Caprichos del niño interior (2)

No entendí el revuelo que causó la visita del youtuber Germán Garmendia en la Filbo 2016. No me refiero a la masa de fans que acudió a comprar su libro o simplemente a verlo, sino a la gente crítica que llegó incluso a pedir que no se volvieran a invitar youtubers porque la Filbo no era su espacio.

Me parece una veneración del libro como objeto físico y no como esa extensión de la imaginación que lo llamaba Borges. Como también lo son las videocreaciones de los youtubers. No pude ver más de un par de minutos de los videos de Garmendia, pues están hechos con esa técnica de los planos rápidos para no perder la atención del público que tanto me desespera. Pero es sin duda un lenguaje creativo en plena formación, más si se tiene en cuenta que Youtube apenas tiene diez años de creado.

De hecho creo que esta entrada también podría hacerla como videoblog. Alcanzo a imaginar la secuencia de recuerdos con imágenes vintage saltando una detrás de otra. La serie empieza con una fotografía del primer tocadiscos que tuve, un aparatico portátil de Fisher Price que me regaló mi mamá cuando apenas tenía cinco años. Venía acompañado de discos de 45rpm con los éxitos del verano de ese año. Para mí era una gran felicidad pasear con el tocadiscos y ponerle música a quien me encontraba. Aquí podría incluir una imagen mía sentado al lado del aparato y escuchándolo con extrema atención.

A mi papá se le alborotó el nacionalismo y pensó que nunca aprendería a apreciar la música colombiana si seguía escuchando los productos del imperio. Me regaló un disquito con el clásico Campesina santandereana, de Silva y Villalba, que más que cultivar mi gusto por la música colombiana logró hacerme fijar en el volcán de los senos de la campesina santandereana que tiembla al ritmo de su cintura. Prefería los que me regaló de Alfredo Rolando Ortiz, en especial el Pájaro campana. Caminaba feliz con el aparato listo para improvisar una sesión musical en cualquier lugar y momento. Era, pues, un pequeño hijo de Hermes, mensajero de la música.

Fue este recuerdo de mi niño interior el que finalmente venció para comprar el Bose Soundlink Mini II, el nuevo integrante de mi equipo de viaje. Le pregunté a mi círculo más cercano con cuál compositor debería de estrenarlo. Este fue el resultado:

Encuesta: ¿con cuál compositor debo estrenar EL juguete?

Encuesta: ¿con cuál compositor debo estrenar EL juguete?

Philip Glass fue el escogido. Luego pregunté que cuál obra de él, y agradezco mucho las rápidas respuestas, pues estaba a 15 minutos de estrenar EL juguete:

¿Con cuál obra de Philip Glass estreno EL juguete?

¿Con cuál obra de Philip Glass estreno EL juguete?

Preparé todo para darle la bienvenida al aparato. Me pareció excesivo preguntar que con cuál versión de Opening debería estrenarlo, así que seleccioné la del maestro mismo. Tal como lo sugirió hace meses mi niño interior, me conecté a la nube y escogí la versión ganadora. Pulsé play y me concentré en disfrutar la experiencia.

El sonido es realmente maravilloso. Obviamente no tiene la calidad o potencia del equipo de sonido pero sí es una solución ideal para escuchar música en la terraza, el balcón, el auto, el parque, la cocina, en todo lado mejor dicho. Eso sí, es un poquito pesado.

Mi niño interior vuelve a conectarse con su rasgo hermético de ser de nuevo el mensajero de la música, el mismo que me impulsa a ser DJ en Blip.fm y en esta bitácora utópica. En la documentación del aparato la empresa me augura muchos años de felicidad escuchándolo. Que así sea.

Disfrutemos: