Alguna vez, ya harto del tema de la independencia antioqueña, le pregunté a mi abuela materna, paisa hasta la médula, que por qué Antioquia no se separaba de una buena vez y dejaba de molestarnos con ese tema, que si se sentían tan superiores que arrancaran solos su camino y dejaran de aburrir con el tema. Dos veces me habló ella con solemnidad extrema, esta fue una de esas: «Mijito, uno nunca habla mal de sus raíces». He tratado de seguir esa máxima, pero aún me sigue ganando el espíritu crítico. Me gusta mucho ver que siguen siendo parte de Colombia, que le han bajado el tono al nacionalismo, y que en general se reconocen parte de un todo más grande.
También me gusta mucho ver y saber cómo habitantes de todas las regiones del país van haciendo de Bogotá la capital de todos y todas, relegando a los rolos a la minoría que somos en realidad. No hay nada mejor que le haya sucedido a Bogotá: llena de rolos es una ciudad insufrible.
Da grima ver que España no ha sido capaz de consolidar esa imagen de nación para todas sus autonomías. El separatismo catalán, inspirado sobre todo por la creencia de que España nos roba y solos nos iría mejor, refleja ese problema de quienes no han podido integrarse en algo más amplio, que no saben valorar la riqueza cultural española y sentirse parte de ella.
Mucho revuelo ha causado la cláusula de renovación de Messi (D10S también en esta bitácora) que le permite dar por terminado su contrato con el Barça si no juega en una liga top (española, inglesa, francesa, alemana o italiana). El Barça es la cifra de cómo funciona Cataluña en España: sin la nación española, Cataluña no sería jamás tan próspera; sin jugar en La Liga, el Barça no sería el club global que es hoy en día. Es lo que han entendido también los proponentes de Tabarnia: en un mundo cosmopolita, globalizado, ser catalán, español y europeo es de por sí fuente de riqueza, ¿por qué aislarse en el sentimiento de superioridad?
El mismo Barça lo ha reconocido públicamente: su futuro pasa por pertenecer a La Liga. Es un chiste cruel ponerse a imaginar cómo sería la liga catalana, sin mencionar que como le ha dicho en todas las formas la Unión Europea, no será bienvenida a pertenecer a ella: adiós Liga de Campeones, adiós Liga Europea. Messi lo tiene muy claro: si la independencia no sirve para jugar en una liga top, si no permite jugar con los mejores, ¿de qué va?
Por el contrario, es un gesto de generosidad increíble con su club: el Barça limitado a la liga catalana entraría en bancarrota solo tratando de pagar el salario del astro hispanoargentino.
Así, la posición de Messi en el Barça se puede ver como la clave para resolver el problema del separatismo catalán: otra señal de la necesidad de construir a Tabarnia, o de consolidar a Barcelona como comunidad autónoma fuera del alcance del separatismo catalán para seguir creciendo en una liga top. No en vano D10S siempre va tres segundos más rápido que todos.