Puntos de tensión y el buen cine

Vi la carrera de Mariana Pajón hacia la medalla de oro en un canal con un locutor estadounidense. Para crear más tensión aún antes de la competencia decía que la gran pregunta era si iba a saltar o no. A mí me distrajo esa pregunta: ¿a qué carajos se refiere este man? No entendí el problema que planteaba. La estrategia de Mariana había sido consistente en toda la eliminatoria: ser la primera para evitar riesgos de accidente. Ahí están los gringos pintados con la búsqueda de sus puntos de tensión, pensé.

Cuando vi Sully el fin de semana me pareció encontrarme con este locutor de nuevo pero en la voz de Clint Eastwood. El punto de tensión que creó para contar la historia fue: ¿Sully fue héroe o villano? Una fórmula exitosa que le quedó de sus películas de Harry, el Sucio. Y como malo de la película escogió al National Transportation Safety Board (NTSB), una de las instituciones más prestigiosas y con mayor credibilidad del mundo: es la encargada de analizar los accidentes aéreos para aclararlos y, sobre todo, para crear recomendaciones de seguridad que prevendrán accidentes futuros. La película no lo menciona, pero del accidente del vuelo 1549 se pronunciaron 35 nuevas recomendaciones de seguridad que tuvieron acogida global. Stephen Cass presenta un caso muy bueno al respecto.

Aunque la película está bien producida me pareció que, por la búsqueda de esos puntos de tensión y del villano o mal necesario para crearla, se perdió la oportunidad de contar una historia increíble, tal y como hizo William Langewiesche en su reportaje Anatomía de un milagro para Vanity Fair. Este reportaje es muy superior a la película, cuyo único punto de tensión es la lucha por mantener vivos a los 155 pasajeros en contra de todas las dificultades en un lapso de tres minutos, resaltando además todos los avances en la aviación (incluyendo el diseño del Airbus) que hicieron posible el amarizaje en el Hudson.

Ni siquiera Woody Allen escapa a la repetición de la fórmula del éxito. Si para Hollywood es la creación de buenos y malos y los puntos de tensión entre ellos, para Allen está en la recreación de sí mismo, ya sea como Joaquin Phoenix en Irrational Man, Ed Begley en Whatever Works, Scarlett Johansson en Vicky Cristina Barcelona, Jesse Eisenberg en To Rome with Love o Cafe Society. Porque sí, lectores utópicos, Cafe Society es una nueva decepción: Allen empieza criticando la imposición de la fórmula del éxito según los productores de Hollywood a sus guionistas, mientras que él termina recayendo en la típica historia de infidelidades woodyallenesca que fuerza a sus personajes a terminar viviendo como Madame Bovary. Iba tan bien la película. (Sigue leyendo »»)

El mejor acuerdo posible (6). El síndrome de La Habana

Un músico cubano, bajista, en una charla después de un concierto espléndido de jazz en Amsterdam, hablaba de los riesgos de vivir en Cuba. No, no se trataba de un sentido discurso anticastrista. Se refería a los riesgos de vivir en una isla sin acceso a lo que sucede en el mundo exterior. Le conté la historia de un amigo que había nacido en Isla Margarita y creía que todo provenía de allá, casi que hasta la cocacola. «Exacto, toma tiempo abrirse al mundo y es más difícil aún dimensionar que es más amplio del que uno conocía», comentó con una sonrisa el bajista: «Yo sigo en esas» concluyó él y podemos repetirlo en coro sin problema.

Los cuatro años de la Comisión Negociadora del Acuerdo en Cuba parece que fueron suficientes para desarrollar el que podemos llamar Síndrome de La Habana, la creencia de que lo pactado entre las partes en la mesa de negociación es a lo que los colombianos deben decir sí o no. La consecuencia es que ha creado un Acuerdo cerrado al mundo exterior –léase: cerrado a los colombianos, inmodificable según Humberto De La Calle– y expuesto a la cruda realidad política colombiana.

En una entrada anterior se esbozaron los posibles escenarios ante el No, pero ¿cómo interpretar ese No? ¿Es un no a las Farc, al bloque de constitucionalidad al que se opone Pastrana, a la impunidad a la que se opone Uribe, a la falta de discusión en la sociedad, a su inviabilidad o poca factibilidad, al desconocimiento de saber en concreto cuánto va a costar el posconflicto y cómo va a ser pagado, no a Santos o De la Calle, no a la solución negociada, no a la amenaza comunista, no al castrochavismo, no porque no? Es muy difícil saberlo porque no se ha abierto el espacio para discutirlo. En suma, en caso de que gane el No será muy complicado saber cuál alternativa habrá que seguir y habrá interpretaciones para repartir a millón. (Sigue leyendo »»)

El mejor acuerdo posible (5). Del Caguán a La Habana

¿Cuáles son las diferencias más importantes entre la Agenda común por el cambio hacia una nueva Colombia de San Vicente del Cagúan y el Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera firmado en La Habana? En términos de forma, no muchas pero sí muy significativas.

En el Caguán las Farc llegó con una agenda de diez puntos que terminó en doce. En La Habana, el equipo negociador logró reducirla a seis puntos. Los dos temas nuevos, muy importantes, de La Habana que no estaban en el Caguán son: el punto 3, el cese del conflicto y la dejación de las armas, y el punto 5, víctimas.

Los puntos de la agenda del Caguán que no aparecen en el Acuerdo de La Habana:

Todos los relacionados con la revisión del modelo económico, incluyendo el polémico punto en los diálogos pasados de la redistribución del ingreso y el pago proporcional de impuestos;

Los puntos 8, sobre reformas del Estado, 10, sobre las Fuerzas militares, 11, sobre relaciones internacionales;

Otros puntos que cambian en la estructura de las agendas: En materia de lucha contra la corrupción, se acepta el actual marco legal más tres medidas suplementarias; el narcotráfico pasa a tener un capítulo aparte en el Acuerdo (sin duda un guiño a los Estados Unidos).

Los puntos en común: el punto 3 del Caguán, Política Agraria Integral, llamado ahora Reforma Rural Integral; el punto 7, Reforma política para la ampliación de la democracia, ahora punto 2, Participación política: Apertura democrática para construir la paz, que contiene varios acápites de otros puntos principales, en especial el punto 1 del Caguán, Protección de los derechos humanos como responsabilidad del Estado y el punto 9, Acuerdos sobre Derecho Internacional Humanitario. (Sigue leyendo »»)

Nafpaktos (3). Cervantes y un poema lepantino

Sigo recordando con emoción ese momento en que paseé con mi bicicleta por Villanueva de los Infantes, el lugar desde donde Don Quijote empezó su andadura. A pesar de que siempre tenía presente que era un personaje de ficción, lo que me emocionaba era sentir, pensar, que ese lugar había sido el escogido por Cervantes para abrir su novela. Ahora que tenía la oportunidad de ir a Lepanto y ver el lugar donde perdió el uso de su mano izquierda sentí una emoción similar pero contradictoria: como zurdo no dejaba de ser algo masoquista ir a Lepanto y quizás salir de ahí como otro manco de Lepanto, a la vez que contemplar el lugar que en un día cambió la vida de Cervantes.

Nafpaktos, como se llama Lepanto hoy en día, es un bello pueblo griego, muy bien cuidado y con todas las facilidades de una ciudad. Tiene incluso una librería-café muy bien dotada, Adagio II (p.e. estaba toda la obra de Yalom en la que descubrí dos libros nuevos), con una selección hecha con lo mejor de cada tema. Desafortunadamente solo tiene pocos libros en otros idiomas, apenas una colección de poesía bilingüe griego-inglés. En uno de ellos encontré un poema anónimo lepantino a Cervantes, que traduciré al final.

En la memoria colectiva de Nafpaktos la batalla naval de Lepanto es el evento más importante acontecido en toda su historia. Hay tres museos dedicados a documentar la batalla; uno de ellos, la Torre Botsaris exhibe obras de varios pintores que la dibujaron, como Vasari y Tintoretto, trabajos que nos permiten imaginar cómo se enfrentaron más de 150.000 hombres en esta batalla en el golfo de Patras. (Sigue leyendo »»)