Encuentros con Amedeo

1.

Arribamos a Montmartre pasada la medianoche. De camino al apartamento que nos prestó una amiga para pasar algunos días nos encontramos con un aroma especial. Provenía de una panadería que tenía en su vitrina un afiche que decía Ganadora tres veces del título de mejor pastelería del año de Francia. Fue un guiño en la ruta que nuestra amiga nos describió para llegar a su casa. F., mi esposa y fotógrafa aficionada, ya había capturado varias imágenes que inmortalizó Brassaï. Le dije que a primera hora estaría en la panadería para traer una baguette y croissants para el desayuno.

2.

Llegué puntual. Había una fila un poco larga, señal clara de la calidad de la panadería. Se movía además con cierta rapidez; apenas había tiempo de decir buenos días y hacer el pedido. Vi muchas otras delicias pero entendí que no había tiempo para preguntar qué eran. Me limité a la baguette y los croissants. Emprendí mi camino de regreso con una sonrisa por los tesoros que llevaba bajo el brazo y un hombre de unos 35 años, vestido como un mendigo y que parecía recién salido de un bar, me saludó y me ofreció comprar un cuadro de Modigliani, una reproducción casi original de mi esposa Jeanne por €50. Traté de seguirle el juego, le dije que me gustaba muchísimo pero estaba un poco costoso para ser un casi original. Abrió la bolsa con los croissants y me dijo: «De acuerdo, lléveselo por este par de croissants y la baguette. Acepté para llevarle una sorpresa más a F. Le dije adiós y le envié saludos a Jeanne. Regresé a la panadería a hacer fila de nuevo. La vendedora me vio y creo que reconoció que ya me había atendido. Miró mi cuadro casi original recién comprado y dijo Modi con una sonrisa.

3.

F. abrió la puerta y me recibió con un beso. «Mira -le dije-. Acabo de comprárselo a Modigliani en persona». Le conté la historia y tuve la impresión de que creyó que me la estaba inventando: «A esta hora Modigliani debe estar profundo durmiendo». Igual la hizo reír un poco, puso el cuadro sobre la mesa y empezamos a desayunar.

Justo en ese momento llamó nuestra amiga J para preguntarnos si queríamos ir a ver una obra de teatro esa noche sobre la vida de… Modigliani. Le dije que no me iba a creer la historia que acababa de suceder. «¿Entonces es verdad? Leí en la prensa que el actor que lo representa está tan sumergido en su papel que se le ha visto vendiendo cuadros por Montmartre personificándolo». «Aquí estamos desayunando con el retrato de Jeanne con sombrero. Nos vemos esta noche».

4.

Cuando llegamos al teatro reconocí en el afiche y las fotos del montaje a Modigliani. Nos sentamos expectantes a ver la obra. Tenía tres partes:

En la primera aparecían sobre el escenario seis pares de esculturas de piedra, cada par era una cara esculpida por Brancusi, la otra por Modigliani. Entraban los dos artistas en escena e intercambiaban impresiones sobre su vida y el arte. Brancusi había roto hacía algún tiempo con Rodin sin tener muy claro cuál camino seguir. Fue en el mercado de los Amuletos donde adquirió sus primeras máscaras y esculturas africanas y empezó a hacer sus esculturas inspiradas en ellas. Modigliani se sintió atraído por los logros de Brancusi y este le convenció para que empezara a ensayar con la escultura. Le dio algunas de sus máscaras de regalo y era inevitable ver sus futuros cuadros prefigurados en ellas.

La segunda parte estaba dedicada a una danza contemporánea donde los bailarines iban adoptando las formas de los desnudos de Modigliani de su período después de la escultura. Modigliani los dirigía con su pincel y ellos iban armando el cuadro en 3D. Apenas lo lograban, se congelaban por unos instantes como para que el público pudiera memorizar las obras. Lograron representar cerca de ocho cuadros.

La tercera parte era la más dramática. Modigliani entraba a su casa como me lo había encontrado por la mañana, con la bolsa de croissants y la baguette en las manos. Jeanne lo esperaba. «Traigo croissants frescos, me los dio un elegante traficante de armas a cambio de una copia de tu retrato». J y F se sonrieron y me miraron: «¡¡Con que traficando armas en Montmartre!!». Agradecí que no pusieran en duda mi elegancia… Esta última parte se concentraba en el año final terriblemente trágico de la joven pareja y su bebé de escasos 14 meses de vida. Las dificultades de Modigliani para vender sus obras, la tuberculosis que cada vez era más manifiesta y él trataba de ocultar bebiendo alcohol, la amenaza de perder a la bebé por la incapacidad material para sostenerla, el deseo de Jeanne de casarse para tranquilizar en algo a sus padres. La escena terminaba con la tumba de Jeanne y Modigliani en Père Lachaise mientras Brancusi leía un poema dedicado a su amigo. Pasó un largo silencio hasta que alguien se atrevió a aplaudir.

5.

F y J insistieron en que pasáramos a saludar al actor, básicamente para burlarse de mí otro rato. «¡Ah, mi nuevo cliente! -dijo apenas me vio-. Mañana tendré otro cuadro para usted. Muy buenos los croissants, por cierto». Lo felicitamos por la obra y con cara bastante seria se despidió tajante: «No es fácil morir cada noche». Tomó rumbo probablemente a algún bar. F me dijo con auténtica preocupación: «Cómprale una botellita de leche también a la pequeña Jeanne».

6.

Le escribí un emilio a mi amigo C contándole la historia, haciendo especial énfasis en que al final F y J le dieron más importancia a que yo era un traficante de armas que a mi elegancia. C respondió de vuelta: «Se me adelantó a la historia que le iba a escribir, me pregunto qué pensaría si le hubiera llegado primero. Anoche nos pasó algo parecido. Estuvimos en La Candelaria y cenamos con José Asunción Silva, por supuesto vestido con traje de época. Estuvimos de sobremesa con él y nos estuvo leyendo varios de sus Nocturnos hasta que nos echaron del restaurante. Se despidió con un profundo silencio y nos dejó de recuerdo una sola sombra larga… Todo un poeta: gracias a sus encuentros con Amedeo ahora entiendo que con ese silencio Silva nos decía también que no es fácil morir cada noche…».

Quedamos de vernos a nuestro regreso a Bogotá. Con suerte, con un Modigliani casi original para él.

Deudas herméticas

1.

Llegué al I Ching por una referencia que encontré en un libro de Jung. Luego, para mi sorpresa, la edición que conseguí, la de Richard Wilhelm, traía un prólogo del psicoanalista suizo que me impresionó mucho. Básicamente Jung dialogaba con el I Ching.

Me volví un asiduo del oráculo, tanto que hice años después un programa con monedas virtuales para consultarlo (que he de actualizar pronto, es del año 98), aunque mi método preferido es la lectura con los 50 tallos de milenrama, que es más dispendiosa pero tiene la virtud de que propicia el estado de concentración necesario para escuchar mejor el resultado.

En unas vacaciones de mitad de año trabajé como obrero para mis tías que se dedicaban al diseño de jardines. En los momentos de reposo, en medio de la naturaleza, me asombraba de ver las imágenes del libro a mi alrededor. Sentía que había sido escrito a partir de la experiencia humana, de la lectura sabia de la naturaleza. Recordemos que uno de sus prodigios es que su sistema de Yin y Yang fue el que inspiró a Leibniz para establecer el sistema binario, el mismo que está en la raíz de nuestra era digital: la representación de la realidad en unos y ceros. (Sigue leyendo »»)

Lo que dice Justi

Hoy en la serie Échale salsita traemos un tema del gran maestro Justiniano Barreto Blanco, nacido en La Habana en 1923 e ido en Nueva York en 2015, Lo que dice Justi, tema que fue interpretado primero por Arsenio Rodríguez en 1958 y prensado en el álbum Primitivo de 1963. Este álbum contiene 12 temas, 11 compuestos por Arsenio y el tema de Justi. El maestro Wayne Gorbea, fallecido también en 2015, le echó salsa durísima, legándonos un arreglo soberbio en la voz del sonero Frankie Vásquez. Antes de entrar en materia, vale la pena ver esta entrevista con Justi Barreto y su hijo Angelo hablando sobre su tema más conocido: Un verano en Nueva York. Sin cubanos como el maestro Justiniano en Nueva York, olvidémonos de la salsa.

Y entremos en materia. Primero, la versión grabada por Arsenio Rodríguez:

Y la sobredosis de salsa durísima con la que lo sazonó Wayne Gorbea, ¡a gozar salsófilos utópicos!

 

El que lo entendió, lo entendió

1.

Me envía G un meme por Facebook en el que aparece Bart Simpson golpeando una cacerola y diciendo Mírenme, soy parte del 1% de la gente que no ve Juego de Tronos. Hace un tiempo vi en su muro que no entendía cómo le podía gustar a la gente El show de Suso. Mi respuesta fue obvia entonces: «G, no veo Juego de Tronos porque donde yo vivo lo dan a la misma hora que El show de Suso», sin necesidad de mencionar que él pertenece al 99% de intelectuales bogotanos que concuerda con su opinión. Por mis raíces paisas me sorprendió su afirmación, para mí es muy fácil sintonizarme con Suso (aunque confieso que siempre me salto sus monólogos), igual que con muchos cuadros de Botero, como también entender que Maluma y J Balvin son la respuesta antioqueña emprendedora a productos comerciales como Enrique Iglesias o Daddy Yankee: «Nosotros también podemos hacer eso» y llenarse de villegas.

Hace poco le leí a una ya célebre doctora en Literatura que el contexto de las obras literarias le importaba muy poco, nada para ser exactos: la obra se contiene a sí misma y todo lo demás a su alrededor es superfluo. Aunque también fue sincera: la verdad es que tiene mala memoria y recordar esos datos históricos le cuesta. Esos datos… a otro joven escritor le escuché que la literatura estaba haciendo el trabajo que no hacían los historiadores: darle vida a los relatos porque ellos se limitan a registrar fechas. Basta cualquier sociólogo de la literatura, leer a cualquier historiador contemporáneo o, para ser más concretos, el ensayo de Marx El 18 Brumario de Luis Bonaparte para comprobar la falacia de ambas opiniones y el ego que se necesita para decirlas sin despeinarse. (Sigue leyendo »»)