Debilidades académicas (o no puedo sacarte de mi cabeza)

En mi último paseo por las librerías me encontré con varios libros dedicados a Bob Dylan como parte del conocido Efecto Nobel. No voy a entrar en esa discusión antipática de si se lo merecía o no, si no hay cantantes que han hecho mayores o mejores aportes que él, etc. Hace años se filtró una lista del sonajero de la Academia sueca en el que ya figuraba el nombre de Dylan y mucha gente se lo tomó en broma. Probablemente el, la o los académicos que sugirieron su nombre se tomaron como una cruzada personal la demostración de que sí puede haber un cantante como ganador del premio.

Por supuesto que no tiene nada de raro. Basta con remontarse a Platón para recordar sus comentarios sobre los poetas y por qué deberían de ser expulsados de la ciudad ideal. Tomé al azar uno de estos libros dedicados a Dylan y no puedo negar que escuché el eco del filósofo griego. No hay escritor que no lamente el poder emocional de la música sobre la literatura: bastan unos acordes para evocar todo un universo de emociones, mientras que el verso aún más eficaz palidece como la luz de una vela ante el fulgor del volcán iniciado por la música. Pero esos versos ya sin compás son otra cosa: no es lo mismo leer “eres el metrónomo que marca el compás de mi corazón” que escucharlo con música. Creo que fue un éxito de los setenta u ochenta ese estribillo, con toda la parafernalia de mercadeo asociada (tarjetas tipo Timoteo, camisetas, tazas, etc.). (Sigue leyendo »»)

Nafpaktos (3). Cervantes y un poema lepantino

Sigo recordando con emoción ese momento en que paseé con mi bicicleta por Villanueva de los Infantes, el lugar desde donde Don Quijote empezó su andadura. A pesar de que siempre tenía presente que era un personaje de ficción, lo que me emocionaba era sentir, pensar, que ese lugar había sido el escogido por Cervantes para abrir su novela. Ahora que tenía la oportunidad de ir a Lepanto y ver el lugar donde perdió el uso de su mano izquierda sentí una emoción similar pero contradictoria: como zurdo no dejaba de ser algo masoquista ir a Lepanto y quizás salir de ahí como otro manco de Lepanto, a la vez que contemplar el lugar que en un día cambió la vida de Cervantes.

Nafpaktos, como se llama Lepanto hoy en día, es un bello pueblo griego, muy bien cuidado y con todas las facilidades de una ciudad. Tiene incluso una librería-café muy bien dotada, Adagio II (p.e. estaba toda la obra de Yalom en la que descubrí dos libros nuevos), con una selección hecha con lo mejor de cada tema. Desafortunadamente solo tiene pocos libros en otros idiomas, apenas una colección de poesía bilingüe griego-inglés. En uno de ellos encontré un poema anónimo lepantino a Cervantes, que traduciré al final.

En la memoria colectiva de Nafpaktos la batalla naval de Lepanto es el evento más importante acontecido en toda su historia. Hay tres museos dedicados a documentar la batalla; uno de ellos, la Torre Botsaris exhibe obras de varios pintores que la dibujaron, como Vasari y Tintoretto, trabajos que nos permiten imaginar cómo se enfrentaron más de 150.000 hombres en esta batalla en el golfo de Patras. (Sigue leyendo »»)

Nafpaktos (1). La batalla de Lepanto

Vista panorámica de Nafpaktos

Vista panorámica de Nafpaktos

El 7 de octubre de 1571 se enfrentaron las armadas del Imperio Otomano y la Santa Liga. La flota de los otomanos, comandada por Alí Bajá, consistía de 328 naves: 208 galeras otomanas, 56 galeotas y 64 fustas, sumando alrededor de 90 mil hombres. La Santa Liga, comandada por Juan de Austria (hermanastro de Felipe II), estaba conformada por 270 barcos: 206 galeras, 6 galeazas y 70 fragatas más algunos barcos auxiliares, para un total de 83.000 hombres (Fuente). Entre todos protagonizaron la famosa batalla naval de Lepanto (hoy Nafpaktos), la más espectacular de todo el siglo XVI y probablemente de la Historia. Recordemos que la batalla del Puente de Boyacá, que le dio la independencia a Colombia en 1819, fue librada por menos de cinco mil soldados.

Cuesta imaginarse este despliegue de hombres y poder en el tranquilo mar de la foto superior. Hay que acudir a las ilustraciones de la batalla en el golfo de Patras (la foto superior fue tomada desde el castillo y la fortaleza de Nafpaktos que aparece en esta ilustración arriba a la derecha):

Fernando Bertelli, Die Seeschlacht von Lepanto, Venedig 1572, Museo Storico Navale (550x500)

La batalla empezó temprano en la mañana, pues alinear todos los barcos tomó cerca de dos horas, y hacia las cuatro de la tarde ya se había consumado la derrota de los otomanos, que perdieron cerca de 30 mil hombres, la tercera parte de su flota fue hundida, otra tercera fue confiscada y la parte restante alcanzó a regresar a Constantinopla. (Sigue leyendo »»)

Profiling

De visita por Bruselas me cuenta mi hermana que una de las estrategias de la policía belga para prevenir los ataques de terroristas es el profiling, la acción de filtrar a las personas por su aspecto físico. Para la inteligencia belga esto es posible porque, como en el juego de Plaza Sésamo, muchos de estos niños son como los otros:

Célula terrorista de Bruselas

Célula terrorista de Bruselas

No voy a negar que tengo fotos mías parecidas a estos jóvenes terroristas, así que ya sé que no debo sorprenderme si me requisan en la calle. De hecho fui a escribir a un café y al salir de la estación del metro me pidieron dos soldados fuertemente armados que por favor abriera mi maletín. Me hablaron en francés y les respondí en holandés. «Ah, ¿habla holandés?», y de inmediato se relajaron. Vaya profiling. Empezamos incluso a charlar de manera casual. Les pregunté que cómo podría salir de esa estación, pues las salidas que conocía estaban selladas. Me dieron unas indicaciones y creo que de haberles pedido un selfie con ellos habrían aceptado.

Pensé también que una forma novedosa de cometer suicidio sería lanzarles el maletín que llevaba, como en la broma viral del jeque falso en Australia. Pero lo que más me sorprendió fue descubrirme a mí mismo haciendo profiling de las personas con las que viajaba en el metro. Traté de perfilarlas un vagón hacia adelante y otro hacia atrás. Y la gran ventaja del verano es que no es necesario llevar chaquetas o abrigos, entonces la sospecha se reduce a los maletines ahora.

Al pasar por Maalbeek sentí el escalofrío que producen las huellas de la muerte, a la vez que me alegré porque hubieran rescatado los emblemáticos dibujos de Benoît van Innis. Antes me subía al metro y me gustaba imaginar historias con las personas que veía, a sabiendas de que la realidad es mucho más rica y diferente. Mi primera batalla para vencer el miedo a un nuevo ataque pasa por volver a ese juego, sin ocultarme que el riesgo aún está presente. Es decir, profiling -> lo mínimo.