Uno de los principales argumentos contra las utopías es su costo, que les da ese aire de inalcanzables. El coronavirus nos ha traído varios laboratorios utópicos que nos tomará muchos años a los cronistas utópicos para seguirlos y analizar sus resultados.
1. Macrolaboratorio ambiental
Un utópico diría: ¿qué tal si disminuimos el tráfico aéreo y el transporte público en general por 2 o 3 semanas en todo el mundo? Ya imaginamos las respuestas de los realistas, pero el covid-19 nos ha dado esta oportunidad y el experimento de momento es asombroso. Disminución drástica del aire contaminado en las ciudades en confinamiento, renovación de espacios naturales, todo un respiro para el planeta, estaremos a la espera de los datos sobre los efectos en la capa de ozono. Este macrolaboratorio utópico pone sobre la mesa la pregunta sobre el sentido del trabajo de los humanos: ¿necesitamos producir tanto? ¿no deberíamos de trabajar menos horas? ¿es imperante balancear el trabajo en oficina con el teletrabajo?
El planeta Tierra nos reafirma que los humanos apenas somos una especie invasora. Como sucede en Chernóbil, una vez cerrado el espacio para los humanos, vuelven la flora y fauna salvajes a ocupar el espacio. El planeta no nos necesita para sobrevivir, al contrario, lo estamos acabando con nuestra febril actividad.
2. Microlaboratorio social
Un utópico diría: ¿qué tal si las personas tuvieran que hacer un retiro de 2 o 3 semanas solas o con sus familias, lejos del ruido de las ciudades (incluso podría ser todos en sus casas) para dedicarse más tiempo a sí mismos y a sus familiares? De nuevo podemos escuchar el utópico estruendoso de los realistas, pero es justo lo que estamos viviendo ahora, con la excepción de los nativos digitales, todos aquellos que viven en las redes sociales y apenas notarán cambios en su vida cotidiana, salvo que sus timelines se llenarán de nuevos contenidos virales y los filósofos de Twitter tendrán más trabajo que de costumbre.
La tasa de divorcios en las ciudades chinas afectadas por el covid-19 está al alza. La principal razón de divorcios en Neerlandia es el distanciamiento vital entre las parejas, el crecimiento por caminos separados. Estas semanas de confinamiento podrán aumentar estos casos también. En Hijos de la medianoche Salman Rushdie afirmó que detrás de la puerta de cada hogar había una novela. El covid-19 ha puesto en marcha incontables obras de teatro detrás de esas puertas y no sabremos cuántos saldrán inmunes de esa experiencia, o qué cambios tendrán lugar; como dijo un joven en Twitter: «He pasado las primeras 24 horas encerrado en casa con mi familia. Parecen buenas personas». Bien podría ser un tiempo de redescubrimiento, quién sabe.
3. Estados al desnudo
Un utópico se pregunta: ¿cómo enfrentarían los Estados a un enemigo común que los ataca simultáneamente? ¿Se unirían en un frente común? ¿Lucharían individualmente por sus intereses? ¿Qué tan bien preparado está cada Estado para confrontarlo? En otras palabras, ¿cuántos aprobarían los stress tests (como se hace con los bancos) a los que los sometería esta prueba? Los realistas dirían que este tipo de pruebas son imposibles de hacer. Hasta que llega una pandemia y deja a los Estados al desnudo. En efecto, no todas las utopías son amables.
Ahora que le podemos tomar el pulso a cada nación afectada es claro cuáles son las que tienen más capacidad para sobrevivir un embate de estos. También el estado de sus clases políticas, de sus líderes en especial. Una prueba que pocos están pasando. Nos hemos llenado de líderes burocráticos que no son más que mensajeros de los poderes fácticos, de gente con muchos títulos académicos pero con poca experiencia y conocimiento de las instituciones y, sobre todo, de la realidad a la que llegan.
La geopolítica nos muestra a las superpotencias con políticas opuestas a más no poder: un Estados Unidos que solo piensa en sí mismo, que inclusive quiso apropiarse de la potencial vacuna alemana para sus ciudadanos nada más, y una China que ve al mundo como un gran tablero de Go y sigue con su plan de expansión. La rica Europa le comprará millardos de euros en material sanitario, y quién sabe hasta cuándo resistirá la tentación de pedirle apoyo científico y humano también para sobrevivir la pandemia. En los países en vías de desarrollo la situación es más dramática, como es de esperar.
Tomemos a Colombia, con un presidente que cuando tiene que pensar en el bien común no sabe por dónde empezar, acostumbrado a atender por encima de todo a los intereses de los empresarios y oligopolios. Ahora todos los colombianos le pedirán que se comporte a la altura, que el Estado responda con medidas concretas para los problemas que se avecinan, y tristemente veremos las limitaciones de un Estado que solo existe para una minoría. La alcaldesa de Bogotá reconoce que a la hora de ayudar a familias de estrato 1 y 2 no se sabe en realidad de cuántas personas se está hablando porque no todas están empadronadas, ciudadanos que no les interesan al Estado, que no cuentan para nada.
En el transcurso de las siguientes semanas iremos descubriendo nuevos laboratorios. Sí, los realistas dirán que por esto no se hacen experimentos utópicos, porque son muy costosos. Pero no tendría que ser así. Estas utopías tienen en común que son escenarios para enfrentar problemas explícitos o latentes que no hemos querido afrontar. Hoy es el covid-19, mañana la transformación del sistema productivo que clama la Naturaleza: no hay recursos suficientes para este ritmo de vida. Que las vidas humanas que están costando estos experimentos sean el motivo para tomarlos en serio.