Se preguntaba LS en un trino al ciberespacio libre por qué se había firmado el Nuevo mejor acuerdo posible en el Teatro Colón. Un amigo acudió a la respuesta fácil de que era el mejor escenario para una farcsa. Yo a la más fácil aún de que era el espacio apropiado para los actores del conflicto. Hasta que el nombre de Colón me dio otra respuesta.
Hace algunas semanas me sorprendió por primera vez el aborto del despegue de un avión (¿un abortizaje?). He llegado a tal punto de costumbre que ni siquiera la sensación de la aceleración me logra distraer de la lectura. Pero esta vez sentí cómo el piloto frenaba largo cinco veces seguidas hasta que fue evidente que no íbamos a despegar. Llevó el avión al mismo puerto de embarque y allí empezó un protocolo de una hora para revisar que todo estaba en orden para autorizar el nuevo intento de despegue.
La aviación es hoy tan segura que uno se sube con la confianza de que irá de A a B con el 99.9% de probabilidades de que llegará bien e incluso a tiempo. Por ese orden de magnitud está la seguridad aérea. Pienso entonces en el viaje de Colón a descubrir la nueva ruta a las Indias, en el acto casi suicida de abordar un barco que debe llegar a B con la única certeza de que se parte de A: todo lo que está en frente es la dimensión desconocida.
Es una cifra bellísima del trabajo creativo y, más aún, de la vida misma: nacemos en A y no tenemos ni idea de cuándo llegaremos a B. Tanto Augusto Roa Bastos en su Vigilia del Almirante como Ridley Scott en su 1492: Conquista del Paraíso registraron con acierto y belleza la incertidumbre de ese viaje.
El gobierno de Santos y las Farc han firmado un compromiso que nos debe llevar de la Colombia de hoy (punto A) a la Colombia utópica (punto B) del Acuerdo. Podríamos ponernos en modo vuelo y confiar en que los pilotos nos guiarán de A a B con algunas turbulencias pero sin mayores contratiempos. Pero son tantas las variables que más que a los viajeros contemporáneos nos asemejamos es a esa tripulación guiada por Colón que no sabía muy bien a dónde iba. Quien quiera que haya escogido el Teatro Colón envió un claro aviso a navegantes. A remar pues.