A través de la frontera (2)

Termina el mes de la filosofía en Holanda. Son increíbles todos los recursos y escenarios que tienen los filósofos para ejercer su tarea. Revistas, cafés, tertulias, premios, eventos como el que ya llega a su fin por este año, un espectro que en suma le da mayor vitalidad a la sociedad holandesa.

Fui a la charla de Carolien van Bergen con el libro de A. para que lo firmara la autora. Cuando se lo entregué me preguntó que de dónde venía. Le respondí que de Colombia, y a pesar de su experiencia con viajes largos, le pareció que era una distancia considerable. “Todo empezó muy casual –le dije–: salí a darme una vuelta por el barrio hace más de 15 años y ya voy por acá”. Le alagó saber la influencia de su libro en A., y tuve que confesarle que desafortunadamente aún no lo había leído, pero sí el de Ruud Welten, Het ware leven is elders (La vida verdadera está en otra parte). Según la charla de Van Bergen, comparte ciertos temas con Welten, la pregunta por la naturaleza del viaje, la experiencia del turista, cómo asumieron sus viajes filósofos renombrados como Kant y Derrida, y las preguntas éticas sobre la actitud de los viajeros del Primer Mundo al Tercero. Muchos temas para intercambiar con ella.

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Pensando en ti

F. me pregunta que en la escala de Me tienes loco cuál es el valor opuesto. Le respondo que el abanico es muy grande. Le hablé de casos extremos como La cuchilla de Las Hermanas Calle. Después de escucharlas por cierto mecanismo de protección todavía cree que este éxito es una broma enorme. Digresión: en una era en la que hacen tesis de doctorado sobre etiquetas de Twitter, ¿cuántas tesis de posdoctorado se ha perdido la sociología o los estudios de género porque las hermanitas Calle atacaran con una cuchilla de esas de afeitar y no con ácido?

Obviamente, a pesar de cierto tono inocente en la pregunta, sabía que F. quería saber en realidad cómo es mi estilo de separación, no vaya a ser que le saque una cuchilla de afeitar y le mate de paso a la mamá. Bien vista, es una pregunta fundamental a la hora de querer una relación en serio con otra persona. Hay libros dedicados a este tipo de preguntas. En el juego de predicciones de Google si uno busca “Questions that you should ask before…” la mayoría de sugerencias están relacionadas con el matrimonio.

La ventaja de enamorarse de un latino salsómano es que el espectro de canciones que acompañan ciertos momentos vitales es muy elocuente —solo que hay que conocer muy bien la salsa para interpretar bien la respuesta. Le respondí que en el caso de ella probablemente le dedicaría Pensando en ti, el clásico de Cheché Mendoza. (Sigue leyendo »»)

El cuarto piso

El próximo sábado A. cumplirá 40 años. Siente que se le acabó la juventud y por su actitud a mí me parece que está entrando en una segunda adolescencia, quizás tercera. “Lo más duro es ver cómo de todo lo que creía que iba a alcanzar antes de los 40 no he conseguido ni el cincuenta por ciento. Ya llegué al cuarto piso y solo puedo sentir que he fracasado en mi vida. ¿Tú cómo lo llevas?”, me preguntó, como si fuera un muerto viviente, o casi. Le dije que cuando cumplí 40 había experimentado varias novedades: mi primer examen de próstata, mi primer ataque de gota, los primeros correos de spam ofreciéndome viagra, seguros de defunción y uno especial en el que me anunciaban que acabada de ser escogido Woman of the Year, adelantándose a una posible operación de cambio de género, tan de moda hoy en día.

“Pero a ti te esperan otras novedades más duras –le dije mientras me ponía cara de que si acaso existían peores noticias–: entrarás a formar parte de ese grupo de cuarentones que tanto rechazabas, si llegas a fijarte en un hombre menor te llamarán inmediatamente cougar y probablemente tendrás que enfrentarte a la primera cana en el pubis”. Rápida y entre sonrisas me respondió que esa no le preocupaba porque hacía dos años se había hecho la depilación permanente con láser. “Estás bien preparada entonces”, le dije.

Descubrí un secreto a mis 25 años de manera muy prematura: la mejor edad para una mujer está entre los 40 y los 55, que es cuando se sienten más a gusto consigo mismas y más dispuestas a buscar con determinación y sin importar la opinión de los demás lo que les gusta y lo que quieren. Sin embargo, siempre me he preguntado en qué momento se da ese cambio de la joven mujer que llega al cuarto piso y la que empieza a disfrutarlo, en qué momento se transforma la angustia por la pérdida de la juventud en ganas de disfrutar sin importar el mañana. A. siempre se ha golpeado con las expectativas que se crea y de ahí que tenga una lista muy larga incumplida a una semana de entrar al cuarto piso. ¿Será que en algún momento esa lista se refunde, la quema, la pierde, la olvida y encuentra así la puerta a su edad dorada? Por una parte siento la alegría de imaginar a A. madura, por otra siento tristeza por perder su identidad de joven. ¿Qué más cosas cambiarán en ella? Sea como sea, ¡feliz cumpleaños A.!

El arte del selfie (9). Narciso revisitado

A. puede resultar un poco irritante con su insistencia de que ya todo lo han dicho los griegos: «El primer selfie de la humanidad se lo tomó Narciso cuando se vio reflejado en las aguas del arroyo, es decir, en la pantalla de cristal líquido de su móvil o tableta —y ya sabes cómo terminó».

Selfie en Meteora

Selfie en Meteora

Después de leer la noticia de que en 2015 han muerto más personas por tomarse un selfie que por ataques de tiburones es evidente la vigencia del mito de Narciso, como señala A.. Yo mismo casi entro a engrosar esta infame lista por un selfie que me tomé en Meteora; no se alcanza a ver, pero en ese momento estoy al borde de un precipicio, con mi espalda flotando en el aire. Si en un futuro me llegase a encontrar con el titular Muere por tomarse un selfie en Meteora podré sentir cierta empatía con ese Narciso viajero.

Cuenta la leyenda que el propósito del mito de Narciso era servir de parábola edificante para los jóvenes griegos, mostrarles el riesgo de perderse en el cultivo de su propia imagen a costa de relacionarse, conocer y apreciar a los demás. Después de ver el borrador de la película de un amigo, le pregunté que por qué ese salto frenético de un cuadro a otro, como si fuera un videoclip musical. Me dijo que era la única forma de mantener la atención de los jóvenes en la pantalla, pues sentían el impulso de mirar el móvil cada tres segundos: «Si les pones un plano largo los perdiste». ¿Habrá que reescribir los mitos en 140 caracteres?