Me encontré con esta reflexión del maestro Tsuyoshi Yamamoto el pasado 14 de octubre:
Un barco no puede moverse sin agua
Pero si entra agua al barco, se hunde.
Debes saber cómo usarlo.
Me trajo un instante filosófico que tuve hace muchísimos años, cuando trabajaba como asistente de jardinería en la pequeña empresa de mis tías. Leía por esa época el I Ching. El jardín en el que estábamos trabajando era el de una hacienda a las afueras de Bogotá. En los momentos de descanso, rodeado por la naturaleza y muy cerca de la imponente cordillera, era inevitable sentir cómo muchas de las reflexiones del Libro de las Mutaciones estaban inspiradas en esa realidad.
Pensé en esa particularidad de los elementos que menciona de paso el maestro Yamamoto: una gota de agua, una pequeña llama, un puñado de tierra, la suave brisa en nuestras manos son controlables. Pero en grandes volúmenes nos pueden aplastar: un maremoto, un incendio, una avalancha o un huracán pueden arrasar ciudades enteras. Es ese balance con los cuatro elementos el que permite que nuestro barco navegue y no se hunda –a veces.
Descansaba sobre la montaña con F cuando le conté esta reflexión y me dijo: «Esto también lo sabemos los dueños de gatos: si fueran grandes como los tigres o leones, ya nos habrían devorado». Fue también lo que en otra forma concluyó hace siglos Pericles: Todo en su medida y armoniosamente.
Un encuentro feliz entre Oriente y Occidente, como el que nos regala el maestro Yamamoto con su Jazz, su forma medida y armoniosa de interpretarlo. A disfrutar lectores utópicos: