Esas cosas de la sincronicidad. Me escribe Isa (mi madre) a contarme que ella sí se ha dado cuenta de cuando le hago la broma del contestador, solo que acepta el juego porque entiende que estoy ocupado: «Boba no soy». Me cuenta también que llamó al número de teléfono que teníamos antes y me dice que ya no existe más.
Le cuento que cuando me cambié de casa en Bogotá llamé por error al teléfono del apartamento anterior para escuchar el contestador y me llevé un susto tremendo cuando me contestó un hombre con la misma voz mía diciendo que era Daniel Ramos. Le colgué y no volví a marcar ese número jamás, qué susto me dio: «¿No te dio miedo que te sucediera lo mismo?». Respondió perpleja: «No se me ocurrió». «Del susto que te salvaste», le dije. Le pregunté qué era de la vida de la familia cutting edge y me dijo que justo hacía poco había visto por televisión al hijo haciendo cola para comprar el nuevo Iphone 7 en Washington. «¿Sí era él? A mí también me pareció verlo y creo que fue por eso que recordé la historia del contestador», le comenté. A veces parece innegable que efectivamente todo está dicho en la infancia.