Nuevo jardín de las delicias, 2

Fiel a su palabra, el Centro Harry Ransom ha hecho público un año después parte del archivo de García Márquez. Me zambullí a ver qué sorpresas encontraba y salí enriquecido, en especial por el epílogo de Crónica de una muerte anunciada. Aparte de las delicias que citaré a continuación, fue una fiesta el acceso a su cocina literaria, como él la llamaba. Por las anécdotas menores, como los errores de ortografía recurrentes (la tilde en tánto, p.e.), como por sentir cómo entraba en trance el nobel colombiano a la hora de sentarse a escribir; un placer paladear de nuevo el flujo de su prosa.

Algunos pasajes para destacar:

Yo había sido uno de los 15.000 testigos del drama, y uno de sus protagonistas de última hora, y mi madre tenía un parentesco lateral con los autores del crimen y era la madrina de bautismo de Santiago Nasar. Esto ocurrió poco antes de que yo supiera qué iba a ser en la vida, y sentí tanta urgencia de contarlo, que tal vez fue el acontecimiento que definió para siempre mi vocación de escritor.

A quien primero se lo conté fue a Germán Vargas y Alfonso Fuenmayor, unos cinco años después, en el burdel de alcaravanes de la Negra Eufemia. Para entonces ya había resuelto ser escritor, y mi padre me había dicho: «Comerás papel». Durante años soñé que rompía resmas enteras y me las comía en pelotitas, y nunca era el papel sobrante de los periódicos donde trabajaba entonces, sino un muy buen papel de 36 gramos, áspero y con marcas de agua, tamaño carta, del que seguí usando siempre desde que tuve dinero para comprarlo.

Luego, cuando se encuentra con Bayardo San Román, que ya había vuelto a vivir con Ángela Vicario, este se disgusta porque ella haya hablado con García Márquez, lanzándole una advertencia que terminó siendo una epifanía:

— Si escribes ese libro —me dijo— te lo hago comer.
—¡Ah carajo! —repliqué—. Solo ahora entiendo lo que me quiso decir mi padre cuando le conté que iba a ser escritor.

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Kimbisia

Me encontré por casualidad con Corazón mestizo de Pedro Juan Gutiérrez, el escritor cubano que tiene bien ganado su título del Henry Miller caribeño, pues con él sucede lo mismo que con los trópicos de Miller y su carácter cíclico que hace pensar al lector que vive en un permanente deja-vu. La novedad fue la breve descripción de la Regla de Palo, uno de los ritos de la santería derivado (si entendí bien) de la Regla Conga que llegó con los esclavos de África. Lo explica así el pintor Mederos:

Las líneas básicas son el Palo Mayombe , que es el principal, y después el Palo Briymba y el Kimbisia, que fue creado por Andrés Petit, en Guanabacoa, y que murió en 1848. Por ahí tengo una biografía de él.

Gracias pues al señor Petit tuvieron el pianista venezolano Víctor Cegarra y el percusionista nuyoricano Bobby Matos la inspiración para este tremendo tema, Kimbisia. De pie, bailadores:

Y de ñapa, otro temazo de inspiración Yoruba:

Los coleccionistas encontrarán en el album Footprints una descripción de la composición de Kimbisia.

Comunicación telepática

Que recuerde en este momento, después de Vénus noire la película más brutal que he visto ha sido The Cove. La semana pasada vi finalmente Blackfish, que denuncia el maltrato de las orcas en Sea World. De niño, como a los 8 o 9 años, fuimos con mi mamá y mi hermana a Miami a visitar Disneyworld y Sea World. A esa edad fue un viaje a otro mundo. A mi edad me sorprendió que el Cholo Simeone invitara de escapada romántica a su novia a Eurodisney, pero ese es otro tema. El espectáculo con las orcas es muy impresionante. Recuerdo que llegamos un poco tarde y ya todas las sillas estaban ocupadas, salvo las de la primera fila. Había una línea amarilla que advertía que era mejor no sentarse en las sillas debajo de esta línea. Como no había más lugar no hice caso y me gané un chapuzón tremendo por parte de una de las orcas, pero hasta eso disfruté. John Hargrove cuenta en Beneath the Surface que después de un paseo similar decidió que quería ser entrenador en Sea World. Su testimonio es uno de los más impactantes en Blackfish. (Sigue leyendo »»)

Algoritmos (1). Secretos de Estado

En la búsqueda de la belleza los algoritmos ocupan un lugar especial. Cuando escuché de la existencia de un revolucionario algoritmo para discernir el conflicto colombiano me lancé a buscarlo. Apenas encontré el informe preliminar del trabajo de Natalia Springer. Luego escuché su defensa del trabajo en una entrevista de radio. Uno de los argumentos para mantener el algoritmo secreto es que utiliza información clasificada como secreto de Estado. Este argumento es sorprendente porque como cualquier programador o desarrollador sabe, el algoritmo se puede revelar independientemente de los datos que utilice. De hecho los algoritmos se prueban con lo que se conoce como dummy data o datos ficticios, los datos reales solo se utilizan (idealmente) cuando el algoritmo entra en producción. Es decir, no se pondría en peligro la vida de nadie al revelar el ya famoso (o infame que diría Borges) algoritmo.

Me sumo a la opinión de quienes concluyen que el informe no aporta nada novedoso. Otro de los argumentos de Springer es que hay que demostrar científicamente el comportamiento criminal de las Farc, si cumple con un patrón que permita afirmar que se cometió un crimen de lesa humanidad continuado. (Sigue leyendo »»)