Matches

Hay un hilo narrativo entre Stealing Beauty, de Bertolucci, Poetry, de Chang-dong Lee, y Paterson, de Jim Jarmusch: la búsqueda activa de la poesía. Y lo mejor: que todos la encontraron. Esa es la felicidad profunda de ver estas tres películas. Lucy comparte sus poemas mientras viaja, Mija mientras resuelve el crimen cometido por su nieto, Paterson mientras disfruta su vida cotidiana. He leído algunas entrevistas a Jarmusch en las cuales no he encontrado ninguna mención a Poetry, a pesar de que hay varios elementos en común, varios matches como con los que juega a lo largo de su película. La inspiración en el río, el viaje en el bus (o el tren de Lucy), el momento de inspiración que se desprende luego de la experiencia vivida y que se transforma en poema. Jarmusch lleva la historia de Poetry varios pasos más allá: nos habla del valor de la rutina para el trabajo creativo, de la necesidad de aislarse de los comentarios y la crítica para concentrarse en la experiencia poética, la sencillez tecnológica que requiere ese proceso (apenas lápiz y papel) y la necesidad de conservarla así para lograr un ambiente sin ruido.

Paterson se levanta todas las mañanas entre las 6.10 y las 6.30 de la mañana sin necesidad de una alarma, simplemente confiando en su reloj biológico. Los momentos que dedica a la escritura física son más bien pocos pero celosamente guardados. Opuesto a este orden creativo se encuentra el caos de la vida cotidiana, las charlas y los regalos inesperados que hace la vida. Ya es mucho lograr cierto método en medio de ese caos; ahí está la clave del alquimista.

¿Por qué escribir? (3)

Una de tantas respuestas de Rilke, tomada del prefacio de sus Relatos de Praga, escrita en Schmargendorf, febrero de 1899:

Este libro es todo pasado. La tierra natal y la infancia –ambas ya muy lejanas– son su trasfondo. Hoy no lo habría escrito así, y por tanto probablemente nunca lo habría escrito. Pero en aquel tiempo en que lo escribí me fue necesario. Hizo que me fuera querido lo que tenía ya medio olvidado y me lo regaló; porque del pasado solo poseemos aquello que amamos. Y queremos poseer todo lo que hemos vivido.

Momento Botticelli: el nacimiento de Mónica

Mónica Puig, medallista de oro

Mónica Puig, medallista de oro

Alucinante. Los Juegos Olímpicos vivieron ayer su momento Botticelli: el nacimiento de Mónica. La tenista boricua, que a principios de año no estaba ni entre las cien primeras de la WTA hizo un torneo de ensueño en el cual dejó en el camino a dos campeonas de grand slam: Garbiñe Muguruza y Petra Kvitová. La pregunta antes del partido era si podría continuar su gesta ante la actual número 2 del mundo, Angelique Kerber, vigente campeona del Abierto de Australia y subcampeona de Wimbledon, ambas finales jugadas nada más ni nada menos que contra Serena Williams.

Lo logró y de qué manera. Monica Puig hizo gala de un abanico de golpes contundente y exquisito a la vez: alternaba voleas una tras otra a las esquinas de la cancha para luego cambiar el ritmo y dejar drop shots con algodón. Fueron al menos cuatro las ocasiones en las que la misma Kerber aplaudió sus jugadas, en una muestra de deportividad muy bella de su parte.

Puig tuvo la medalla olímpica a tiro en el segundo set, pero Kerber demostró que no era una convidada de piedra, si bien para ese punto ya le había sucedido lo peor: no su dolor de espalda, sino que Puig con su día de eficaz gracia le había roto la moral. Kerber jugó todo el tercer set con lágrimas en sus ojos, llegó a exclamar Todo juega en mi contra. Esto en una mujer que ha jugado finales de Grand Slam. Su rostro hacía recordar el de Roger Federer ante una nueva derrota con Rafael Nadal, en la que se llegó a hablar de que sufría ya del Síndrome Nadal. Era conmovedor ver al tenista mallorquí consolando al suizo incontenible con sus lágrimas. La batalla épica de ayer también estuvo bañada en lágrimas: las de felicidad de Puig y las de frustración e impotencia de Kerber.

El 5-0 en el tercer set, la frescura en el cuerpo de Puig que decía que si el partido fuese a 5 sets ella no tendría ningún problema contrastaba con la lucha interior de Kerber por no derrumbarse y terminar el partido, algo totalmente insólito en una deportista alemana. Puig apenas cedió un juego, que no fue ninguna cortesía con Kerber, para ir por el Oro en el último con 5-1 a favor: Kerber tuvo hasta 6 bolas de quiebre por cuatro de medalla olímpica de Puig. Un partido épico que ya es parte de los anales del tennis.

La nueva campeona olímpica de 22 años dejó con su juego una declaración transparente: ha nacido una nueva estrella. Los aficionados al tennis tuvimos anoche la oportunidad de imaginar cómo fue ese momento mágico en el que Botticelli dio por terminada su obra: el nacimiento de Mónica Puig.

Sonó La Borinqueña por primera vez en unos Juegos Olímpicos. Cerremos esta entrada con otro de los himnos de Puerto Rico, ¡felicidades campeona!

 

Regalos anónimos

De las cosas que más gratamente sorprenden al viajero utópico en Amsterdam es la amplia gama de actividades artísticas que hay en la noche. Durante 5 años participé en el taller de escultura de los martes en la noche en MK24 y 1 año en el de cortometrajes de los sábados. Como estos cursos hay muchos y es una de las mejores actividades para conocer personas con afinidades similares a las de uno.

Hombre corriendo con estuche de violín

Hombre corriendo con estuche de violín

No es extraño entonces encontrarse con artistas aficionados que llevan carreras profesionales disímiles. Uno de los casos más famosos es el del neurocirujano que una noche de 1982 donó una de las esculturas más célebres de la ciudad, la del Hombre corriendo con estuche de violín (Rennende man met vioolkoffer), también conocida como Hombre corriendo a tomar el tranvía 10, que pasa en la Marnixstraat. Pocas personas sabemos quién es el artista y pues no queda más que respetar su deseo de anonimato. Una pista: es el autor de otro violinista famoso en la ciudad. (Sigue leyendo »»)

El Boogaloo, historia de un homicidio musical

Después de disfrutar de esta excelente crónica de Oliver Wang en The Guardian vi el maravilloso documental We Like it Like That, que reseña el nacimiento y caída del boogaloo… ¿Caída u homicidio? En la Bitácora Utópica hemos registrado varias formas del asesinato como una de las bellas artes no contempladas por De Quincey. Hoy podemos agregar una nueva: el asesinato musical.

Como narra el documental, en los años sesenta los reyes del mambo eran Tito Puente, Eddie Palmieri y Machito. De súbito Joe Bataan, Pete Rodríguez, Johnny Colón empezaron a surgir como estrellas musicales con su recién creado boogaloo. El artículo de Wang hace un excelente recorrido musical también por esta historia.

Lo que nos deja fríos como espectadores es ver la conspiración que tuvo lugar para acabar con estas jóvenes estrellas. De hecho, ahora que empiezo a detallar la escena del crimen, me doy cuenta de que podría incurrir en un spoiler sin quererlo. Así que solo me queda recomendar el artículo de Wang y el documental para aclarar el misterio. Hora y media de emoción intensa garantizada.

El misterio que sí parece aclarar es el del coro en Eso se baila así, el clásico de Héctor y Willie Colón, donde cantan Boogaloo no va conmigo, que tú lo quieres vacilar ¡vete pa’llá! una frase que nunca —quizás hasta hoy— había podido entender precisamente en ese boogaloo:

httpa://www.youtube.com/watch?v=xwOdPM0y-Mc

La duda de incluirlo en las formas artísticas de De Quincey se encuentra en su renacimiento en los últimos años. Lo que sí deja mal sabor de boca fue el destino que corrió Pete Rodriguez, alquimista de música adoptado por la industria farmacéutica: ahí queda eso.

httpa://www.youtube.com/watch?v=MenOmqIBmIM