A través de la frontera (2)

Termina el mes de la filosofía en Holanda. Son increíbles todos los recursos y escenarios que tienen los filósofos para ejercer su tarea. Revistas, cafés, tertulias, premios, eventos como el que ya llega a su fin por este año, un espectro que en suma le da mayor vitalidad a la sociedad holandesa.

Fui a la charla de Carolien van Bergen con el libro de A. para que lo firmara la autora. Cuando se lo entregué me preguntó que de dónde venía. Le respondí que de Colombia, y a pesar de su experiencia con viajes largos, le pareció que era una distancia considerable. “Todo empezó muy casual –le dije–: salí a darme una vuelta por el barrio hace más de 15 años y ya voy por acá”. Le alagó saber la influencia de su libro en A., y tuve que confesarle que desafortunadamente aún no lo había leído, pero sí el de Ruud Welten, Het ware leven is elders (La vida verdadera está en otra parte). Según la charla de Van Bergen, comparte ciertos temas con Welten, la pregunta por la naturaleza del viaje, la experiencia del turista, cómo asumieron sus viajes filósofos renombrados como Kant y Derrida, y las preguntas éticas sobre la actitud de los viajeros del Primer Mundo al Tercero. Muchos temas para intercambiar con ella.

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María Cervantes

En esta nueva entrega de la serie Échale salsita vale la pena apropiarse de la famosa frase de Dumas Cherchez la femme, pues como el título de la canción lo indica sin duda alguna, fue una mujer la que inspiró a Norosvaldo Morales Sanabria (más conocido como Noro Morales) la composición de este clásico de la música caribeña, la pianista, cantante y compositora cubana María Cervantes.

Hacer la selección a partir de la versión original de Morales no ha sido fácil, mal contadas encontré más de 200 versiones (y las que me faltaron); partiremos de la versión original del compositor boricua e iremos echándole salsita in crescendo hasta llegar a las versiones de salsa dura. Gran parte de la magia de esta canción es que, de alguna manera, siempre encuentra un referente en la vida de quien la escucha. Aquí vamos:
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El Boogaloo, historia de un homicidio musical

Después de disfrutar de esta excelente crónica de Oliver Wang en The Guardian vi el maravilloso documental We Like it Like That, que reseña el nacimiento y caída del boogaloo… ¿Caída u homicidio? En la Bitácora Utópica hemos registrado varias formas del asesinato como una de las bellas artes no contempladas por De Quincey. Hoy podemos agregar una nueva: el asesinato musical.

Como narra el documental, en los años sesenta los reyes del mambo eran Tito Puente, Eddie Palmieri y Machito. De súbito Joe Bataan, Pete Rodríguez, Johnny Colón empezaron a surgir como estrellas musicales con su recién creado boogaloo. El artículo de Wang hace un excelente recorrido musical también por esta historia.

Lo que nos deja fríos como espectadores es ver la conspiración que tuvo lugar para acabar con estas jóvenes estrellas. De hecho, ahora que empiezo a detallar la escena del crimen, me doy cuenta de que podría incurrir en un spoiler sin quererlo. Así que solo me queda recomendar el artículo de Wang y el documental para aclarar el misterio. Hora y media de emoción intensa garantizada.

El misterio que sí parece aclarar es el del coro en Eso se baila así, el clásico de Héctor y Willie Colón, donde cantan Boogaloo no va conmigo, que tú lo quieres vacilar ¡vete pa’llá! una frase que nunca —quizás hasta hoy— había podido entender precisamente en ese boogaloo:

httpa://www.youtube.com/watch?v=xwOdPM0y-Mc

La duda de incluirlo en las formas artísticas de De Quincey se encuentra en su renacimiento en los últimos años. Lo que sí deja mal sabor de boca fue el destino que corrió Pete Rodriguez, alquimista de música adoptado por la industria farmacéutica: ahí queda eso.

httpa://www.youtube.com/watch?v=MenOmqIBmIM

 

El origen de los apuntes y el efecto Ramsey

De niño me causaba mucha curiosidad descubrir el origen de los chistes. En mi familia paterna se celebraba siempre el apunte, que en bogotano se define como una salida cómica e ingeniosa. Era común que en las charlas familiares se mencionara un apunte, o que en las telefónicas mi papá se despidiera —mucho antes que Steve Jobs— con un “ah, antes de despedirnos, un apunte”. ¿De dónde vendrían los apuntes?

Alguna vez pensé que de la improvisación: si empezaba a contar un cuento inventado, de pronto en algún momento aparecería un apunte. Así que en una visita dominical a mi abuelo paterno me animé a compartir un apunte. Empecé a contar una historia de un incendio y los bomberos que pasaban por cualquier cantidad de percances, tantos que cuando llegaban a apagar el incendio este ya había terminado. Mi familia se cansó a la mitad de la lista de los percances, el niño no iba a ninguna parte, y decidieron todos sincronizarse con mi abuelo para terminar la historia con una sonora carcajada y sacarme del apuro. En mi honestidad infantil no comprendía por qué se reían si ni siquiera había terminado el chiste y el apunte no había aparecido por ningún lado, me había mamado gallo.

Si en mi familia bogotana con su sobria compostura se celebraba el apunte, en mi familia materna paisa lo que contaba era el chiste que producía carcajadas estruendosas. Antes de que llegara el anglicismo del Stand-up comedy ya se celebraban por todo el país los chistes de Montecristo y la Nena Jiménez, entre otros. Recuerdo ferias de pueblo donde vi los primeros culebreros y a artistas callejeros que montaban números completos escenificando Yo soy el aventurero, de Antonio Aguilar:

httpa://www.youtube.com/watch?v=Ua4GzgdwAC8

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