Este titular me llamó mucho la atención: “Bogotá mejor para todos y todas”: un juez obliga a cambiar el lema de la ciudad para usar lenguaje incluyente. Me pregunté por qué se llama incluyente cuando en realidad divide a la sociedad en dos, deja por fuera a toda la comunidad LGTBI y abre el debate sobre si debe decirse primero todas o todos. Es una paradoja burlona: en español, la forma incluyente es el plural masculino, que incluye a todas las personas de la sociedad, sin necesidad de entrar a diferenciarlas entre sí, mientras que el llamado incluyente fuerza su descomposición granular para abarcarnos a todos.
En América Latina hemos convivido con una fórmula alternativa que es el uso de ustedes para referirse a los otros: «¿Ustedes van a ir a cine?». No hay que acudir a la fórmula que según el juez sería obligatoria en España (salvo Andalucía y Canarias): «¿Iréis vosotros y vosotras a cine?». Queda a la imaginación de una persona LGTBI decidir si se incluye en el vosotros o vosotras, pero siendo consecuentes, habría que pensar en una fórmula alternativa para no excluirles de entrada.
La e final de ustedes resuelve esa paradoja. Hay quienes utilizan la arroba o una equis para suplirla, pero creo que tod@s somos conscientes de que es un enredo total que en el fondo muy probablemente terminará excluyendo a alguien. ¿Estamos listos para hablar de todes, por ejemplo, para tratar de integrarnos de nuevo en un conjunto?
Es cierto que fue una arbitrariedad que la forma masculina se escogiera como la incluyente, como la integradora de todo el conjunto social. Una arbitrariedad fruto del machismo que impedía que un gramático se sintiera incluido si se habla de nosotras para referirse al mismo conjunto. Recuerdo una clase en la universidad en la cual yo era el único hombre y me parecía perfectamente ridículo que por un hombre tuviera que utilizarse la forma plural masculina para referirse al conjunto: ¿acaso un solo hombre es suficiente para que el plural sea masculino? Pues sí, gramaticalmente es así. Por hacer las cosas más fáciles le dije a la profesora ante la obviedad que si prefería podía hablar de “damas y caballero”. Y de nuevo la paradoja sobre la verdadera forma incluyente: si alguna compañera hubiera dicho que habláramos de todas, gramaticalmente estaría excluyéndome.
La solución parece estar en encontrar o hasta en inventar esa vocal perdida que acoja una forma neutral en el español, como hace la e con ustedes y que nos suene agradable a toda la sociedad, sin necesidad de fragmentarnos o de invisibilizar a los verdaderos excluidos (y excluidas).