Llegué al departamento de Ciencia Política de Los Andes cargado de preguntas. Después de cinco años resolví muy pocas pero salí aún con muchas más. Las desconcertantes declaraciones de la congresista María Fernanda Cabal, también politóloga uniandina, sobre la calidad mítica de la masacre de las bananeras en 1928 ha reavivado muchas de esas inquietudes que tuve cuando fui estudiante.
A mitad de carrera, un grafiti que apareció en Las Aguas y que decía La Universidad de Los Andes: de frente a Monserrate, de espaldas al país causó cierto malestar entre profesores del Departamento de Ciencia Política: «¿Realmente estamos de espaldas al país? ¿Es una expresión justa?». Cuando yo me gradué diría que la respuesta era sí. No he seguido mucho al Departamento desde entonces, no sé si la respuesta siga siendo la misma. Es de apreciar, eso sí, que se pronuncie públicamente ante las declaraciones de nada más ni nada menos que una congresista de la República exalumna de la Universidad.
No culpo del todo a la congresista Cabal: que yo recuerde nunca estudiamos ese otro episodio de la historia negra del país, como cantó Joe Arroyo. Ahora que el Departamento se suma al comunicado contra Cabal me pregunto si en algún curso ahora se estudiará este problema, no solo el de la masacre de manera puntual, sino como expresión de las relaciones del capital con la clase trabajadora, del Estado con los campesinos, de la élite clasista y excluyente, y tantos otros contextos y procesos que ilumina tan dolorosa masacre.
Me gradué con la primera monografía que estudiaba en el Departamento la desaparición forzada en Colombia, otro tema de la historia negra que no se trataba y no sé si se tratará ahora como parte del desarrollo político colombiano. Como dijo la congresista Cabal, «los desaparecidos del Palacio de Justicia ya están apareciendo», lo cual reafirma que sí existieron y que tampoco fueron un mito. No sobra recordar que la desaparición forzada es un crimen de Estado y que ha sido el interés colectivo por aclarar los sucesos del Palacio de Justicia el que ha hecho que estos desaparecidos aparezcan. Las cifras de la desaparición forzada en Colombia, desde las primeras registradas en 1977, sobrepasan los cinco mil casos (hay cifras que hablan de más de 50 mil). Una evidencia contundente de las cotas que ha alcanzado la guerra sucia en el país.
El Departamento prefería concentrarse en el estudio minucioso de los procesos electorales, de los inexistentes partidos políticos de hoy en día, para continuar con lo que podríamos llamar la historia blanca u oficial, aquella que dice que la democracia en Colombia tiene una larga tradición, apenas interrumpida por un golpe militar y la Junta que lo remplazó. La desaparición forzada no encuadra en esta versión de la historia y por ello se deja como hecho aislado, a pesar de que está reconocida y penada en el artículo 12 de la Constitución Política colombiana. La conclusión casi cínica de ese tipo de análisis es que Colombia, por tradición democrática, es un país que tiende a la centro-derecha: exterminada la izquierda, ¿qué otra dirección queda? De ahí a calificar la desaparición forzada como mito comunista hay apenas un saltito.
No entraré en descalificaciones personales, pero hasta donde recuerdo María Fernanda Cabal no estaba sola. Era parte de un grupo representativo del mismo pensamiento que ella expresó libremente en la polémica en la W. Es curioso que ella llame mito la masacre de las bananeras cuando para entonces el país casi que entraba en el calificativo de república bananera. El impacto económico de la United Fruit Company fue considerable ( Ciénaga llegó a ser el tercer exportador mundial de banano en la década de los 20). Como tampoco que ella utilice la expresión recoger trabajadores, que conoce cualquier terrateniente colombiano porque eso es lo que hacen con sus camiones, ir a recoger trabajadores para sus tierras, así sigue siendo la informalidad laboral en el campo colombiano. Alcanzó a afirmar que era imposible recoger hoy en día tres mil campesinos para trabajar, ignorando flagrantemente que la United llegó a tener subcontratados a más de 30.000 campesinos.
Lo que más me apena del negacionismo de Cabal es que revela que sigue viviendo con mentalidad de república bananera: el país tiene unos dueños cuyo ejército no es tan malo como lo pinta la amenaza comunista. Y, como mencionaba, la congresista Cabal no está sola. Lo vergonzoso entonces no solo es que ella niegue la masacre sino que exprese que su mentalidad feudalista no se transformó un ápice luego de pasar ni más ni menos que por el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Los Andes.
El discurso de Cabal está de frente a su clase y de espaldas al país. En su momento fuimos varios los que pedimos un cambio de pensum que incluyera estos y otros temas, sentíamos esos vacíos enormes en nuestra formación. Queda visto que si no se estudian o debaten en la Universidad se puede salir graduado de ella convencido de que la masacre de las bananeras o los desaparecidos son mitos comunistas –y mucho me temo que estos ejemplos apenas son la punta del iceberg.
No es menos lamentable que para refutar a la congresista Cabal los politólogos uniandinos tendremos que recurrir a fuentes externas porque no contamos con estudios propios al respecto, no hay un aporte politológico uniandino que podamos citar para comprender las causas y consecuencias de tan lamentable hecho. Si el Departamento sigue sin abordar estos grandes temas de la historia nacional, ¿por qué se pide peras el olmo?