Wolfgang Schäuble finalmente pudo reír. Después de semanas de mostrar su rostro rígido de banquero (perdón por el pleonasmo) ayer se encontró con sus camaradas del Bundesbank para compartir momentos hilarantes de la humillación griega. Por ejemplo, que cuando Jacob Lew, el secretario del Tesoro estadounidense lo llamó a invitarlo a reconsiderar su negativa a ayudar a Grecia, él le propuso: “Hey, Jack, ¿qué tal si te cambio Grecia por Puerto Rico?”.
Habló como todo un káiser, como si la Unión Europea fuera su propiedad. O el remate que explica la estrategia con Grecia: “El FMI tiene razón: la deuda griega es insostenible y necesitan una quita. El problema es que esa quita no es posible dentro de la normativa europea”. Después de forzar a Grecia a establecer el corralito financiero, Schäuble se muere de risa con sus camaradas: “No lo entienden. Este es un club exclusivo y no tienen cómo pagar la membresía”.
Una de las trampas que los cronistas utópicos debemos evitar es el exceso de optimismo. La naturaleza misma de la utopía exige que su nivel sea alto para poder realizarla. El problema es cuando por exceso de esta se cree que las cosas van a salir bien y se omiten las señales del desastre. La propuesta que va a firmar Grecia refleja el cinismo excesivamente cruel de Schäuble: “¿Quieren seguir siendo miembros del club? Estas son las condiciones”. Ayer pensaba que después de la pedagógica humillación por la que pasará Tsipras el domingo, Grecia recibiría una nueva oportunidad. Schäuble se ríe en nuestra cara de los principios de unión y solidaridad con los cuales se fundaron la Unión Europea. Esto se trata de un negocio serio, nada de aficionados.
Anoche me topé de frente con mi incapacidad para analizar a fondo lo mejor para Grecia. Muchos pro y contra para quedarse o irse de la Eurozona. Hoy, después del sádico chiste de Schäuble creo que he encontrado el sentido de este drama. Es una película muchas veces vista: el héroe llega finalmente a la frontera después de sortear incontables obstáculos. Su verdugo, en una aparente señal de reconocimiento de su esfuerzo, le ofrece una mochila llena de dinero para que cruce la frontera, se vaya lo más lejos posible y nunca tenga que volverlo a ver. “¡Huye!”. Después de que vemos al héroe correr cien metros en la oscuridad camino a la libertad, se escucha el disparo infalible de un francotirador.
Schäuble sabe que la propuesta griega es insostenible. Por guardar las apariencias de la Unión no puede decirlo abiertamente, solo le queda reírse con sus camaradas banqueros del esfuerzo del novato griego tratando de entrar en vano en la liga de los hombres elegidos. En una charla entre cuatro ojos (como dicen los holandeses), Schäuble le diría a Tsipras lo que la oficina de inmigración holandesa le dice a la mayoría de los aspirantes a un permiso de residencia: “Usted no debería de estar acá”. Schäuble le dará una mochila de dinero al héroe griego para que cruce la frontera y no volver a saber de él. Tiene apenas tiempo para invertir ese dinero en comprar las imprentas que destruyó para imprimir dracmas y decirle adiós al paraíso de la Unión Europea el próximo octubre. A lo lejos se oye el eco de un disparo. ¿Dio Schäuble en el blanco? ¿Alcanzó nuestro héroe a cruzar la frontera? ¿llegará a tiempo la enfermera francesa de El paciente griego para ayudarle a empezar de nuevo fuera del club?
El lunes sabremos si la moneda que está en el aire cae en euro o dracma. Sigue la saga.