Peter Shaffer, caminando con un amigo, comentaba el caso de un joven adolescente que había dejado ciegos a seis caballos cerca de Suffolk, en Inglaterra, en 1973. «¿Qué pudo llevar a ese joven a cometer ese crimen?», le preguntó el amigo. Shaffer prometió escribir una obra que sirviera como respuesta. El resultado fue Equus, una obra de teatro impactante que nos confronta con el sentido de la rehabilitación y el cambio a través de la terapia, del ejercicio por normalizar a una persona para que se adapte a la convivencia en sociedad: «¿No pierde su identidad el paciente al ajustarlo para que sea uno más del montón?», se pregunta el psiquiatra Martin Dysart, encargado de tratar al joven Alan Strang, cuyo apellido evidentemente es un juego de palabras con Strange.
Sidney Lumet llevó la obra al cine y nos dejó una película fuerte, en términos de impacto emocional, en esa confrontación con la locura inexplicable. Ya decía Erich Fromm que la principal tarea del ser humano es mantenerse cuerdo, y la historia del joven Alan Strang nos lleva a explorar las consecuencias de fallar en esa tarea.
Varios medios de comunicación en Colombia señalaron la similitud tipográfica entre algunos de los afiches de la película con el de los edificios Equus en Chapinero en Bogotá, a la que también habría que agregarle una de las más conocidas revistas dedicadas al mundo equino. De todas las cosas que se han mencionado de Rafael Uribe, el joven arquitecto que diseñó los edificios, no aparece su gusto por la equitación, luego es plausible pensar que efectivamente el nombre de los proyectos está relacionado con la película. (Sigue leyendo »»)