Tragar o no tragar

1.

Entre 1994 y 1998 los colombianos tuvimos que tragarnos no un sapo sino un elefante completo. Ernesto Samper, que ya estuvo asociado a la financiación de la campaña de López Michelsen por parte del Cartel de Cali (el famoso maletín del Hotel Intercontinental), fue elegido con una donación de al menos 5 millones de dólares por parte del mismo cartel. A día de hoy la defensa de Samper es que el dinero pudo entrar pero nunca llegó a la campaña porque se lo repartieron Fernando Botero Zea y Santiago Medina.

Justo a la semana de que estallara el escándalo por los narcocassettes tuve una cita de trabajo con Botero Zea. Buscaba un asistente. Varias cosas me llamaron la atención ese día: la primera, la tensión que se vivía en la sede de la campaña, con Rodrigo Pardo, Santiago Medina y otras dos personas hablando en voz baja con visible gesto de preocupación; la segunda, que la sede estaba inundada de material publicitario, algo que recordaba que las campañas habían gastado lo que no tenían en publicidad (y ya sabemos cómo lo pagaron); y la tercera, ya en la oficina de Botero Zea, el pequeño dibujo de Botero padre dedicado a su hijo: “Me imagino que no tengo que preguntarle si es un Botero oficial”, fue lo que le dije para distender la reunión.

Llegué muy nervioso porque de alguna manera sentía que estaba entrando a la boca del lobo. Una amiga que trabajó en la campaña de Pastrana me contó lo de los narcocassettes justo apenas perdieron la campaña y la llamé a darle ánimo.

Contrario a lo que afirma Pastrana en sus Memorias olvidadas, la razón para no revelar los narcocassettes no fue la duda sobre la autenticidad de las cintas sino –según me contó mi amiga en caliente– el cálculo político basado en las encuestas en las que se mostraba que él podría ser presidente: apostó, perdió y la permanencia de Samper en el poder le pesará en su memoria toda la vida, pues como reconoció hace poco, de haberse condenado a Samper la política colombiana habría sido diferente. (Sigue leyendo »»)

Un mal día en el trabajo

1.

En la escuela de mi sobrinita hay una profesora asistente con síndrome de Down, Thérèse. Es supremamente dulce y cordial. La otra tarde que fui a recoger a mi sobrinita le dije que fuéramos a despedirnos de Thérèse. Nuestro saludo la distrajo y se le cayó la caja con los juguetes que estaba guardando. Mi sobrinita puso los brazos en jarro y empezó a burlarse de ella: “Oh oh, qué mal Thérèse, no es una buena idea tirar los juguetes al piso”. Mi reacción fue decirle que le ayudáramos de inmediato a recogerlos. Para mi sorpresa Thérèse seguía sin perder la sonrisa. Una vez terminamos nos dio las gracias muy emocionada.

En la calle le comenté a mi sobrinita: “qué gusto haber ayudado a Thérèse, ¿no te parece? Mejor que ese gesto poco amable de burlarse de ella”. Mi sobrinita está en la fase en que disfruta del narcisismo de sentirse perfecta, que todo lo hace bien, entonces una crítica como esta le produce una pequeña herida. Respiró profundo y exhaló de inmediato, con cara de preocupación y tristeza: “Discúlpame pero no sabía que tenía que ayudarla”.

En la fila del supermercado, al hermano de mi cuñado le sucedió lo siguiente: un niño de 5 o 6 años estaba empujando el carrito de la compra contra su trasero. Él se volteó y le celebró despreocupado la gracia. El niño siguió insistiendo hasta que tuvo que pedirle a la mamá que por favor lo detuviera. La respuesta de ella lo dejó desconcertado: “No, lo siento, lo estoy educando para que exprese todo lo que siente de la mejor manera que encuentre para ello”. El niño atacó con más fuerza y el hermano tomó una caja de leche, la abrió y bañó al niño de blanco. “¿Pero qué hace?”, le gritó la mamá. “Lo siento, a mí me educaron de la misma manera”. (Sigue leyendo »»)

¿Por qué escribir? (2)

Cuando he podido ir a recoger a mi sobrinita a su escuela me gusta pararme en una esquina y observarla jugando en el patio con sus amigos. Veo cómo se va dando esa transición de la niña alrededor de la cual gira todo a una que aprende a relacionarse con los demás y empieza ya a negociar espacios, deseos, expectativas. Incontables los desencuentros de los niños a esta edad, su tendencia natural a absorber la atención de los demás o la frustración por no lograrlo. También he visto el goce de las primeras complicidades y afinidades.

Si es válido hacer un paralelo entre el desarrollo de la sexualidad, en su sentido amplio, y la escritura, la pregunta sobre por qué escribir se torna como una revisión periódica de nuestra práctica. No existe entonces una respuesta única sino la que le vamos dando a medida que pasa el tiempo, enriquecida por las respuestas de los demás.

La respuesta de la joven documentalista me pareció que estaba en una fase primaria entonces, o quizás no quiso compartir más ideas, impresiones o experiencias sobre su arte creativo. Igual, me pareció más auténtico que el otro famoso escritor que ante la pregunta de por qué escribir se limitaba a repetir las respuestas que había leído en Google de Fuentes o Kundera, sin comprender muy bien a qué se referían ellos cuando hablaban de la condición humana. Son los problemas de la teoría.

Si el psicoanálisis es el arte de comprender por qué hacemos lo que hacemos, de hacer consciente ese saber – no saber, la pregunta por qué escribir se convierte en un medio análogo para ayudarnos a comprender cómo estamos en nuestro presente, cuál es nuestra condición en este momento. Como una pregunta diagnóstica, del tipo cómo estás, que no tiene una respuesta definitiva sino que va cambiando con la experiencia en el tiempo.

Cuando leí Geografía de la novela de Carlos Fuentes pensé que iba a encontrarme con un libro como Dirección única de Benjamin, en el que el autor exploraría los espacios del alma, el retrato de la famosa condición humana según sus autores seleccionados, para decirnos en qué punto estábamos. Pero no, hablaba más de los autores ubicados en un mapamundi para resaltar su idea de la literatura excéntrica (en calidad de periférica). La pregunta sobre la escritura sí podría ayudarnos a construir esa geografía de nuestra alma, el mapa de qué terrenos hemos ido caminando en el tiempo, incluyendo los caminos cerrados o equivocados, de la misma manera que nuestras lecturas nos ayudan a constituir nuestra propia geografía de la novela.

He conocido a varias personas a las que les causa angustia esta pregunta, la necesidad de tener una certeza, una justificación válida, sólida, coherente, quizás hasta indiscutible. Creo que verla en su forma dinámica, de múltiples respuestas según va la vida, le da una perspectiva más libre y amable: la respuesta nos ayuda a saber en qué punto de nuestra geografía estamos. Basta con marcarla en el mapa y volver a hacerla en un año para ver hacia dónde nos hemos desplazado o llegado. Perdón, apreciado lector utópico: creo que me atacó otro instante filosófico. Mejor paro aquí.

Bomba carambomba

Para los fieles seguidores de la serie Échale salsita hoy traemos una leve variación sobre el tema: no un son sino una bomba enriquecida por sus múltiples intérpretes. La versión original es de Rafael Cortijo y, ajá, su cantante principal es el gran Maelo:

En una versión rotunda de homenaje a Maelo, el hombre de la voz de terciopelo, Jimmy Sabater y Son Boricua le echan salsita para llegar a esta versión:

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¿Por qué escribir?

1.

Isa, mi madre, cree recordar que mi primera erección fue entre los 4 y 5 años. Hasta ese momento nos duchábamos juntos. Cuando la sorprendí con el saludo a la bandera ella decidió que era momento de que me bañara por separado. Nada traumático, queridos lectores utópicos. Al contrario, me parece estar viendo un documental de esos de Naturalia (en la época no había cable ni acceso a Discovery Channel o National Geographic) en que la madre cree que ha cumplido con la tarea de educar a sus cachorros y es hora de que se aventuren a la vida por sí mismos. Pero, para ser sincero, no tengo mayor recuerdo de este momento ni de haber sentido algún dolor por empezar a bañarme solo. De hecho pertenezco al club de todos a los que una buena ducha les resulta inspiradora o creativa.

Sí recuerdo en cambio mi falta de preparación ante mi primera erección consciente, es decir, que no solo me siento erecto sino que además siento la pulsión del deseo ¡pero no sé qué hacer con ella! Un horror. Acababa de ver a Tránsito, nuestra joven empleada doméstica, bañándose desnuda con la puerta del baño abierta. Desde entonces es irresistible la imagen de una mujer bañada por el agua. Le debo así a Tránsito mi primera erección consciente –y el recuerdo inolvidable de que no tenía ni idea de qué hacer con esta. (Sigue leyendo »»)