España nos tenía en vilo sobre qué rumbo tomaría el país dada la disputa de poder en el Congreso de los Diputados. Había varias formas de desbloquear la situación, dos en especial: Mariano Rajoy daba un paso atrás y permitía la coalición Psoe y Ciudadanos para gobernar España, o el Psoe cedía y permitía que la coalición PP y Ciudadanos fuese investida. Lo más difícil de todo era el dilema tragar o no tragar, pues ninguno de los líderes del Psoe o Ciudadanos quería apoyar al corrupto Rajoy. En múltiples maneras expresaron su no a él. A la vez, esta posición abocaría a terceras elecciones, con un resultado similar o con el PP ganando finalmente la mayoría ante el hartazgo de la ciudadanía que ve cómo sus líderes son incapaces de llegar a un consenso.
Pedro Sánchez tensó tanto la cuerda que hoy su partido está dirigido por una gestora, literalmente partido, y hace pocas horas renunció a su acta de diputado. Definitivamente no se traga a Rajoy: optó por el camino que su ética y valores le reclaman. No puede siquiera abstenerse en la votación histórica de hoy para no quedar como cómplice silencioso de la reelección de Mariano Rajoy.
Rivera, por su parte, ha preferido tragarse a medias a Rajoy: apoyará su investidura porque la estabilidad de España es más importante que decapitar al candidato del PP, pero lo hará a través de un pacto con 150 medidas con el que cree que podrá controlar y fiscalizar las acciones del PP. Vienen muchos escenarios a futuro en los que se verá si sirvió de tonto útil (el PP enfrentará varios casos de corrupción en los próximos meses ante la justicia) o si su posición realmente sirve para encausar el gobierno del PP, especialmente para limpiarlo de las prácticas corruptas que trae de nacimiento.
Inevitable evocar el cuento de Borges, El jardín de senderos que se bifurcan, cuando vemos ante la misma situación a dos personajes que optan por diferentes caminos a pesar de que comparten un fin común: el bienestar de su país. Pero ¿lleva alguno de estos senderos al mismo final?
Para Iglesias nunca hubo tal dilema: no es no, si bien la opción que planteaba con los separatistas vascos y catalanes no lo dejaron en mejor lugar.
El sendero que tomó Sánchez lo hará pasar por el despeñadero de una prematura muerte política, ¿será capaz de atravesarlo? Como líder del Psoe no fue capaz de convencer o conmover a sus electores: tuvo la votación más baja de todos los secretarios generales del Psoe. Será muy difícil que ahora pueda armarse de un discurso que motive a potenciales electores, en especial porque el PP en el poder tiene muchas herramientas para hacerse más fuerte. La opción de ser una alternativa también se le complica porque tendrá que pelearse por banderas que están ondeando con más claridad en los campos de (Unidos) Podemos y Ciudadanos. Muy complicado ese sendero tomado por Sánchez, así seamos muchos utópicos quienes lo acompañemos a la distancia.
Rivera, por su parte, tomó un sendero que será pionero para los partidos españoles hacia el futuro: el de la búsqueda de consensos y coaliciones, un camino que ya han tomado desde hace mucho tiempo 17 países europeos. El sendero que dice que al enemigo es mejor tenerlo cerca. Si no se hubiera enzarzado en los juegos de tablero de los podemitas, quizás hubiera logrado el anhelado consenso de las fuerzas de cambio: Podemos, Psoe y Ciudadanos. El riesgo de su particular sendero será que el PP no lo empuje a mitad de camino de su alianza, cosa muy probable porque en el PP hay muchas cabezas que no quieren ser decapitadas (so pena de cárcel). Quizás en ese momento Rivera lamente haberse tragado el sapo de Rajoy, pero aún así, lo avalará su firme creencia de que era más importante la gobernabilidad de España que sacar al corrupto de casa.
Sigo sin comprender por qué un país escoge apoyar a un partido tan evidentemente sumido en la corrupción. La investidura de Rajoy hoy podría decir que los electores prefieren aguantar la corrupción a cambio de estabilidad gubernamental y una gestión aceptable de la economía (cosa que no pudo hacer el Psoe con Zapatero y Rubalcaba), más aún en tiempos de crisis. ¿Han votado pensando con la billetera?