¡Flóper desquiciado! (Segunda parte)

Mis amigos madridistas me han azotado con las cuatro Champions en cinco años cuando les digo que el Madrid no juega a nada. Como parte de mi utopismo llegué a pensar que la eliminación por parte del Ajax sería un punto de inflexión para crear escuela o buscar un estilo de juego propio. Parecía una tragicomedia ver al Madrid cual cíclope herido en su ojo buscando a tientas su camino por la cueva. Llamadas a Mourinho, Pochettino, Allegri, Zidane… Flóper seguía impenitente su tendencia a conseguir el mejor cromo posible, la mona plateada de su particular álbum Panini.

Es un meme de sobra conocido: con el dinero puedes comprar una casa pero no un hogar. Aplicado a Flóper: con el dinero puedes comprar los mejores cromos pero no formar un equipo. ¿Qué otra cosa tienen en común los entrenadores mencionados entre sí, salvo que son cromos costosos y de renombre? Una dirección deportiva a bandazos, a la espera de que llegue un mago y los devuelva por la senda del triunfo. Por ese afán de resultados no le dieron tiempo a Ancelotti, Lopetegui o Solari. Crear un estilo de fútbol, una escuela, es un proceso de años, pero como el Madrid es el Madrid, los entrenadores tienen que llegar con la varita mágica y ganar el triplete solo con sacudirla. Como le pasó a Zidane. (Sigue leyendo »»)

El editor perdido (2)

(Continuación de la entrada anterior)

5.

Fui suscriptor de la revista Semana, incluso por un par de años recién llegado a Europa. Varias veces sugerí que se cambiara su nombre a Quincena, porque la lectura de un ejemplar no era completa hasta leer todas las fe de erratas en el número siguiente. Cuando expulsaron a Gómez Buendía por autoplagio, me reí casi una semana entera porque la revista era el digno ejemplo del copy & paste. Aparte de las páginas de análisis sobre Colombia, todo lo demás era un refrito de las agencias internacionales. Envié una carta al director señalando esto y no sé si tuvo alguna repercusión; poco después empecé a notar un fenómeno paradójico desopilante: para enriquecer los cables que copiaban de las agencias extranjeras, decidieron enriquecerlos con la opinión de expertos nacionales, una idea muy buena salvo que en casi todas las ocasiones los expertos nacionales mostraban puntos de vista más ricos y hasta contradictorios con los de los extranjeros. Los pobres periodistas se volvían un ocho completo tratando de armar un artículo coherente. Pero la pregunta principal seguía flotando en el aire: ¿dónde está el editor? ¿por qué la revista no es capaz de proponer temas propios y se limita a seguir lo que le llega?

6.

El editor se parece mucho a ese guía al cual se le pregunta una ruta de viaje. Mejor aún, es el que diseña las rutas de viaje, el paseante que explora una ciudad para saber qué lugares recomendar de ella, qué posibles paseos organizar: ¿paseo arquitectónico, gastronómico, museográfico, terrazas, placer…? En un nivel más avanzado, cómo desarrollar la ciudad. A Victoria Ocampo y Jorge Gaviria los hermana su papel de editores: la primera vio la necesidad de crear un medio de comunicación entre Europa y América, en especial uno que llevase noticias de los americanos a Europa, tan vistos todavía como seres exóticos. Jorge detectó la necesidad de compartir la poesía a la intemperie, la que hacen los habitantes de la calle a merced de todos los elementos naturales y urbanos, la que nos habla del mundo visto a través de sus ojos. Obviamente él no tenía muchos recursos y nos dejó apenas un par de obras, nada comparado con los más de 300 números de Sur legados por Victoria y su sinfín de colaboradores, pero sí suficientes para hermanarlos en este punto: la capacidad para trazar una línea editorial como vector de fuerza hacia algún lugar o dibujar un mapa de navegación por la realidad.

7.

Brasil es de los pocos países que son autónomos culturalmente, como Indonesia. Es una sentencia fáctica con especial resonancia. Nos recuerda cómo los demás países estamos a merced de ese editor desconocido globalizado que nos dice qué observar o que señala caminos hacia dónde ir como individuos y sociedad, el que pone a circular la información (y de ahí el poder de las fake news). Si pienso en Colombia, veo cómo en sus principales medios escritos esa dependencia de las agencias internacionales cada vez se hace más dominante, al punto de que ya el papel del editor –si aún queda– se reduce a decir qué se copia y qué no. Ya ni sombra de esos quijotes que alguna vez quisieron ser contrapesos del poder, que quisieron ejercer como quinto poder, pues sus jefes son los cacaos del país. Para no ir más lejos, el personaje del año 2018 para el diario El Tiempo fue el fiscal Néstor Humberto Martínez, exabogado de la familia Sarmiento, los actuales dueños del periódico. Es dramático ver cómo sin ese guía que debe ser el editor el pensamiento propio se va diluyendo en las noticias que vienen de afuera. La cultura del entretenimiento lentamente se va carcomiendo el pensamiento crítico. Las consecuencias se reflejan en los niveles de producción intelectual propia y, sobre todo, en el nivel del actual debate político. El editor está perdido.

El editor perdido (1)

1.

De estudiante universitario me sucedía algo curioso (entre muchas otras curiosidades). Cuando me sentaba a terracear con un amigo de carrera o íbamos a almorzar en la calle, me pedían siempre limosna a mí y no a él. No me había dado cuenta hasta que él me lo dijo: «Increíble, siempre le piden a usted y no a mí». Lo más paradójico es que el del billete era él, no yo. Hablaba con mi amigo Jorge Gaviria, El Científico, sobre la percepción de miedo que causaban los habitantes de la calle y él en broma me decía que cuál miedo, al contrario, despertaban una gran solidaridad entre los bogotanos. «¿Cómo así?», le pregunté. «Basta con acercarse a una señora esperando bus en la calle, pedirle alguna ayuda y ella abre de par en par la cartera: “Tome lo que necesite”». Le comenté la curiosidad que me sucedía con mi amigo, le pregunté que según su punto de vista por qué se daba esto y me dijo sin pensarlo: «Porque se nota que usted es un bonachón». No me agrié la tarde preguntándole que si me estaba diciendo huevón.

2.

La consecuencia de esa experiencia bogotana me llevó a una de las escenas más vergonzosas de mi vida. En Quito, esperando el semáforo en verde para cruzar una calle, se me acercó un niño pobre y sin dudarlo le dije que no tenía dinero. «No se preocupe, solo quería preguntarle la hora». Me disculpé todo sonrojado y le di la hora. Desde ese día no me anticipo a nadie que se me acerque en la calle sin la mano extendida. (Sigue leyendo »»)

Dolor y polución en el laberinto

El plebiscito del 10/16 dejó constancia de la polarización del país frente al proceso de paz. Más de dos años después la polarización no cede, con la gran diferencia de que las fuerzas a favor del No están ahora en el poder. Era y es de esperar que busquen ahora introducir todos los cambios que en su momento el gobierno desatendió. En una situación ideal, estos cambios debieron de ser negociados en la mesa; hoy sabemos que la radicalización de estos grupos es tal que por ellos no habría proceso de paz ni desmovilización de las Farc. El deseo de sanción y venganza es más fuerte que cualquier otra consideración.

Hemos vivido una guerra sucia de larga duración. El precio de la desmovilización es aceptar la reconversión a fuerza política de las Farc, la justicia transicional, la sanación colectiva de las heridas. Pero aparecen organizaciones como la Corporación Rosa Blanca, conformada por exguerrilleras de las Farc, que denuncian violaciones, abusos sexuales y abortos forzados de miembros de la guerrilla. Se estima que son más de mil mujeres afiliadas y sus portavoces dicen que son más porque no todas se animan a denunciar. En un gesto hiperbólico contraproducente, una de sus líderes afirmó que podrían ser millones. Contraproducente porque exagerar las cifras siembra duda sobre la credibilidad de las denuncias. Ya el número de afiliadas habla por sí mismo, no es necesario multiplicarlo por millones. Además de los testimonios sobre el aborto, ¿algo más fuerte y contundente que muestren a sus hijos fruto de la violación como pruebas?

¿Qué camino seguir? (Sigue leyendo »»)

Detector de falsedades

1.

Anoche un par de niños ricos decidieron tomar prestado o robar la camioneta Mercedes todoterreno de su padre o madre. En una maniobra absurda frente a mi casa se chocaron con tres autos que estaban parqueados. A uno de ellos incluso le rompieron el eje trasero y dejaron la llanta acostada. Desde mi cuarto escuché el ruido del accidente; esperé a escuchar algún grito de auxilio y seguí durmiendo, hasta que unos minutos después volví a escuchar el ruido de otro accidente. Corrí a asomarme por la ventana y vi a los jóvenes tratando de huir, alcancé a ver la cara del joven conduciendo con risa nerviosa.. Perdieron una llanta trasera y aun así trataron de huir. El disco soltaba chispas pero esto no detenía al joven. Vi que los vecinos ya estaban llamando a la policía. Me puse los tenis y salí a ver qué había sucedido. También a decirles que el carro iba sin llanta y tenía que detenerse en un par de kilómetros, el motor no aguantaría tanto. Me señalaron la huella del disco en el piso: la camioneta dejaba su rastro registrado en el pavimento. El intento de fuga más ridículo jamás visto.

2.

Hace muchos años leí una noticia sobre las discotecas silenciosas que estaban causando furor en Europa en Semana. Debió de tratarse de un trabajo por encargo porque los jóvenes autores evidentemente no tenían ni idea de qué se trataba. En su nota informaban que eran fiestas en las que la gente se reunía, bebía, comía, bailaba pero sin hablar entre ellos. No mencionaban en absoluto el uso de audífonos conectados entre sí de manera inalámbrica, que son el rasgo distintivo de las fiestas silenciosas: todos los participantes se ponen estos audífonos, van a la pista de baile, escuchan la música que les transmite el DJ e incluso siguen sus instrucciones, como cuando les dice: «Say yeah!» y todos repiten a la vez, regalándole a los espectadores un espectáculo inusual. Uno los ve bailando sin escuchar la música. Esta experiencia la repetí en Atenas, al pie de la Acrópolis, cuando le di a F uno de mis audífonos para que bailáramos Traigo la salsa de Maelo. No había gente alrededor, era una fiesta privada entrada la noche, a la luz de la Acrópolis. (Sigue leyendo »»)