Momento mágico: cuando la utopía se hace realidad. Como el Barcelona de Guardiola, un equipo que trazó nuevos ideales a los demás. No faltaron sus críticos (faltaría más que la crítica desapareciera con la utopía alcanzada): que mucho toque toque y de aquello nada, que puso de moda el fútbol horizontal sobre el vertical, que entre tanto pase se les olvidó que el objetivo del juego es marcar goles, que tanta posesión para que en un contragolpe de segundos le anoten un gol. Varias de estas críticas desconocen convenientemente las murallas que tuvieron que crear los otros equipos, forzando el juego horizontal y con bastante toque para tratar de romperlas. Y no siempre fue posible.
Este equipo dejó a un hombre terriblemente enamorado. Bueno, a muchos más, pero la particularidad de este hombre es que es el presidente deconstructor del equipo archirrival. El Barça de Guardiola le trazó el mapa de su utopía: crear un equipo que gane todos los títulos pero, sobre todo, que enamore.
Su fórmula del éxito es muy sencilla: jugar con los mejores. Desde esta perspectiva, solo un observador vulgar se atrevería a decir que a él lo que le gustan son los fichajes galácticos y ejercer con soberbia su músculo económico. Nada que ver: la excelencia cuesta, contratar a los mejores tiene su precio y, qué le hacemos, no todo el mundo puede pagarlos.
El entrenador para Florentino no es más que el capataz de su obra, el ingeniero que tiene que hacer realidad su utopía. Ocho entrenadores han pasado por el banquillo mientres él ha sido el presidente deconstructor del Real Madrid. Con la probable salida de Ancelotti va para el noveno. Es un tópico pero viene al caso: la locura es repetir el mismo acto una y otra vez y esperar un resultado diferente. Florentino sigue cambiando técnicos a la espera de que alguno finalmente logre interpretar su partitura. Todo parece indicar que seguirá intentándolo una y otra vez. Continuará sin atender las señales del destino.
Una de ellas se llama Álvaro Morata. Jugador canterano del Madrid, tuvo que emigrar a la Juventus porque no encontró lugar en la mediática BBC. En la Juve el apoyo del entrenador y la continuidad en el juego lo han hecho titular. El mensaje a Florentino no puede ser más claro: le anotó dos goles al Madrid y lo dejó por fuera de la final de la Champions. No basta entonces con tener a los mejores en la plantilla, se necesita la mano del alquimista que sea capaz de convertirlos en lo mejor de sí mismos haciéndolos crecer dentro de un equipo.
Porque más que un ingeniero supervisor de obra, el técnico es un alquimista. Es el que tiene el secreto de la flor de oro. Al director de un club no le queda más opción que entregarse con fe a su trabajo. Ancelotti ha demostrado que es uno de los mejores, dará pena verlo marchar sin permitir que termine su obra. Florentino nos deja toda una lección a los viajeros utópicos.