Pelea criminal

Empiezo repitiendo una cita célebre de Tyson:

The science of boxing is magnificent. The art is great. But when that art is projected onto another human being, the first punch that lands makes it ugly—really ugly.

En el documental con su nombre, de James Toback, Tyson elabora más esta cita, como un artista detallando los valores de su arte, en su caso, la velocidad, la potencia y la precisión. Un combate de boxeo se asemeja mucho a una partida de ajedrez y de ahí que tengan sentido los torneos de Chessboxing creados por el neerlandés Iepe Rubingh en 2003. Pero nada que ver con la pelea Mayweather vs McGregor del fin de semana pasado.

Mayweather azota a McGregor

La defensa que empleó McGregor era una invitación al knock-out técnico. Mayweather pudo lanzarlo a la lona desde el primer minuto, pero obviamente esto iría en contra del espectáculo. Fueron tantas las ocasiones que tuvo Mayweather de noquearlo que la única explicación de por qué no lo hizo fue que no quiso desvirtuar su victoria con un knock-out a lo Tyson.

El gran damnificado fue McGregor. En términos de ajedrez, fue una partida entre Magnus Carlsen y un campeón de Go. No le dio mate pastor pero se dedicó a tomar una a una sus fichas sin recelo alguno. Ya desde el sexto asalto el pobre rey de McGregor estaba groggy. Evidentemente el irlandés aguantó la tortura por su excelente condición física, pero habrá que ver a largo plazo las consecuencias de todos los golpes que recibió; probablemente no sea capaz de volver a pelear en dos años como mínimo. Como el bocazas que es, afirmó que en el round 10 tambaleó por fatiga; de fatiga por pelear como un aficionado, descargando toda su potencia sin dejar reserva alguna, para quedar totalmente atontado por los derechazos que estaba recibiendo. El juez se demoró nueve rounds en parar la pelea.

Cierro con otra cita de Tyson: «Al día siguiente de la pelea, Mayweather será arrestado por tentativa de homicidio en primer grado». Debería ser así, junto con todos esos tiburones inmorales que organizaron el combate. Fue criminal la zurra que le propinó, nada que ver con el boxeo.

Giannis, el barbero samurái

Recién he descubierto un nuevo pequeño placer. Me dejo de afeitar durante una semana para ver cómo crece mi barba blanca hasta que me empieza a picar en el cuello. El pequeño placer es ir a la barbería de los marroquíes para que me afeiten.

Varios de ellos hablan español. La última vez me atendió Rachid. A la silla para cortar el pelo le cambia el cabezal, la inclina un poco y quedo en posición casi horizontal para facilitar la afeitada. Primero me pone unas compresas de agua tibia para dilatar los folículos, acompañadas por suaves masajes a presión. Luego toma la brocha y prepara la espuma en una pequeña taza. Empieza a esparcirla sobre mi barba incipiente hasta dejarla totalmente homogénea. Toma su navaja barbera y siento cómo el corte llega a la raíz de la piel. Cuando desliza la navaja por la traquea no puedo dejar de pensar que bastaría un leve corte de Rachid para desangrarme por la yugular. Es un toque de emoción añadido al rito.

Una vez terminado pasa a limpiar los restos de espuma con las compresas que usó al principio y luego las remplaza por otras con agua fría para cerrar los poros de la piel. Me aplica un aftershave y quedo muy contento con la sensación del resultado. Todo este placentero ritual por la módica suma de 5 euros. (Sigue leyendo »»)