El Excel. Me sorprende que aún no sea un sustantivo reconocido por la RAE. Pásame un Excel con los datos; Te envié un Excel con la lista de pasajeros; Esa tabla está en un Excel; etc. etc. etc. Un amigo tenía un Excel donde registraba la correspondencia simultánea que llevaba con 30 mujeres. Años después me enteré por Twitter de que no era un caso único, que había otro hombre con el mismo nivel de organización, que llevaba un Excel con el conteo de mujeres con las que se había acostado.
El uso más infame que he escuchado es sin duda el de Samuel Moreno cuando asumió la Alcaldía de Bogotá: el mismo día en que tomó posesión abrió un Excel en el que tenía los 36 puestos claves de la Alcaldía donde debía tomar control para asaltar su presupuesto y hacerse millonario. Una falta total de escrúpulos, si bien hay que reconocerle que conocía muy bien la institución a la que llegaba. Fue en cierta manera el predecesor del Profesor en La casa de papel.
Qué diferencia con ese quijote que fue Belisario Betancur, que antes de asumir la presidencia de Colombia, viajó a Grecia para caminar por la Acrópolis, el ágora, las calles de Plaka, tras los pasos de los antiguos filósofos griegos para llevar a Colombia por el sendero de la democracia. Samuel Moreno llegó, a su manera, muy bien preparado para la Alcaldía de Bogotá también: desenfundó su Excel ante sus secuaces, les explicó el plan, procedió a nombrarlos y manos al billete. Una estampa de la corrupción nacional difícil de superar.
Esta semana salta otro Excel a la historia de la infamia. Triste de reseñar. Es como una de esas historias en las que uno se entera de que un amigo cercano, o amiga, estaba metida en chancucos en la prestigiosa institución donde trabajaba. Incredulidad total, pero fue así. El escritor colombiano Nahum Montt, nombrado director de la oficina del Fondo de Cultura Económica en Colombia, llegó también con su Excel preparado a la dirección del Fondo, con planes muy claros de cómo sacar beneficio del cargo. En todo caso, no a la escala de Samuel Moreno, si bien con metodología similar. Probablemente esa diferencia de escala sea la que lo salvará de la cárcel.
Pero bueno, la cosa es que mientras Bong Jooh Ho y Jinmo Yang editaban la versión final de Parásitos, Montt recreaba sin saber la ficción con el FCE: si en Parásitos es el hijo el que abre las puertas para que sus padres y hermana empiecen a trabajar para la familia Park a costa de despedir a los actuales empleados, Montt construyó un entramado para que su hijo y sus excolegas se tomaran el FCE. Crearon tres empresas a los dos días de que el padre tomara posesión del cargo y empezaron a despedir a personas en posiciones claves de la empresa. Llegaron hasta el subterráneo: la empresa del hijo de Montt logró ampliar el parqueadero subterráneo a costa de enviar el inventario de libros a una bodega a la 170 al norte de Bogotá, a una empresa creada por ellos también. Me imagino el brindis y las palmadas en la espalda por esa moñona.
He leído dos novelas de Montt y ambas me han gustado. Un escritor que tenía en estima. Y qué decir del FCE, tanto que he aprendido y disfrutado de sus libros. No hay investigación seria que no cite alguna obra de sus catálogos. Pienso en el placer que siempre me da encontrarlos y el banquete con sus precios amigables en la Feria del Libro y ahora en su tienda en internet. De hecho, la única buena noticia que leí en la denuncia de la Liga contra el silencio, fue que Montt es autor de cuatro libros; me quedan dos por leer entonces. Mucho me temo que si le preguntara a Montt que por qué lo hizo, escucharía la respuesta tan manida de la corrupción en Colombia: Todos lo hacen. Él no iba a ser menos. Por desgracia.
Qué iba a imaginarse que mientras ponía en ejecución el plan con su Excel estaba a pocos meses de ver la obra maestra de Bong Joon Ho. ¿Le habrá sucedido lo mismo que a mí? ¿Se habrá visto como el parásito que llega a asaltar la cocina? ¿Habrá reconocido el modus operandi de la familia Song? La única asociación que se me ocurre entre el señor Park y el FCE es la riqueza, económica en el primero, cultural en el segundo. Y es ahí cuando más duele la puñalada letal al final de la película.