El virus de la ascensión (o Remedios, la Bella, revisitada)

Soy de los que piensa que la ascensión de Remedios, la Bella, en Cien años de soledad es de lo que más daño le ha hecho a la noción del realismo mágico. ¿Por qué? Porque lo entronca con la definición que de realismo mágico hicieran Uslar Pietri y Miguel Ángel Asturias (mostrar lo irreal como algo cotidiano y común) y no con la magia de la realidad del Caribe. García Márquez defendía la ascensión de Remedios acudiendo al primer párrado de La metamorfosis: si Gregorio Samsa amanece hecho un insecto y Kafka lo cuenta con la mayor de las naturalidades, ¿por qué Remedios no puede subir al cielo de la misma manera? Mientras el escritor sea capaz de hacerlo creíble, sucede.

Ese primer párrafo de La metamorfosis ha sido un shock para cualquier futuro narrador. Sin embargo, la realidad que se encontró García Márquez le permitió escribir muchos párrafos igual de desconcertantes ante los ojos de quienes viven otra realidad. Se da una paradoja maravillosa: para muchos caribeños, García Márquez (como él mismo lo contaba con humor) se limitó a transcribir las historias de sus abuelos; para los demás lectores que no conocen esta realidad, muy poco de esto pudo existir. Cuando veo los noticieros en Holanda, cuando leo la prensa neerlandesa o inglesa, me doy cuenta de lo bien que Colombia se ha ganado el nombre de Locombia. No hay día en que no suceda algo propio del realismo mágico. Y esto ya de por sí es algo tremendamente mágico. (Sigue leyendo »»)

El arte del selfie (9). Narciso revisitado

A. puede resultar un poco irritante con su insistencia de que ya todo lo han dicho los griegos: «El primer selfie de la humanidad se lo tomó Narciso cuando se vio reflejado en las aguas del arroyo, es decir, en la pantalla de cristal líquido de su móvil o tableta —y ya sabes cómo terminó».

Selfie en Meteora

Selfie en Meteora

Después de leer la noticia de que en 2015 han muerto más personas por tomarse un selfie que por ataques de tiburones es evidente la vigencia del mito de Narciso, como señala A.. Yo mismo casi entro a engrosar esta infame lista por un selfie que me tomé en Meteora; no se alcanza a ver, pero en ese momento estoy al borde de un precipicio, con mi espalda flotando en el aire. Si en un futuro me llegase a encontrar con el titular Muere por tomarse un selfie en Meteora podré sentir cierta empatía con ese Narciso viajero.

Cuenta la leyenda que el propósito del mito de Narciso era servir de parábola edificante para los jóvenes griegos, mostrarles el riesgo de perderse en el cultivo de su propia imagen a costa de relacionarse, conocer y apreciar a los demás. Después de ver el borrador de la película de un amigo, le pregunté que por qué ese salto frenético de un cuadro a otro, como si fuera un videoclip musical. Me dijo que era la única forma de mantener la atención de los jóvenes en la pantalla, pues sentían el impulso de mirar el móvil cada tres segundos: «Si les pones un plano largo los perdiste». ¿Habrá que reescribir los mitos en 140 caracteres?

El arte del selfie (8). Breve aclaración

Me preguntan C., F., A. y J. qué qué hace la canción Big Montuno como tercera entrega de la serie El arte del selfie. Mi respuesta es que es hora de ampliar el concepto de selfie, es decir, que una autofoto no debe estar limitada al rostro de la persona, sino que también puede comprender otras facetas, otros rostros, como un esfuerzo de trascender el culto a la autoimagen. En esta línea también cabe el selfie velado, es decir, aquel que otros toman por uno mismo, como el de Vargas Llosa entronándose como rey de la civilización del espectáculo de manos de la reina Isabel Preysler en Nueva York:

Selfie velado de Vargas Llosa en Nueva York

Selfie velado de Vargas Llosa en Nueva York

Seguramente Vargas Llosa o Preysler sentirían cierto pudor juvenil por no tomarse una autofoto al salir del auto y verse rodeados por esa masa de groupies, además de que saben que cuentan con los fotógrafos profesionales de Hola que hacen irrelevante cualquier selfie.

En esta ampliación de la definición de selfie cabe la fotografía del atardecer en el Bósforo tomada por F., pues refleja muy bien el color de su alma de verano.