Miguel Granados Arjona nació cuando la salsa no se había inventado todavía. Gracias a su padre, que madrugaba a las cuatro de la mañana a sintonizar las emisoras cubanas, cultivó su gusto y pasión por la música caribeña. Recién terminando su adolescencia, un locutor amigo de la familia que intuyó que su voz era una joya en bruto le dio la oportunidad de remplazarlo dos semanas en un programa de radio. Ahí descubrió que la radio y la comunicación podían ser lo suyo.
Después de muchos periplos llegó en 1952 a Bogotá, creando o participando programas emblemáticos como Una hora con la Sonora. En 1968 introdujo el primer LP de salsa en Bogotá. Trabajaba en la emisora Todelar y la primera reacción de sus directivas fue de rechazo: esa música era muy fuerte para sus radioescuchas. No supieron estimar la magnitud del tsunami que se avecinaba. Pero por otra parte resulta comprensible el comentario: esa era la Bogotá de entonces, una ciudad cerrada atrapada en formalismos que han ido cediendo gracias a la llegada de colombianos de todas las regiones.
Su época dorada probablemente la vivió como uno de los locutores estrella –sino El locutor estrella– de la recién creada Radio K en 1990, la emisora mítica para los salseros en esa década. No es un adjetivo tópico o superfluo: sintonizar a Radio K era como entrar a un templo donde se cultivaba el amor por la salsa. Granados Arjona, ya reconocido como el Viejo Mike para entonces, oficiaba de maestro de ceremonias, pues sus programas iban más allá de lo que se esperaba de un DJ. Su voz profunda y pausada, inolvidable, introducía los temas como alguien que compartía su experiencia de vida. Por eso el Viejo Mike no conectaba con la salsa comercial, no daba nada que contar.
Recuerdo una noche en la que el Viejo Mike anunciaba que los Hermanos Lebrón iban a tocar en una discoteca en la 86 con 15. Pocos de mis amigos sabían quiénes eran los Lebrón (cómo me duele todavía escribir esto), y ninguno de esos pocos podía ir esa noche. Me fui solo y logré entrar a pesar de la multitud que se agolpaba afuera. Pablito Lebrón ya no cantaba y La Temperatura y Qué pena por supuesto no sonaban igual. Pero fue una de tantas noches galácticas gracias al Viejo Mike. Pasaron 20 años antes de volver a escucharlos en Bruselas, pero esa es otra historia. Somos muchos quienes les debemos a personas como el Viejo Mike nuestro amor por la salsa, uno de quienes han cultivado esa semilla que hace que muchos músicos valoren de manera muy positiva al público colombiano porque sabe apreciar la buena salsa.
El Viejo Mike falleció el mes pasado, luego de sobrevivir a tres infartos cerebrales en los últimos años. Un vacío duro para los salsómanos. Que este homenaje a Pablo Lebrón sea de manera indirecta también para él, pues ya tampoco podremos oír su voz: