Paradoja excluyente (o la vocal perdida)

Este titular me llamó mucho la atención: “Bogotá mejor para todos y todas”: un juez obliga a cambiar el lema de la ciudad para usar lenguaje incluyente. Me pregunté por qué se llama incluyente cuando en realidad divide a la sociedad en dos, deja por fuera a toda la comunidad LGTBI y abre el debate sobre si debe decirse primero todas o todos. Es una paradoja burlona: en español, la forma incluyente es el plural masculino, que incluye a todas las personas de la sociedad, sin necesidad de entrar a diferenciarlas entre sí, mientras que el llamado incluyente fuerza su descomposición granular para abarcarnos a todos.

En América Latina hemos convivido con una fórmula alternativa que es el uso de ustedes para referirse a los otros: «¿Ustedes van a ir a cine?». No hay que acudir a la fórmula que según el juez sería obligatoria en España (salvo Andalucía y Canarias): «¿Iréis vosotros y vosotras a cine?». Queda a la imaginación de una persona LGTBI decidir si se incluye en el vosotros o vosotras, pero siendo consecuentes, habría que pensar en una fórmula alternativa para no excluirles de entrada.

La e final de ustedes resuelve esa paradoja. Hay quienes utilizan la arroba o una equis para suplirla, pero creo que tod@s somos conscientes de que es un enredo total que en el fondo muy probablemente terminará excluyendo a alguien. ¿Estamos listos para hablar de todes, por ejemplo, para tratar de integrarnos de nuevo en un conjunto? (Sigue leyendo »»)

Rock stars, un aperitivo

La llegada a Lucca nos sorprendió con todas las vías principales cerradas. Tratamos varias alternativas hasta que encontramos un parqueadero subterráneo a un kilómetro del centro histórico. Era obvio que la ciudad se preparaba para un gran evento, pero no teníamos ni idea de qué se trataba. Veíamos gente de todas las edades circulando en masa, hasta que vi a otro turista con un mapa que parecía tener la agenda de eventos del día. Era un gringo. «¿Qué hay especial hoy?», le pregunté. «Concierto de los Rolling Stones. Vinimos desde Roma a verlo con mi amigo». Le dije a F que si hubiéramos planeado venir a Lucca el 23 de septiembre a ver a los Rolling Stones no lo habríamos logrado tan bien como lo hizo el azar.

Empezamos a caminar hacia la ciudad amurallada. Lucca es una ciudad donde viven cerca de 90 mil personas. Se esperaban 60 mil para el concierto en la noche. Nosotros llegamos al mediodía y ya sus calles estaban llenas de fanáticos de la banda. Cuando atravesábamos el puente sobre la vía del tren, F me preguntó que si Mick Jagger no había fallecido ya. «No, está vivo todavía, creo que acaba de ser bisabuelo. Pero créeme, el día que muera, donde quiera que estemos, nos vamos a enterar». De ese tamaño es el fenómeno de los Stones. F lo confundió con Chuck Berry. (Sigue leyendo »»)

De espaldas al país

Llegué al departamento de Ciencia Política de Los Andes cargado de preguntas. Después de cinco años resolví muy pocas pero salí aún con muchas más. Las desconcertantes declaraciones de la congresista María Fernanda Cabal, también politóloga uniandina, sobre la calidad mítica de la masacre de las bananeras en 1928 ha reavivado muchas de esas inquietudes que tuve cuando fui estudiante.

A mitad de carrera, un grafiti que apareció en Las Aguas y que decía La Universidad de Los Andes: de frente a Monserrate, de espaldas al país causó cierto malestar entre profesores del Departamento de Ciencia Política: «¿Realmente estamos de espaldas al país? ¿Es una expresión justa?». Cuando yo me gradué diría que la respuesta era sí. No he seguido mucho al Departamento desde entonces, no sé si la respuesta siga siendo la misma. Es de apreciar, eso sí, que se pronuncie públicamente ante las declaraciones de nada más ni nada menos que una congresista de la República exalumna de la Universidad.

No culpo del todo a la congresista Cabal: que yo recuerde nunca estudiamos ese otro episodio de la historia negra del país, como cantó Joe Arroyo. Ahora que el Departamento se suma al comunicado contra Cabal me pregunto si en algún curso ahora se estudiará este problema, no solo el de la masacre de manera puntual, sino como expresión de las relaciones del capital con la clase trabajadora, del Estado con los campesinos, de la élite clasista y excluyente, y tantos otros contextos y procesos que ilumina tan dolorosa masacre. (Sigue leyendo »»)

Energía salsera

Hoy traigo para la serie Échale salsita una anécdota que viví hace poco con un melómano alemán en un matrimonio. Después de que reconocimos pasiones por Bach, Pärt y Glass entre otros, me preguntó qué era lo especial que en mi opinión tenía la salsa, porque él había intentado conectarse con la música pero no lo había logrado. Como salsófilo consumado, como paseante desde hace décadas de todo un continente incógnito para mi interlocutor, ¿por dónde empezar a responderle?

Lo primero que recordé fue la escena final de la bellísima película de Ridley Scott 1492 Conquista del Paraíso, cuando Diego, uno de los hijos del Almirante, le pregunta lo mismo a su padre: ¿cuál es tu primer recuerdo? Scott, ese maestro del detalle en el cine, termina su película con la gota de tinta que cae sobre el papel de la pluma del hijo esperando la respuesta del padre.

Ese fue el tiempo que me tomó tratar de elaborar la respuesta a la pregunta. Me hizo también pensar en el privilegio que fue nacer en la tierra de García Márquez, de haber vivido muchos veranos de mi infancia en la finca de mis abuelos, donde imperaba el olor de la guayaba. Cuánto pesar siento por todos los europeos que han muerto o vivirán sin conocerlo; con todo, es más complejo explicar la emoción por la salsa que el olor de la guayaba. Pero me lancé a intentarlo. (Sigue leyendo »»)

Un nombre para un gato

En la Villa ‘La Gioconda’, en Vinci, nos encontramos a un gato muy joven. Empezamos a jugar con él y nos siguió hasta la habitación. Rasgaba la puerta, la ventana y maulló toda la noche para que lo dejáramos entrar. Hacia las 7 de la mañana empezó la misma rutina y le abrimos la puerta. Saltó sobre la cama y se puso a dormir sobre las cobijas. F. me preguntó qué nombre le íbamos a poner.

En la noche insistió de nuevo y nos resistimos otra vez –hasta el amanecer. A las 7 le abrimos la puerta, jugó buen rato con nosotros y volvió a quedarse dormido sobre la cama. A la noche siguiente, después de regresar de paseo, no vimos rastro de él. Antes de partir esa mañana nos encontramos con un vecino de habitación que nos preguntó que si habíamos escuchado a un gato que no lo dejó dormir en toda la noche. Cuando no lo vimos al regresar, llegué a pensar que este vecino lo había secuestrado y abandonado en algún pueblo cercano. Sentí tristeza por su destino y lo extrañé.

A la mañana siguiente fuimos a preguntar al administrador que si tenía noticias del gato. Nos lo encontramos jugando en la terraza de otros vecinos. Ni siquiera nos determinó. Nos vio a la distancia y siguió indiferente jugando con sus nuevos amigos. ‘Después de dos noches maullando porque lo dejáramos entrar, después de permitirle que durmiera en la cama, ¿ahora ni nos determina?’, comenté con cierta indignación. ‘Gatos -exhaló sobrecogida de hombros F.: ¿Querías darle un nombre? Ahí lo tienes: ese gato se llama Deseo’.