Lecciones no aprendidas

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La semana pasada se presentaba Matar a Jesús, una película colombiana que trae una vez más el tema de los sicarios y las barriadas de Medellín, esta vez con un giro: ¿qué hubiera sucedido si Héctor Abad decide vengar por propia mano el asesinato de su padre? Héctor en la película es una joven fotógrafa. Me invitaron a verla, vi el trailer en Youtube y me pareció que ya había visto 90% de la película. La misma sensación con tantas cosas que siguen sucediendo en Colombia. Pero esta vez escuché a mi inconsciente decir «qué fijación con la violencia». Cada vez que me adentro más en la Comunicación no violenta me doy cuenta de cuánto le gusta a la gente educar con fuete, o decir que cuando alguien no actúa bien, le hizo falta fuete. Quizás de ahí viene la necesidad o el deseo de millones de colombianos por ver cómo los jefes de la Farc hacen una procesión donde deben ser linchados para terminar crucificados. Una inversión perversa de la crucifixión de Cristo: el que actúa mal debe ser así tratado, como Cristo camino de la cruz. Esos sí se lo merecen.

Loving Pablo también se perdió de ese paso adelante que dio Virgie en la narración del negocio: hay juegos de poder que reflejan muy bien cómo se mueven los hilos en el país y eliminó a un personaje clave en la narración de Vallejo: el Ajedrecista, de quien narró cómo Sarmiento Angulo le blanqueó capitales, si bien en su ego ella no es consciente de que se acusa de una maldad peor: quiso educar a Escobar para que aprendiera a blanquear de manera tan limpia o incluso más sofisticada que el Ajedrecista. Es decir, haberle subido el nivel a Escobar. Y como el negocio sigue adelante, es de suponer que hay gente que sigue blanqueando muy bien, mientras la atención de la gente (cineastas incluidos) sigue enfocada en las metralletas de los sicarios o el sadismo del Patrón.

2

La jugada más criminal de Escobar por la que pasarán décadas sin ser juzgado (y quizás jamás) fue la filtración del plan del M-19 al Ejército colombiano, como lo narra su hijo Sebastián Marroquín. Hoy se sabe que el Ejército tenía conocimiento del plan al menos dos meses antes y que optó por la estrategia de La ratonera (atrapar al M-19 dentro del Palacio) en lugar de prevenir la toma. De nuevo, Vallejo nos cuenta que la Toma era una excusa perfecta no solo para volar el ala que contenía todos los procesos contra Escobar, sino también la que contenía todos los procesos por violación de los derechos humanos del Ejército colombiano. Una carambola a tres bandas: golpe al M-19, destrucción de los archivos contra Escobar, contra el Ejército. Cuenta Vallejo que Escobar le dijo que había sido el millón de dólares mejor invertido en su vida. De ñapa, el Ejército se regaló acabar con elementos molestos como el magistrado auxiliar Carlos Urán. Uno de esos desaparecidos de la retoma del Palacio que niega la congresista María Fernanda Cabal. (Sigue leyendo »»)

Paramilitares

Hay varios puntos de contacto entre los asesinatos de Adnan Khashoggi y Dimar Torres: el abuso del poder del Estado; el ensañamiento; la célula asesina y torturadora; la motivación política.

En una entrada pasada me sorprendía que los líderes de las Farc todavía no hubiesen experimentado siquiera un atentado. Pensé que era una señal de respeto y civilización nacionales, pero viendo la reacción internacional ante el crimen de Khashoggi, parece ser que es el manto de la comunidad internacional y el esfuerzo del gobierno por no exponerse a ella la que contribuye a que permanezcan vivos.

Ya van más de 120 miembros desmovilizados de las Farc asesinados. Por poco no se cuenta a Dimas Torres, porque la célula militar asesina lo dejó a medio enterrar cuando sintió la presencia de la comunidad y salieron huyendo. Las grabaciones ocultas en el consulado saudí revelan que Khashoggi fue descuartizado en vida. Lo que la comunidad cuenta (porque según el ministro de Defensa Botero solamente fueron algunos disparos propios de un forcejeo) es brutal, barbárico a morir: señales de tortura y hasta mutilación genital.

¿Qué tipo de soldados trabajan en el Ejército de Colombia? ¿Cómo es posible que alcancen tal grado de barbaridad? La creación de los paramilitares fue un esfuerzo por disociarlos de estas prácticas barbáricas, de salvar la imagen y honor de la institución, pero ahora que han sido descubiertos, ¿cómo explicar o justificar esto? ¿cómo se entrenan soldados para cometer semejantes delitos? Ya el general Villegas se apresuró a decir que habían actuado al margen de la ley.

Más de 120 desmovilizados asesinados son un patrón innegable. Se mezclan el ajuste de cuentas, el descaro de tomarse la justicia por propia mano (que es precisamente lo que combatían), la desconfianza de la JEP y, obviamente, el sabotaje al proceso de paz. Es supremamente descorazonador constatar que hay personas en el Ejército capaces de estos crímenes, entrenados para cometerlos y quién sabe cuántos más habrán ejecutado o les faltan por ejecutar.

Resulta entonces que uno de los grandes vacíos en los acuerdos viene a ser que no se creó un plan para desmovilizar estas células paramilitares del Ejército. Una omisión letal que, curiosamente, no aparece en las objeciones del gobierno actual al Acuerdo de Paz. Qué país.

Operación Jaque Mate

Me estoy preparando para leer el libro La batalla por la paz, del expresidente Santos, el también exministro de Uribe que nos quiso vender la Operación Jaque como el logro máximo de la inteligencia militar colombiana. Jaque fue descrita en el libro Operación Jaque. La verdadera historia, del periodista Juan Carlos Torres, con prólogo de Santos. En este libro se encuentran los vacíos y contradicciones que dan origen a concebir la Operación Jaque como Operación Conejo.

Veo todavía los Acuerdos de paz firmados con las Farc como la Operación Jaque Mate de Santos, como la tercera fase de la Operación Conejo –y que personalmente no me molesta en absoluto, la cortina de humo de las Farc debía disiparse desde hacía mucho tiempo. Lo que me interesa en particular es ver cómo el sistema político colombiano, el statu quo, logra mantenerse en el poder con los mismos cimientos del modelo que heredamos desde la Colonia y la Independencia a punto de celebrar sus 200 años de existencia.

De la experiencia de los diálogos del Caguán conocimos mejor la estructura interna del Secretariado de las Farc. Supimos que el ala fuerte (militarista) estaba conformada por Tirofijo, Raúl Reyes y Alfonso Cano. Hasta ese momento, la incapacidad del Estado colombiano para tocar el Secretariado les daba un aura de invencibilidad. Con los avances tecnológicos en la industria militar, fue cuestión de tiempo dar de baja a Reyes y Cano, los dos últimos grandes obstáculos que quedaban para buscar de nuevo una solución del conflicto armado a través del diálogo.

La Operación Jaque también contribuyó a este debilitamiento de la posición militarista de las Farc. Me pregunto entonces si en algún momento utilizó el gobierno colombiano las imágenes satelitales que se mencionan en los libros sobre Ingrid Betancur, en los cuales se sabía con precisión su ubicación, al igual que la de Reyes en el sur del país, y Márquez y Timochenko en Venezuela. Para el Secretariado tuvo que ser evidente que la guerra armada estaba perdida y que su propia supervivencia, después de la experiencia de Reyes y Cano, pasaba por la transición de las Farc a la vida política colombiana. ¿Qué más tiene que contar el expresidente Santos al respecto? (Sigue leyendo »»)

Una carta al pasado

Hay que reconocerle al presidente mexicano López Obrador su talento para el ataque sorpresa. Se sacó una carta que remueve siglos de historia de la manga. La he pensado desde varios puntos de vista y me sigue pareciendo absurda, más aún cuando el EZLN, la única guerrilla indígena de América Latina (en Colombia el Quintín Lame se desmovilizó a la par con el M-19), la ha desestimado por oportunista y extemporánea.

Este año celebraremos en Colombia doscientos años de “independencia”. Valga el entrecomillado, porque lo que hemos logrado en ese período, a grandes rasgos, es mantener la estructura racista, clasista y de castas heredadas de España. Ser blanco era un privilegio tal que obligaba al trato de don y doña, además de no tener que pagar impuestos; luego los criollos y mestizos, que podían disfrutar de ciertos privilegios de los nobles, y que a la postre terminaron liderando la independencia. Seguían los indios y los esclavos.

Cuando estudiaba Ciencia Política, cuando estudiábamos a Colombia y las teorías de Estado, siempre me intrigaba ese desfase entre la teoría y la realidad. Casi nada encajaba. Hablábamos de separación de poderes, incluso llegamos a estudiar los problemas que enfrentaba el Estado de Bienestar, algo totalmente desconocido en Colombia más allá de la teoría. Nunca dedicamos tiempo a estudiar o profundizar las estructuras políticas legadas por la corona española y cómo han logrado mantenerse hasta nuestros días. Sí, tenemos separación de poderes, elecciones democráticas, voto para hombres y mujeres, una Constitución pluriétnica y multicultural, pero la estructura de poder se sigue asemejando más a la legada por la Corona que a la de una nación-Estado. Elaborar todo esto da para una monografía de grado y es una tarea agradecida porque ayuda bastante para saber en dónde estamos parados.

La condición de los pueblos indígenas y las comunidades afrodescendientes son una buena medida de qué tanto hemos avanzado en ese proceso de independencia, si hemos logrado una sociedad igualitaria libre de las cadenas opresoras de las fuerzas dominantes. Al igual que la condición de los incipientes o inexistentes partidos políticos, los encargados de dar una visión y de ayudar a cultivar una identidad más allá del mito fundacional de la independencia. ¿Cuál será el balance?

¿Polos opuestos e irreconciliables?

1.

Como politólogo hay cuatro polarizaciones en el hemisferio occidental que me llaman la atención: el proceso de paz en Colombia, la fijación en el poder de Maduro, el Brexit y el independentismo catalán. Procesos en los cuales las sociedades están tan polarizadas que parece imposible encontrar un punto medio. Salvo el caso venezolano, donde las estadísticas no son confiables (como tampoco las elecciones que perpetuaron a Maduro), los indicadores marcan empates técnicos de 50% (población a favor del proceso de paz, del Brexit, del independentismo). Son procesos además que afectan el diario vivir de las personas: familias y amistades que se rompen por las diferencias políticas, economías que se ven resentidas por estos procesos: ¿llegará más inversión extranjera a Colombia con la perspectiva de reanudar el conflicto si se rompe el Acuerdo? ¿inyectarán más capital los chinos y rusos en Venezuela? ¿seguirán migrando empresas del Reino Unido al continente europeo o de Cataluña al resto de España? Todo un laboratorio en vivo para estudiar resolución de conflictos.

Como utopista también son interesantes, porque la resolución de conflictos requiere del planteamiento de escenarios posibles, un espacio donde ejercer la imaginación política, la formulación de soluciones utópicas (en su sentido factible). Son, como dirían los maestros zen, el fango necesario para que florezca la flor de loto: sin fango, no loto.

He ido observando también mi pensamiento sobre estos procesos y debo reconocer mi tendencia instintiva hacia el que creo que es el mejor escenario colectivo: desmovilizar y pasar por la justicia transicional en Colombia, soportar la presencia de las Farc en el Congreso por 10 años, favorecer la transición del régimen de Maduro a uno con más competencia para dirigir el país, en especial la economía, facilitar un segundo referendo con un margen de 65% para decidir si habrá Brexit o no, volver al voto paritario en Cataluña, donde las provincias separatistas no pesan más que los taberneses constitucionalistas. Con el tiempo han ido aprendiendo a convivir el politólogo con el utopista.

2.

Hace ya varios años mi amiga L me recomendó el libro Being Genuine: Stop Being Nice, Start Being Real, de Thomas d’Ansembourg, que me introdujo a la Comunicación No Violenta (CNV). L me había visto discutir  y me dijo que por la defensa vehemente de mis ideas, creencias o argumentos, me estaba perdiendo coincidencias y diferentes puntos de vista que enriquecerían mi pensamiento. Medité mucho sus palabras, le agradecí ese shock benjaminiano y empecé la lectura de d’Ansembourg.

Reconocí en especial el dolor por la pérdida de una amiga que quise mucho por una discusión sobre las Farc, que nos llevó incluso a cerrar un medio que habíamos creado juntos, al igual que otras escenas que se remontaban a décadas atrás en mi pasado. Reconocí mi falta de preparación para la polémica, el debate e incluso el diálogo. En ese camino me encontré también con una charla del Dalai Lama en la que comentaba que durante los recreos en su formación monacal el deporte que más le gustaba practicar era el debate, poner en discusión sus propias ideas con las de los otros. No para comprobar que se tenía la razón, sino para acercarse a la verdad. Como diría Borges, lo importante no es quien escribe el poema, sino el poema mismo.

3.

Al plantear las soluciones utópicas a los cuatro conflictos mencionados, me doy cuenta de que es precisamente la comunicación violenta uno de los principales obstáculos para hacerlas realidad, o siquiera para considerarlas entre todos, como jóvenes budistas que charlan en el recreo. Una parte descalifica a priori cualquier iniciativa que venga de la otra. Mientras pensaba en esto, una mujer negra musulmana con velo se sentó a mi lado en el metro. Lo tomé como una señal: ¿qué pensaría ella sobre mis creencias sobre la inexistencia de dios tal como lo definen las principales religiones? Me imagino que me llamaría blasfemo y me auguraría una vida en el infierno por profano. O lo mismo que ella creería sobre las otras religiones. Pensé que era una mensajera para traerme de nuevo a la realidad que enfrentan las utopías, pero igual no perdí de vista que esta escena es posible gracias al ambiente de tolerancia creado por los holandeses (que tampoco escapa del todo a las voces xenofóbicas o discriminadoras).

4.

Desafortunadamente todavía tengo mis recaídas en la comunicación violenta, en especial con temas que no quiero entrar a discutir y que me señalan el trabajo interior pendiente. Es cuando comprendo las dificultades que varios de los actores principales de los conflictos tienen, la incapacidad para considerar siquiera otro punto de vista y, más aún, ceder a una posición mejor para las dos partes..

Ahora, no entiendo muy bien por qué al pensar en esto me llegan imágenes de marchas colectivas, la última la del viernes pasado de los jóvenes por el cambio climático. Recordé páginas de Masa y poder de Canetti, y no estoy seguro si esta idea se la leí a él o no: el poder de la marcha colectiva es que si se hace de corazón, nos compromete con una causa, con un camino, con una utopía. Quizás no motive un cambio en los poderosos, en quienes sostienen la posición contraria o ni siquiera se plantean la de los marchantes, pero ese compromiso colectivo puede traer cambios a largo plazo. D’Ansembourg dice que la CNV es más un trabajo de jardinería que de coyuntura: no se trata de resolver un conflicto puntual, sino de preparar el camino para que cuando llegue el conflicto pueda ser resuelto de la manera más armónica posible, con consideración de las partes. Las marchas cumplirían también esa función de jardinería, como una invitación a convertir en acción el pensamiento, empezar por el primer paso: comprometerse.

El utopista ya ha hecho su trabajo, ha planteado posibles caminos y una metodología para alcanzarlos. Pero sigue ahora el trabajo del politólogo, que no ve tan claro cómo se van a resolver estos conflictos.