Nafpaktos (1). La batalla de Lepanto

Vista panorámica de Nafpaktos

Vista panorámica de Nafpaktos

El 7 de octubre de 1571 se enfrentaron las armadas del Imperio Otomano y la Santa Liga. La flota de los otomanos, comandada por Alí Bajá, consistía de 328 naves: 208 galeras otomanas, 56 galeotas y 64 fustas, sumando alrededor de 90 mil hombres. La Santa Liga, comandada por Juan de Austria (hermanastro de Felipe II), estaba conformada por 270 barcos: 206 galeras, 6 galeazas y 70 fragatas más algunos barcos auxiliares, para un total de 83.000 hombres (Fuente). Entre todos protagonizaron la famosa batalla naval de Lepanto (hoy Nafpaktos), la más espectacular de todo el siglo XVI y probablemente de la Historia. Recordemos que la batalla del Puente de Boyacá, que le dio la independencia a Colombia en 1819, fue librada por menos de cinco mil soldados.

Cuesta imaginarse este despliegue de hombres y poder en el tranquilo mar de la foto superior. Hay que acudir a las ilustraciones de la batalla en el golfo de Patras (la foto superior fue tomada desde el castillo y la fortaleza de Nafpaktos que aparece en esta ilustración arriba a la derecha):

Fernando Bertelli, Die Seeschlacht von Lepanto, Venedig 1572, Museo Storico Navale (550x500)

La batalla empezó temprano en la mañana, pues alinear todos los barcos tomó cerca de dos horas, y hacia las cuatro de la tarde ya se había consumado la derrota de los otomanos, que perdieron cerca de 30 mil hombres, la tercera parte de su flota fue hundida, otra tercera fue confiscada y la parte restante alcanzó a regresar a Constantinopla. (Sigue leyendo »»)

El mejor acuerdo posible (4). El eterno retorno (y las firmas que faltan)

Tirofijo contaba que él se hizo guerrillero porque antes había sido bandolero liberal, se acogió a la amnistía decretada por Rojas Pinilla, amnistía que fue revisada por Lleras Camargo en 1959. Esta decisión no le dejó más alternativa que huir al monte con 40 compañeros más a fundar años después las Farc. Desde entonces Tirofijo desconfiaba de los acuerdos con el Estado, una lección que acompaña la historia de las Farc. La oposición más fuerte al actual Acuerdo viene de parte de ese hombre capaz de modificar articulitos de la Constitución Nacional. ¿Qué garantía tiene las Farc de que el Acuerdo no será revisado en un futuro por el Congreso?

En 1990 García Márquez decía que el Acuerdo de Sometimiento a la Justicia que promovía Gaviria para lograr la rendición de Escobar era un triunfo de la inteligencia sobre la barbarie: “Con unas firmas se acaba de un plumazo con el narcoterrorismo”, decía. El Acuerdo se firmó, Escobar veraneó algunos meses en La Catedral y el desenlace lo conocemos todos. De La Calle en su discurso leyó con su voz en negrilla no repetición: la importancia de que las Farc no vuelvan a las armas. El acuerdo no informa sobre la composición actual de las Farc: ¿cuáles son sus recursos? ¿cómo saber o garantizar que los va a entregar todos para reparar a las víctimas? Con la desconfianza histórica de las Farc con el Estado, ¿hay motivos válidos para pensar que no guardarán ases bajo la manga, que al cabo de unos años diga que el Estado incumplió el Acuerdo y no les queda más remedio que volver a las montañas como le tocó a Tirofijo?

El Frente Primero informa que no se va a desmovilizar. ¿Cómo afecta esta decisión al Acuerdo? ¿Cómo va a manejar Timochenko esta insubordinación? ¿Tendrá que vivir el país con el fantasma de una puerta giratoria a la cual los exguerrilleros pueden volver a la vida armada o pasar a una zona de concentración? ¿Desvinculará Timochenko ese Frente rebelde de las Farc y observará cómo las Fuerzas Armadas se lanzan a acabarlo (si pueden)?

¿Qué opinan los cacaos, los dueños de los principales medios de comunicación en Colombia? Las Farc tiene un largo rabo de paja que en cualquier momento puede ser encendido por estos medios, provocando la indignación, antipatía o franco rechazo a las Farc. Con los medios en contra no hay pedagogía del proceso que pueda triunfar. (Sigue leyendo »»)

Toots y Juan Gabriel

Me dice en un trino LS que lo mío es anunciar muertes porque le compartí la mala noticia del fallecimiento de Toots Thielemans. Obviamente no tendré que informarla sobre el mazazo de la muerte de uno de los ídolos de la música latinoamericana ayer. Dejo un par de notas de recuerdo para compartir con los utópicos lectores de esta bitácora.

1. Toots

Me cuenta mi hermana que las estaciones del metro de Bruselas interpretaron la música de Toots Thielemans todo el día. Un bello homenaje de su ciudad al hombre que le dio un registro único a la armónica en el jazz. A Toots lo escuché por primera vez siguiendo la obra de Bill Evans. En uno de sus álbumes estaba la interpretación de Bluesette en conjunto con su compositor e intérprete en la armónica.

Me familiaricé con su obra y coleccioné varios de sus discos, en especial el que grabó con Chet Baker y el trío de Ake Johansson. Luego tuve la oportunidad de escucharlo en vivo en el North Sea Jazz Festival y casi que puedo recordar todo el concierto en vivo. Me gustó en especial su sencillez, que en el fondo era lo que cantaba y contaba con su armónica. Una historia que no tiene sucesor visible en el jazz. Murió de 94 años, porque nadie es eterno, nos recordó su manager.

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El mejor acuerdo posible (3). Reality check

Ayer charlé con amigos y recibí emilios comentando las primeras impresiones sobre el Acuerdo. A pesar de que todos están a favor de la paz sí resaltaron varios puntos que ilustran las debilidades del Acuerdo. Resumo el reality check en los siguientes puntos:

1. Falta de debate en la sociedad

Uno de los aciertos de la Zona de Distensión del Caguán fue la participación de prácticamente todos los sectores de la sociedad en la mesa de negociación. La gente viajaba días enteros en bus con tal de hacer escuchar su opinión y debatirla. A La Habana son pocos los que pueden llegar. Son tantos los puntos debatibles en el Acuerdo que es un error reducir su aprobación a un plebiscito. Ahora que el Acuerdo está redactado debería circular en el país y abrir el espacio para discutirlo y ver cómo se puede mejorar o cambiar. Sin esta ronda de discusión el plebiscito parece la antesala a una guillotina.

2. La viabilidad económica del Acuerdo

Falta el capítulo 7: presupuesto. ¿Cuánto dinero se necesita para el posconflicto? ¿Cuáles son los planes de financiación? ¿Cuáles son los tiempos? Dos amigos economistas resaltaron que el Acuerdo debería pasar primero por Planeación Nacional para ver su factibilidad antes de ser aprobado o se corre el riesgo de firmar una hipoteca que no se puede pagar a largo plazo. (Sigue leyendo »»)

El mejor acuerdo posible (2). Nace una semilla del pragmatismo

En su bello libro didáctico sobre la historia de Amsterdam, Geert Mak enfatiza la capacidad de negociación y el talento para el comercio de los nativos originales de la ciudad, el que se mantiene hasta hoy y que garantiza la pujanza de los holandeses. No importa mayor cosa quién es la contraparte, si profesa los mismos principios o no, lo importante es que fluya el comercio entre ambos. Se alaba mucho la tolerancia de los holandeses, cultivada por estos siglos de interacción con otros muy diferentes sobre la base de dejarlos hacer lo que ellos quieran siempre y cuando respeten la convivencia colectiva, la vida de los demás y sus principios.

El Acuerdo del fin del conflicto tiene mucho de este espíritu. Es un ejercicio pragmático de reconocer que no se puede desaparecer al otro y es necesario aprender a negociar con él, respetando las diferencias, y encontrar el espacio que necesitan ambas partes para seguir viviendo. Aún así, no se puede desconocer que el enfrentamiento armado sí fue eficaz para ablandar la posición de las Farc, que se levantó del Caguán con la quimera de que estaba lista para tomarse el poder por la vía armada. La desaparición de medio Secretariado (sobre todo del ala belicosa) en dos lustros fue suficiente para traer de nuevo a las Farc a la mesa de negociación.

Como recoge orgullosamente en sus memorias Andrés Pastrana (un éxito innegable), Marulanda mismo reconoció que el expresidente les había ganado la guerra a nivel internacional, pues no solo dejó al Estado colombiano ante los ojos del mundo como el adalid de la búsqueda de la solución del conflicto mediante la negociación, sino que además logró enlistarlos como organización terrorista.

Paralela a la pérdida de medio Secretariado, la victoria de Pastrana es la que termina por hacer ceder a las Farc en su empeño guerrerista: no hay forma de retirarlos de la lista de organizaciones terroristas mientras continúen financiándose con la extorsión, el secuestro y el narcotráfico. Y sin estas tres fuentes, ¿cómo pueden financiar la guerra y la toma última del poder? ¿Cómo conseguir simpatizantes en el extranjero? Gracias a esa presión internacional fue que terminó con el secuestro.

El pueblo que dice representar no tiene tampoco ni la forma ni los recursos para financiarlos y, muy probablemente, aún si los tuviera, ha demostrado en estos cincuenta años su repulsa a la vía armada: ese sueño de Tanja Nijmeijer de llegar en hombros del pueblo a la Casa de Nariño, como Castro a La Habana, es un delirio tropical –al menos por la vía armada. (Sigue leyendo »»)