Giannis, el barbero samurái

Recién he descubierto un nuevo pequeño placer. Me dejo de afeitar durante una semana para ver cómo crece mi barba blanca hasta que me empieza a picar en el cuello. El pequeño placer es ir a la barbería de los marroquíes para que me afeiten.

Varios de ellos hablan español. La última vez me atendió Rachid. A la silla para cortar el pelo le cambia el cabezal, la inclina un poco y quedo en posición casi horizontal para facilitar la afeitada. Primero me pone unas compresas de agua tibia para dilatar los folículos, acompañadas por suaves masajes a presión. Luego toma la brocha y prepara la espuma en una pequeña taza. Empieza a esparcirla sobre mi barba incipiente hasta dejarla totalmente homogénea. Toma su navaja barbera y siento cómo el corte llega a la raíz de la piel. Cuando desliza la navaja por la traquea no puedo dejar de pensar que bastaría un leve corte de Rachid para desangrarme por la yugular. Es un toque de emoción añadido al rito.

Una vez terminado pasa a limpiar los restos de espuma con las compresas que usó al principio y luego las remplaza por otras con agua fría para cerrar los poros de la piel. Me aplica un aftershave y quedo muy contento con la sensación del resultado. Todo este placentero ritual por la módica suma de 5 euros. (Sigue leyendo »»)

Deudas herméticas

1.

Llegué al I Ching por una referencia que encontré en un libro de Jung. Luego, para mi sorpresa, la edición que conseguí, la de Richard Wilhelm, traía un prólogo del psicoanalista suizo que me impresionó mucho. Básicamente Jung dialogaba con el I Ching.

Me volví un asiduo del oráculo, tanto que hice años después un programa con monedas virtuales para consultarlo (que he de actualizar pronto, es del año 98), aunque mi método preferido es la lectura con los 50 tallos de milenrama, que es más dispendiosa pero tiene la virtud de que propicia el estado de concentración necesario para escuchar mejor el resultado.

En unas vacaciones de mitad de año trabajé como obrero para mis tías que se dedicaban al diseño de jardines. En los momentos de reposo, en medio de la naturaleza, me asombraba de ver las imágenes del libro a mi alrededor. Sentía que había sido escrito a partir de la experiencia humana, de la lectura sabia de la naturaleza. Recordemos que uno de sus prodigios es que su sistema de Yin y Yang fue el que inspiró a Leibniz para establecer el sistema binario, el mismo que está en la raíz de nuestra era digital: la representación de la realidad en unos y ceros. (Sigue leyendo »»)

Colombia no era una fiesta

1.

Ayer tuvo lugar la entrega oficial de las armas por parte de las Farc. Un hecho histórico que ha sido recibido con cierta indiferencia por gran parte de los colombianos y la comunidad internacional. ¿Es acaso una señal de escepticismo o la conciencia de haber dado un paso más en el proceso de reinserción de la guerrilla a la vida civil?

Como todo en este proceso, impera el pero: entregaron algo más de 7.000 armas pero aún falta recoger el contenido de 900 caletas, sin tener un indicativo aproximado de cuántas armas podría haber en estas. ¿Falta de transparencia de las Farc o sencillamente no llevan inventarios por vivir en la selva? Es de suponer que habrá una sorpresa similar cuando entregue el informe sobre sus bienes.

Así es muy difícil que el proceso termine de convencer a todos los colombianos, si bien el paso de mayor compromiso ya ha sido dado: el Secretariado está escoltado por el Ejército y más de 7.000 guerrilleros se encuentran ubicados en las zonas veredales y campamentos dispuestos para la desmovilización. Es muy difícil pensar que el Secretariado tiene un plan de fuga para llamar a levantar las armas de nuevo a sus militantes. El escenario más sombrío sería que quedaran células ocultas encargadas de reaccionar en caso de que algo le sucediera al Secretariado. Casi de película de ficción pero no es descartable del todo: quedan 900 caletas y no se sabe si son todas. Se conoce también la desconfianza histórica entre Farc y Estado.

Cuando se piensa que las Farc sabotearon el Caguán porque estaban convencidas de que se iban a tomar el poder con 20.000 hombres, hoy su desafío de momento no es gobernar un país de 50 millones de personas, sino mantener a sus casi 10 mil miembros unidos como movimiento político. Los antecedentes históricos, 5 grupos guerrilleros desmovilizados y ningún partido político sobreviviente conformado por ellos juegan en su contra. No en vano el presidente Santos anunciaba el fin de las Farc en París, mientras que Timochenko, optimista, insistía en decir que las Farc no se acaba sino que deja la vía armada como camino para la revolución.

2.

El desarme oficial no fue la única noticia relevante ayer: la revista Semana informaba que las 1000 empresas más grandes de Colombia representan el 80% del PIB, mientras que la Unión Europea imponía una multa histórica a Google (Alphabet) por el abuso de su posición dominante en el mercado. ¿Qué tal que en Colombia se impusieran sanciones por abuso de posición dominante en el mercado?

Ya el exministro Rudolf Hommes alertaba sobre este preocupante escenario hace unas semanas: la economía colombiana no está creciendo a buen ritmo y esto es preocupante para el grueso de la población que no pertenece a esas mil empresas colombianas. La sanción a Google se debe a que:

Lo que Google ha hecho es ilegal bajo las normas europeas. Niega a otras compañías la oportunidad de competir en igualdad de condiciones e innovar. Y lo más importante: niega a los consumidores europeos una verdadera elección de servicios y los beneficios completos de la innovación.

La economía colombiana no puede seguir en manos de élites extractivas, que no están generando riqueza sino absorbiendo la que produce la nación. La sanción de la UE aplica perfectamente a los oligopolios nacionales. (Sigue leyendo »»)

¿Por qué escribir? (4)

Anoche, mientras hacía trazos con tinta china, recordé, por enésima vez, uno de los trucos literarios más bellos que he leído, se encuentra en la séptima parte de La Veneciana, de Nabokov:


7.

Aquella noche, un poco después de la una, el viejo guarda, que trabajó anteriormente de ayuda de cámara para el padre del coronel, estaba dando su paseo habitual por los caminos del parque. Sabía perfectamente que su deber era puramente mecánico, ya que el lugar era absolutamente tranquilo. Invariablemente se acostaba a las ocho, el despertador saltaba con estrépito a la una, y el guarda (un anciano gigante con unas venerables patillas grises que, por cierto, eran siempre presa de los juegos de los niños) se despertaba, encendía la pipa, y gateaba hacia la noche. Una vez que había hecho la ronda del parque, de aquel parque tranquilo, volvía a su humilde cuarto, se desnudaba inmediatamente, y, vestido tan sólo con una camiseta imperecedera que hacía juego con sus patillas, volvía a la cama y dormía de un tirón hasta la mañana.

Aquella noche, sin embargo, el viejo guarda observó que algo no marchaba como de costumbre. Desde el parque observó que una de las ventanas del castillo estaba débilmente iluminada. Sabía con precisión absoluta que era la ventana del salón donde colgaban los valiosos cuadros. Como era un tipo sobremanera cobarde, trató de fingir que no había visto aquella luz extraña, y, con toda tranquilidad, decidió que aunque era su deber asegurar que no había ladrones en el parque, no tenía obligación alguna de cazar ladrones dentro de la casa. Y habiendo llegado a esa determinación, el viejo volvió a sus habitaciones con la conciencia tranquila —vivía en una pequeña casa de ladrillo junto al garaje—, y se quedó inmediatamente dormido como un niño pequeño, con un sueño que no hubiera turbado ni siquiera el rugido de un gran coche negro nuevo que alguien hubiera puesto en marcha a toda prisa, no sin antes haber encendido deliberadamente el silenciador.

Y así, este infeliz anciano inofensivo, como un ángel de la guarda, atraviesa momentáneamente esta narración para desvanecerse rápidamente en los brumosos dominios de los cuales le ha hecho venir hasta aquí el capricho de una pluma.


Poesía pura. En dos párrafos Nabokov dibuja al viejo guarda para guardarlo de nuevo en el tintero en el párrafo final. Esa es la magia de la escritura –o el escritor como mago. ¿Quién que haya visto a un mago en su infancia no cayó rendido a sus trucos? ¿Cómo lo hizo? Esta misma fascinación es la que nos lleva a explorar el mundo y, a quienes nos gusta escribir, a anotar todos esos trucos que nos regala la realidad: esta es la esencia del realismo mágico, no los elefantes que enhebran agujas o las vírgenes que ascienden al cielo. Escribir es compartir con otros esos personajes e historias que se encuentran en un tintero y que nos hace dibujar una pluma caprichosa.

El flautista de Hamelin, v. 2.0

Ayer, mientras iba en el tren, fui testigo de la conversación más extraña entre padre e hijo que he escuchado hasta ahora. Leían juntos El flautista de Hamelin. Al niño le parecía mágico el don del flautista, hasta que se empezaron a ahogar los ratones en el río: «¡Qué muerte más cruel!», dijo con los ojos abiertos. Quizás el padre para prepararlo un poco para la escena más cruel que venía en el cuento decidió contarle la historia del pueblo donde encerraron a todos los ratones en un contenedor en altamar para que después de un tiempo empezaran a comerse entre ellos mismos.

El niño no podía creer lo que estaba escuchando. Yo tampoco: «¿Qué papá loco es este?». La historia es tan fuerte que incluso fue utilizada en la película Skyfall de James Bond, contada por Bardem; sospecho que de ahí la tomó. Al final le preguntó al niño que si él fuera uno de esos ratones en el contenedor cómo haría para ser el ganador.

El niño seguía desconcertado hasta que preguntó: «¿Y qué pasa con el ganador cuando ya no hay más ratones para comer?». Tomó por completo desprevenido al padre, que parecía creer que lo más importante de la historia era ser el vencedor al final. Siguió: «Solo le queda lamer huesos de muertos hasta que muera de hambre o de alguna infección». Era una conversación escatológica en todas las acepciones de la palabra. (Sigue leyendo »»)