Hay películas que logran hablarle a mi inconsciente en maneras del todo incomprensibles para mí. Nunca he visto la película IT, por ejemplo, solo los cortos y el fenómeno que se derivó de los payasos siniestros (creepy clowns) que aparecen en medio de la nada. De vez en cuando tengo alucinaciones en las que, cuando estoy lavando la vajilla, veo a un payaso mirándome a los ojos con un globo rojo en la mano afuera en la terraza. A veces me lo encuentro en el jardín cuando cierro las persianas.
Parásitos me encantó, un guion maravilloso. Una de tantas noches en las que he tenido que trasnochar últimamente (y por las cuales tengo descuidada esta bitácora), me sorprendí cuando encendí la luz de la cocina y temí que me iba a encontrar a un huésped inesperado comiendo en la mesa del centro. Me pareció absurdo porque no tenemos sótano (que sepamos todavía), pero el mensaje o el temor le llegó a mi inconsciente. Ahí estaba, lo descubrí de espaldas. Vi cómo se giraba y me saludaba. Era yo vestido con camiseta blanca y bata. Era ese parásito que fagocita la cocina a las dos de la mañana.