que aceptemos que después de todo dichas armas sí existen: no son el armamento sofisticado del que nos hablaron Bush, Blair y Aznar sino jóvenes con kalashnikov y cinturones de explosivos dispuestos a inmolarse en donde puedan matar más personas, miles de ellos. Los guardias de seguridad previnieron la entrada de los tres suicidas yihadistas al estadio, pero apenas alcanzamos a imaginarnos la cara de estos guardias cuando descubrieron los cinturones con explosivos. Estos guardias no están armados: ¿qué pueden hacer en este caso? Al yihadista le basta con presionar un botón para morir con ellos. Comprensible que los dejaran salir corriendo para que estallaran contra las puertas del estadio. ¿Será que las fuerzas oscuras que elevan esas banderas falsas tienen ahora nuevo armamento para vender en guerras urbanas o se les escapó la verdadera naturaleza de las armas de destrucción masiva del Isis?
Teorías de la conspiración aparte, la situación es sumamente compleja y quizás sea en el laboratorio de fuerzas en el que a su pesar se convirtió Bruselas donde se encuentre la clave para resolverla.