Mi querida amiga H. me envió una fotografía del libro de Galeano que está leyendo ahora, Los sueños de Helena, y yo quedé embelesado por las ilustraciones de Isidro Ferrer, que nunca había visto antes. H. se compadeció de mí y me envió una copia del libro de regalo.
Antes de empezar a leer el texto disfruté al máximo las ilustraciones. Me parecían obras de arte en sí mismas, incluso vi en Ferrer a un excelente alumno de Tàpies, hacía ya un tiempo que una obra de arte no me excitaba tanto. Pasé a leer los sueños de Helena, la compañera de Galeano, y quedé un poco desinflado con la escueta línea que le dedica Galeano a las ilustraciones de Ferrer:
Las obras de Isidro los acompañan, de la mejor manera.
Al leer los cuentos veía cómo Ferrer realmente se inspiró en ellos para hacer sus obras de arte. Me sumergí en la deep web para buscar alguna página perdida que no se alcanzó a incluir en el libro y me encontré este texto:
«Helena tenía una pequeña mesa en el mercado de los sueños. Un joven ilustrador buscaba materiales para su trabajo y le llamó la atención los sueños que ella ofrecía. Isidro, el joven ilustrador, sacó de su mochila algunas de sus obras y Helena le dijo: «Acabo de tener un sueño, que tú ilustres los míos». Tomó varios de sus sueños y los empacó con apremio en la mochila de Isidro. Él le agradeció con timidez su confianza y se despidió diciendo algún día te sorprenderé. Años después, cuando Helena había regresado a Buenos Aires, se volvieron a encontrar en el mercado de sueños de la ciudad. «¡Isidro! Qué sorpresa verte por acá, no me lo creerás pero hace poco soñé que vendrías». Él le respondió: «No me lo creerás tú tampoco, pero soñé que estarías acá y he traído tus ilustraciones». Esta vez no llevaba una mochila sino una maleta. Puso lado a lado sobre la mesa de Helena los sueños que ella le había dado con sus ilustraciones. Helena muy emocionada los encuadernó y este es el libro que tiene el lector entre sus manos».
Del libro me quedo (además de las ilustraciones de Ferrer) con dos sueños de Helena: El imperio del miedo y Vuelo sin mapa.
El imperio del miedo
Durmiendo, nos vio.
Helena soñó que hacíamos fila en un aeropuerto igual a todos los aeropuertos y estábamos obligados a pasar, a través de una máquina, nuestras almohadas.
En cada almohada, la almohada de anoche, la máquina leía los sueños.
Era una máquina detectora de sueños peligrosos para el orden público.
Vuelo sin mapa
Ella era el avión. Tendida en la noche, volaba.
De pronto, se dio cuenta de que había perdido el rumbo, y ni siquiera recordaba adónde debía ir.
A los pasajeros, los pasajeros que su cuerpo contenía, no les importaba nada ese despiste. Todos estaban muy ocupados bebiendo, comiendo, fumando, charlando y bailando, porque en el avión de su cuerpo había espacio de sobra, sonaba fuera música y nada estaba prohibido.
Tampoco ella estaba preocupada. Había olvidado su destino, pero las alas, sus brazos desplegados, rozaban la luna y giraban entre las estrellas, dando vueltas por el cielo, y era muy divertido eso de andar atravesando la noche hacia ningún lugar.
Helena despertó en la cama, en el aeropuerto.
Un fuerte abrazo de agradecimiento y felicidad, querida H.