En Bogotá tenía una gran compañera, la Emisora Javeriana, a la que escuchaba constantemente a lo largo del día, fines de semana incluidos salvo las tardes de los sábados dedicadas al rock. Entre semana por las mañanas me gustaba disfrutar de la programación de música clásica, con muchos conciertos presentados por el chileno Marcelo Fortín y grabados en «la Sala de Conciertos del Concertgebouw de Ámsterdam». Tanto que en mi primer viaje a Amsterdam lo que más quería conocer era el Concertgebouw. Ahora los conciertos de la mañana me sorprenden en la tarde.
Recuerdo también el viaje en 2008 a Nueva York cuando me enteré de que la revista Gramophone había nombrado a la orquesta del Concertgebouw como la mejor del mundo. Guardo ese ejemplar con mucho cariño. Con el tiempo me volví abonado de la orquesta y sonrío cada vez que veo mi tarjeta de miembro. La selección del conductor de la orquesta es siempre tema de Estado. La llegada de Daniele Gatti como sucesor de Mariss Jansons fue acertada y muy celebrada. Apenas pude verlo en tres conciertos, pero me dejó muy impresionado, un dirigente de clase y talento extraordinarios.
Ayer fue despedido como director de la orquesta. A las denuncias de dos músicas en los años 1996 y 2000 se sumaron varias de mujeres miembros de la orquesta. Onacceptabel, concluyeron los responsables de la Fundación que la gestionan.
Me pregunto si no hay otro castigo para una persona que abusa del poder de su cargo para forzar encuentros sexuales con sus subalternos más acá del despido fulminante. Cuando trabajé con una multinacional estadounidense me sorprendió saber que en su código de conducta estaban prohibidas las relaciones sentimentales entre colegas. El discurso del MeToo se desconocía entonces, la empresa no pensaba en proteger a los empleados de los jefes, sino a sí misma de no verse perjudicada por la dinámica de las relaciones cuando se rompen de mala manera. Pero hoy en día es una política saludable, que previene abusos como los que cometió Gatti. La idea es crear un ambiente favorable y estimulante de trabajo, pero con líneas rojas.
Onacceptabel lo de Gatti, pero igual no puedo dejar de pensar que se pierde un gran talento con este despido que fuerza además un nuevo comienzo para la orquesta. No es que sea negativo de por sí, pero para que florezcan todos los frutos de la relación entre un conductor y la orquesta se necesita tiempo; en el caso de la orquesta del Concertgebouw, en 130 años de existencia apenas ha tenido 7 directores. A la vez, me resulta doloroso pensar que en un concierto ejecutado de manera sublime hay una o varias mujeres que han tenido que someter su sentimiento de indignación ante el poder del director. Y vuelvo a pensar cuánto le cuesta a la sociedad forjar un director de orquesta, pero si esto es una justificación para abusar de otra persona…
¿Cómo más podría reparar Gatti el daño causado? No se sabe todavía la magnitud del daño, no se han hecho públicas las denuncias de las músicas de la orquesta, no se sabe si es un daño reparable o si realmente su salida era la única opción posible.