Decía García Márquez que los verdaderos amantes del cine son los que van solos a la función matutina, como parte de su vida y no en plan social acompañados como sucede con las funciones nocturnas. Algo similar podría decirse de Dónde Fidel: los verdaderos amantes de la salsa son los que lo visitan en la tarde, no en plan social como en la noche. Obviamente es una declaración provocadora y pronunciada antes de la era digital.
Ir a Donde Fidel en el mediodía cartagenero es una experiencia similar a ir a escuchar música en la sala Aurelio Arturo de la Biblioteca Nacional en Bogotá. Esta hora me la sugirió el DJ de Quiebra Canto en Cartagena. Como no había mucha gente, me animé a pedirle una canción para bailar con mi pareja: La Quinta Guajira, de la Orquesta Broadway:
“Ajá, te gusta la salsa sinfónica —me dijo—, tienes que ir a Donde Fidel al mediodía, estarás literalmente en tu salsa”. No conocía el lugar y me gustó esa sensación de que me abrían la puerta a un paraíso escondido en la ciudad. Como esos huecos underground de Bogotá donde se entra tocando una clave en la puerta sellada.
Llegué a Donde Fidel al mediodía. Sonaba Rompiendo el violín, de los Jóvenes del Hierro:
Tal como lo predijo el DJ me sentí en mi salsa de inmediato. Me sorprendió además ver que salvo el hombre detrás del bar todo el mundo estaba concentrado en la música. Como en la Aurelio Arturo. Pedí una Póker y me senté en la barra. Fue entonces cuando entró una mujer joven con un vestido de flores semitransparente que dejaba ver que no llevaba sostén. Se sentó muy seria, pidió una Corona y mientras se acomodaba escribía en su celular.