Hace alrededor de 15 años vivía un romance con una mujer que se estaba separando, que dormía en habitaciones separadas. Después de 2 años la separación no se daba y decidí dar un ultimátum. Ella finalmente empacó su maleta y se vino a vivir a mi casa: «¿Ahora sí me crees?». A mí me tomó totalmente por sorpresa. La recibí feliz, pero no sabía cómo apoyarla. La vi nerviosa, acababa de empacar toda su vida en una maleta y ahora se encontraba a la deriva, sin seguridad de si mi casa sería su puerto final o no. Traté de aligerar el momento y le dije vamos a alquilar un par de películas. Después de esta proposición ella me pidió que la comprendiera, que quizás todo era muy súbito, tomó su maleta y regresó a su hogar. Entendí que había dicho una estupidez propia de quien no tenía ninguna experiencia en esos casos.
Recordé esta anécdota ayer cuando leí que una mujer había hecho lo mismo para apoyar a una amiga que acababa de abortar. Parece que con la amiga sí le funcionó, pero igual reconocí la misma falta de preparación para acompañar a una persona que pasa por un momento existencial crucial. Y mucho más atrás, recordé cuando acompañé a una amiga muy querida a abortar. Estar con ella no era un problema, lo difícil para mí era cómo ayudarla después de. Pensaba en prepararle un caldito de pollo, dejarla que reposara en mi casa, pero ¿de ahí en adelante qué? Eso sí, jamás pensé en entretenerla.
Años después, mi amiga me contó que había ido al Vaupés para vivir una experiencia con ayahuasca. En pleno trance el chamán le dijo: «Tienes un dolor muy grande por el hijo al que despediste antes de nacer. Él está bien y entiende por qué lo hiciste. No te odia, te perdona. Perdónate». Esa fue su experiencia catártica.
En lo esencial estamos solos, dijo Rilke. En mis duelos prefiero pasarlos solo, atravesar la experiencia, aprender a vivir con ella. Agradezco el apoyo de mis seres queridos, el estar ahí, la ayuda que me puedan dar, pero sé que estoy ante un umbral que debo atravesar solo. Ahora acompaño hasta ese umbral y estoy pendiente para cuando me llamen.
Como todo escándalo digno de Twitter, el ruido de los estorninos se hizo casi insoportable. Pero en medio de ese caos entendí el valor de tantas expresiones: qué y cómo piensan las personas, cómo darle forma a esos pensamientos para encontrar un camino viable o al menos plausible, o tomar conciencia de que falta mucho por explorar antes de actuar. En este caso en concreto, me parece fundamental la preparación emocional antes de abortar; para operarme la miopía, una operación que toma 15 minutos, me prepararon psicológicamente durante 2 semanas porque iba a estar ciego durante unos minutos. Y reconozco que me ayudó bastante. Como la terapia después de la operación. El derecho a abortar debe ir acompañado por estas terapias pre y post, pero parece que el estado del debate en Colombia todavía se reduce a la fase clínica. Dicho esto, tuve que reírme cuando escuché a la misma amiga del Netflix y las crispetas decir que como hombre no debería opinar siquiera sobre el tema del aborto. Se merece el rótulo de feminismo pop.
No terminé el debate; cerré la página. Respiré profundo el suave viento que entró por la ventana y me sentí tocado de nuevo por mi amiga que me pidió que la acompañara, por ver o encontrar en mí a alguien que podría acompañarla a ese umbral –a pesar de ser hombre.