Fui a la reunión del Club del Shock. No pude participar mucho, salvo por mis preguntas de ignorante en el tema. M. mencionó que sí, que va a haber una cuarta temporada de House of Cards. Todos exclamaron: "Oh, no". Yo guardé silencio, pues no he visto ningún capítulo de la serie. Pregunté que por qué era una mala noticia. M. empezó a explicarme:
—Es un nuevo caso del síndrome de Don Quijote. ¿Recuerdas que contabas cómo se habían multiplicado en los bares y los cafés los grupos de cuatro mujeres? Bueno, ahora viene una nueva ola que es peor: Frank Underwood.
—¿Qué lo hace el antihéroe? —pregunté de nuevo.
—Es una pesadilla. En mi trabajo no tengo uno sino CUATRO nuevos Frank Underwood y TRES Claire Underwood, la esposa de Frank. Digamos que si Don Quijote salía al mundo a vivir las aventuras de un hidalgo, la misión de los Underwood es dominar el mundo para satisfacer su agenda sin importarles a quién se lleven en el camino.
—Sonaban un pelín más divertidas las de Sex & the City.
—Oh, no hay comparación —exclamó B.—. No sabes cuán irritantes son las Claire. En mi trabajo hay dos ahora. Caminan sobre algodones, el mentón ligeramente levantado, tienen todo bajo control y cuando hablan esperan que el mundo se paralice para atender sus sabias palabras: "Michael: creo que hay una polilla en la cortina. Encárgate de ella".
—Los Frank son peores, te lo garantizo —interrumpió A.—. Estábamos en una sesión de scrum y nos tomó más tiempo distribuir las tareas porque ellos estaban empeñados en hacer juegos estratégicos. No veo la hora en que Superman se ponga de nuevo de moda y les dé por salir volando por la ventana.
—Me quedo con las cuatro de Sex & the City: al menos había la esperanza de encontrarte entre ellas a una Samantha que quiere tirar sin compromiso —dijo M. mientras disfrutaba de su cerveza—. El desafío era encontrarla, pero estas Ice Queens de las Claire Underwood son insufribles.
—Y frígidas —complementó B.
—No esperarás una Ice Queen caliente—dijo en tono de burla M.
—Creo que esta serie tampoco la veré —comenté—. Me vi Breaking Bad por sugerencia de ustedes y no me pareció más que una versión liviana del Pablo Escobar que aparece en Killing Pablo. Este Underwood suena a otro personaje inflado para mostrar más y más comerciales.
—No exageres. Tienes que verla —me dijo B. contundente—. Tienes que entender lo que sucede a tu alrededor, sobre todo para no irte a liar con una Claire o caer en el juego de un Frank. ¿Qué sentido tiene hablar del Síndrome de Don Quijote si no exploras los nuevos casos?
—Ahí puedes tener razón. ¿Qué me recomiendas? ¿Estaría bien si empiezo en la tercera temporada?
—Yo te recomiendo que te veas la primera, por el simple placer de ver la actuación de Kevin Spacey. La segunda temporada te la puedes leer en Wikipedia, es realmente mala, se dedicaron a ordeñar hasta el detalle más inocuo sin pudor alguno. Y la tercera puedes verla completa también. Al final comprenderás nuestro shock.
—Lo que vas a disfrutar de la tercera es la complicidad con los guionistas: se nota cuánto se han reído a costa de los Underwood —dijo B. —. En la cuarta temporada perfectamente podrían derretirle las alas al Ícaro que han creado, pero con el éxito comercial que tuvieron, lo más probable es que veamos cómo se acerca el sol en cámara lenta y la cera empiece a derretirse en unas 5 temporadas más.
—Spacey ya habló de 12 —comentó M.
—Veré cuando empiezo entonces, porque ahora me parece que he estado frente a un par de Franks en el trabajo también.
—Son una plaga, cuánto antes empieces, mejor.
Nos fuimos al billar a jugar y dimos por cerrada la sesión del club. Recordé ese paseo siguiendo las huellas de Don Quijote y quedé maravillado, una vez más, con el ojo de Cervantes.