Florentino enloquece

Ayer de regreso a casa me encontré con A. por el camino. Fue una grata sorpresa porque ella vive al otro lado de la ciudad. Le pregunté que si estaba libre y nos fuimos a terracear a ponernos al día.

Me contó que había sido despedida del trabajo. Una gran sorpresa porque siempre hablaba de lo bien que lo pasaba en su oficina. Un rollo un pelín complicado y ella salió perjudicada. Ahora siente mucha incertidumbre, a veces le entran ataques de ansiedad muy fuertes que la dejan bloqueada, como sin saber qué camino coger. La dificultad para personas como A. es que tienen tantos talentos que no hay un camino establecido claro a seguir. Está destinada a ser pionera, con las dificultades que conlleva.

Me dijo que lo único bueno del reciente despido es que puede seguir la Copa América, cosa que yo por la diferencia horaria no podré hacer. Seguimos hablando de fútbol. Le comenté que por lo menos su salida del trabajo no había sido tan traumática como la de Casillas del Madrid: millones de personas siguiendo su situación en tiempo real, que se queda, que se va, que le paguen todo lo que le deben, que quiere terminar su carrera en el Madrid, incontables encuestas preguntando que si se debe ir o se debe quedar. Obviamente A. mostraba toda su simpatía por Casillas y no ocultaba que Florentino empezaba a caerle gordo: “Con la vara que mides serás medido: en todos sus años como presidente del Madrid apenas lleva 7 grandes títulos de 36 posibles. Según sus propios estándares ya debería de haberse autodespedido hace años”.

Le comenté que en esta bitácora sigo el caso de Florentino como cronista utópico y debo darle la razón: nuestro héroe trágico (porque quién duda que salvo que Benítez haga un milagro o logre contratar a Joachim Löw luego de la debacle de Benítez, su suerte está más que echada) está empeñado en la utopía de crear un equipo que enamore y lo que le está saliendo es un conjunto de retazos digno del doctor Victor Frankenstein.

No es la primera vez que vemos cómo los héroes utópicos caen por estos derroteros. García Márquez definió muy bien el arquetipo con su perfil de El enigma de los dos Chávez. Guardadísimas las proporciones, porque estamos hablando del dirigente de un equipo de fútbol y no de una nación (así al paso que va Maduro pronto supere la economía del Real Madrid a la de Venezuela), sí hay paralelos posibles, el más destacado de ellos es la locura, esa confusión entre la realidad y el deseo que tanto termina costando.

“Es que ahora resulta que lo único que importa son los resultados —remató A. con visible disgusto—. Como si para crear un equipo como el Barcelona bastara con injertarle jugadores. ¡No señor! Se necesita un equipo, un director deportivo, gente con visión que entienda el juego y sepa cómo se hace, no un gerente omnipotente que cree que su habilidad para generar dinero es suficiente para diseñar un equipo”. No se lo dije, pero me pareció detectar cierta animosidad con su ya exjefe proyectada en Florentino.

“A mí me llama mucho la atención como la ambición logra hacer invisible lo que funciona. Tuvo un equipo campeón de Champions, fue su afán de acumular monas la que lo llevó a desintegrarlo. Y ahora volver a empezar con un nuevo técnico del que tampoco está convencido. Me gusta el nombre que le pusieron al banquillo del técnico del Madrid: la silla eléctrica de Florentino“, comenté. A. se rió y dijo: “Lo de la silla es bueno, pero lo que no se dan en cuenta en realidad, tú tampoco, es que Florentino no es ningún Dr. Frankenstein sino un Hannibal cometécnicos”.

A. me dejó pensativo, me gusto ese giro al perfil de García Márquez. El repertorio de las locuras del poder es inagotable. Nos despedimos, le di un fuerte abrazo, le desee muy buena Copa América y que ojalá encuentre un buen trabajo alternativo que le permita realizar su propia crónica utópica: escribir. Porque tiene talento 😉

Bailemos un tango: